Cuando el comandante Gould investigó por primera vez las observaciones sobre el "monstruo" del lago Ness, en 1933, debía limitarse a valorar exclusivamente las declaraciones de los testigos.
Aunque recomendó el uso de la fotografía para una investigación más activa del fenómeno, Gould se dio cuenta de que sería imposible lograr una identificación positiva únicamente por este método.
El primer intento activo de lograr pruebas "sólidas" tuvo lugar en el mismo año 1933. Se contrató a un cazador de caza mayor y a un fotógrafo; los dos se dedicaron a explorar la costa y pronto se vieron recompensados por una "pista", fabricada con una pata de hipopótamo disecada. Esta espléndida broma se convirtió en precedente, tanto de los bromistas del lago Ness como de la comprensible tradición de prudencia científica con respecto al mismo. Desde entonces quedó acuñada la imagen tópica y un tanto ridícula del cazador "ortodoxo" del monstruo: paciente y optimista, aguarda bajo la lluvia, con cámara y prismáticos, esperando el caprichoso afloramiento de "Nessie".
Las numerosas y repetidas observaciones realizadas en el lago Ness sugieren la existencia de una población de animales grandes en sus aguas. Esto, y algunos descubrimientos científicos inexplicables, particularmente los realizados gracias al sonar, son todo lo que tenemos en la actualidad. El comportamiento del "monstruo" en la superficie es tan poco característico que no se pueden establecer pautas. Se dan más observaciones en los meses de verano, y se localizan particularmente en la desembocadura de los ríos. Pero las condiciones climáticas y la mayor afluencia de turistas deben ser tomadas en consideración.
Además de las observaciones de los testigos, están las fotos que registran las apariciones. Aunque la imagen fotográfica parezca irrefutable y se considere que presenta pruebas concretas que pueden evaluarse de forma independiente, las limitaciones de las lentes hacen muy difícil esa valoración. Las cámaras corrientes son más imprecisas que el ojo desnudo y, desgraciadamente, resulta muy fácil manipular los negativos.
La imagen usual de un objeto en el lago consiste en una imagen oscura contra un fondo claro. Esto facilita muchísimo la falsificación del negativo, ya que basta con dibujar una silueta en el negativo o en la copia y después fotografiar el resultado, produciendo así un "negativo" original. Una de las maneras más fáciles y frecuentes de falsificar fotos consiste en fotografiar objetos corrientes fuera de contexto: esto abarca desde el simple truco de un par de neumáticos con una piedra arrojada al agua para alterar la superficie, hasta "monigotes" de gran complejidad.
A veces aparecen fotografías que tienen un interés real. Las que fueron tomadas desde 1933 hasta hoy pueden dividirse en dos grupos: las "malas" que bien podrían ser genuinas y las "buenas" que probablemente no lo son.
En 1962 se organizó el Buró de Investigación del lago Ness, destinado en primer término a centralizar la información, y en segundo lugar a promover la investigación activa. Alentado, quizá, por algunas de las fotos más populares del "monstruo", el Buró inició un programa de vigilancia fotográfica intenso, prolongado y sistemático. A lo largo de los 10 años siguientes se rodaron varias películas, interesantes pero no espectaculares. En 1968 el Buró ya había comprendido que aunque se rodara una película con éxito, difícilmente se conseguiría la identificación del animal. Sin embargo, al ser las películas más difíciles de falsificar que las fotografías, proporcionan datos más valiosos. Dos de las secuencias cinematográficas tienen un valor excepcional.
Nessie Filmado y Fotografiado
La primera fue filmada el 23 de abril de 1960 por Tim Dinsdale, desde la desembocadura del río Foyers a un tercio de la distancia según se sube desde Fort Augustus. Muestra una giba que se mueve lentamente alejándose del punto de filmación, después gana velocidad cuando cruza el campo visual, y se sumerge. La película fue presentada a la citada organización; en términos muy amplios, los analistas llegaron a la conclusión de que el objeto era "probablemente viviente", tenía más de 1,50 m de ancho, se movía por el agua a una velocidad de unos 16 km/h, y parecía sumergirse.
La segunda película, filmada por Richard Raynor durante una expedición al lago Ness, en la mañana del 13 de junio de 1967, resulta excepcional por su calidad técnica. Tomada desde la orilla opuesta a Dores, en el extremo norte del lago, muestra una estela en cuyo extremo aparece de vez en cuando un objeto sólido, que se sumerge cuando una barca entra en el campo visual. Raynor está dispuesto admitir la posibilidad de que el animal fuera una nutria (el objeto era, sin duda, viviente); los investigadores estimaron que la parte que aparece en la superficie podría tener 2 m de longitud; una nutria de este tamaño sería excepcional.
La fotografía submarina comenzó a utilizarse como sistema de investigación en 1970. Sus posibilidades son en teoría enormes, ya que debería permitir la obtención de un perfil completo; en la práctica, sin embargo, el agua turbia y las limitaciones de los equipos normales de submarinismo reducen drásticamente su alcance y dificultan su interpretación. Las más interesantes son dos fotos, intensificadas por computadora, de un objeto parecido a una aleta, tomadas en 1972 por el doctor Robert Rines de la Academia de Ciencias Aplicadas de Boston (Estados Unidos) con una cámara con disparador automático y dotada de flash estroboscópico. Sean las que sean las discusiones sobre esta foto, si el objeto es una aleta no se parece a la de ninguno de los animales que habitan en el lago.
Rines tomó otras fotografías en 1975. Se ha sugerido que dos de ellas son de objetos animados. Algunos sostienen que uno de los objetos, al que se ha llamado la "cabeza", es suficientemente simétrico como para sugerir una criatura viviente, dotada de cuernos que usaría para respirar sin crear ondas. Desgraciadamente, lo desmiente el hecho de que dos tercios de las imágenes fotografiadas en el mismo período de 24 horas y en las mismas condiciones son totalmente inanimadas. Dada la forma de la cámara y la luz estroboscópica que llevaba sujeta arriba, pudo haberse inclinado hacia arriba o hacia abajo, si tocó el fondo.
Pero sin duda, los datos más importantes son los proporcionados por el explorador de ecos y por el sonar. Desarrollado durante la segunda guerra mundial para detectar la presencia de submarinos, el sonar es el único instrumento efectivo para "ver" debajo del agua, particularmente cuando el agua es turbia. En 1960 se había perfeccionado hasta tal punto que se usaba comercialmente para la pesca... y en la investigación del lago Ness.
El sonar viene a ser el equivalente submarino del radar, con la diferencia de que transmite sonidos en vez de ondas de radio. Esos sonidos producen ecos cuando golpean cualquier objeto cuya densidad es mayor o menor que la del agua. Cuanto mayor sea la diferencia de densidad, más fuerte es el eco de modo que no sólo registra los objetos sólidos, como el fondo, sino también volúmenes de aire. Esto permite al sonar descubrir la presencia de peces y animales. Los tejidos vivientes tienen una densidad muy parecida a la del agua, de modo que casi no producen ecos, pero la mayor parte de los vertebrados acuáticos poseen cavidades de aire: los peces tienen vejigas natatorias y los mamíferos y reptiles, pulmones.
Ya en 1964, una expedición combinada de Oxford y Cambridge logró obtener señales que consideró más fuertes que las producidas por los salmones. Tres barcos, equipados con sondas de sonido de 28 kilohertzios, se desplazaban simultáneamente por el lago, en un intento de detectar el paso de la criatura si se deslizaba por debajo de ellos, y de empujarla, llegado el caso, hacia una orilla. El intento fracasó, pues como señaló el grupo, no era posible obtener ecos de criaturas que estuvieran cerca de la superficie, en los lados o en el fondo. Estos problemas siguen planteándose.
En 1968 un grupo llevó al lago un sonar digital de investigación sectorial (50 kHz). fue instalado en la orilla, con el haz proyectado hacia la bahía de Urquhart, y vigiló automáticamente la zona durante 150 horas. El 28 de agosto registró la presencia de un objeto que se elevaba desde el fondo a una velocidad de unos 12 km/h. También registró otro objeto que se desplazaba a 25 km/h. Estas velocidades sugerían seres vivientes, y es improbable que se tratara de bancos de peces.
El primer trabajo con un sonar de exploración se llevó a cabo en 1969. Un Scanner Honeywell 11(100 kHz) fue montado en un barco que recorría el lago de forma sistemática. El contacto más interesante se realizó el 10 de octubre, a una profundidad de 70 a 160 metros, y fue seguido durante tres minutos.
También en 1969 se probó en el lago el sumergible Pisces, de Vickers Oceanics, así como un pequeño submarino privado, el Viperfish, construido por el norteamericano Dan Taylor. Este último tenía la intención de disparar dardos para extraer muestras de los tejidos del monstruo, una vez localizado éste por radar. Desgraciadamente, este submarino no estaba equipado para navegar en aguas turbias.
En el lago Morar se intentó acabar con este estancamiento: gracias a las observaciones efectuadas allí en 1970-72, se originó una leyenda de "monstruos" similar. La gran ventaja que presenta este lago es que sus aguas son muy claras. En 1974, las expediciones comenzaron a utilizar vehículos tripulados de observación submarina: los observadores ocupaban por turnos una cabina de observación sumergible (Machan) dotada de una cámara con gran angular, que descansaba pasivamente en el lecho del lago. Además de esta vigilancia se utilizó la televisión subacuática. Resultaría muy interesante poder filmar los movimientos: los peces y reptiles, por ejemplo, ondulan horizontalmente; los mamíferos, verticalmente.
Las expediciones al lago morar nunca tuvieron la exclusiva finalidad de probar la existencia de un "monstruo"; querían identificarlo, de modo que las técnicas subacuáticas se consideraron valiosas sólo si podían proporcionar un perfil completo de la criatura.
Para resolver las ambigüedades del sonar, el paso lógico era combinarlo con la fotografía submarina. La expedición de 1976 calibró las posibilidades de usar delfines amaestrados para acercarse a un contacto de sonar y fotografiarlo. Desgraciadamente surge el problema de que los delfines no se adaptan al agua dulce. Además, existían otros inconvenientes: el transporte de delfines era peligroso, alimentarles resultaba complicado, las bajas temperaturas del lago Ness, especialmente por debajo del termoclima, no eran adecuadas para los delfines.., y, finalmente, ¡los delfines son lo bastante inteligentes como para negarse a trabajar en circunstancias tan poco cómodas! De ahí que se abandonara este proyecto.
En la actualidad, la búsqueda de restos orgánicos hasta los 300 metros de profundidad constituye uno de los principales objetivos de las expediciones llevadas a cabo por buceadores y trabajos de dragado. Las dificultades de estas operaciones, de momento, son considerables, pero este sistema, si se utiliza metódicamente, será decisivo, en uno u otro sentido. Si durante los últimos 6 000 años hubo animales grandes en el lago Ness, ahora tiene que haber animales muertos en él.
Ahora que se dispone de medios adecuados, se ha sugerido que los investigadores deberían proseguir su tarea sin criticar al establishment científico por su supuesta inercia. Si tenemos fe en la naturaleza humana, el mero volumen de testimonios acerca del lago Ness justifica la búsqueda. Pero las pruebas "serias" sólo pueden ser confirmadas por medios que están disponibles desde hace poco tiempo. Los cazadores de monstruos deberán tener algo más de paciencia.
Mientras tanto, estos cazadores deben facilitar sus conocimientos a otros hombres de ciencia que trabajan en campos menos controvertidos de la biología de agua dulce, para saber más sobre las profundidades desconocidas de los lagos escoceses como posible hábitat de "monstruos". La exploración plena de nuestro "mundo perdido".
La imagen usual de un objeto en el lago consiste en una imagen oscura contra un fondo claro. Esto facilita muchísimo la falsificación del negativo, ya que basta con dibujar una silueta en el negativo o en la copia y después fotografiar el resultado, produciendo así un "negativo" original. Una de las maneras más fáciles y frecuentes de falsificar fotos consiste en fotografiar objetos corrientes fuera de contexto: esto abarca desde el simple truco de un par de neumáticos con una piedra arrojada al agua para alterar la superficie, hasta "monigotes" de gran complejidad.
A veces aparecen fotografías que tienen un interés real. Las que fueron tomadas desde 1933 hasta hoy pueden dividirse en dos grupos: las "malas" que bien podrían ser genuinas y las "buenas" que probablemente no lo son.
En 1962 se organizó el Buró de Investigación del lago Ness, destinado en primer término a centralizar la información, y en segundo lugar a promover la investigación activa. Alentado, quizá, por algunas de las fotos más populares del "monstruo", el Buró inició un programa de vigilancia fotográfica intenso, prolongado y sistemático. A lo largo de los 10 años siguientes se rodaron varias películas, interesantes pero no espectaculares. En 1968 el Buró ya había comprendido que aunque se rodara una película con éxito, difícilmente se conseguiría la identificación del animal. Sin embargo, al ser las películas más difíciles de falsificar que las fotografías, proporcionan datos más valiosos. Dos de las secuencias cinematográficas tienen un valor excepcional.
Nessie Filmado y Fotografiado
La primera fue filmada el 23 de abril de 1960 por Tim Dinsdale, desde la desembocadura del río Foyers a un tercio de la distancia según se sube desde Fort Augustus. Muestra una giba que se mueve lentamente alejándose del punto de filmación, después gana velocidad cuando cruza el campo visual, y se sumerge. La película fue presentada a la citada organización; en términos muy amplios, los analistas llegaron a la conclusión de que el objeto era "probablemente viviente", tenía más de 1,50 m de ancho, se movía por el agua a una velocidad de unos 16 km/h, y parecía sumergirse.
La segunda película, filmada por Richard Raynor durante una expedición al lago Ness, en la mañana del 13 de junio de 1967, resulta excepcional por su calidad técnica. Tomada desde la orilla opuesta a Dores, en el extremo norte del lago, muestra una estela en cuyo extremo aparece de vez en cuando un objeto sólido, que se sumerge cuando una barca entra en el campo visual. Raynor está dispuesto admitir la posibilidad de que el animal fuera una nutria (el objeto era, sin duda, viviente); los investigadores estimaron que la parte que aparece en la superficie podría tener 2 m de longitud; una nutria de este tamaño sería excepcional.
La fotografía submarina comenzó a utilizarse como sistema de investigación en 1970. Sus posibilidades son en teoría enormes, ya que debería permitir la obtención de un perfil completo; en la práctica, sin embargo, el agua turbia y las limitaciones de los equipos normales de submarinismo reducen drásticamente su alcance y dificultan su interpretación. Las más interesantes son dos fotos, intensificadas por computadora, de un objeto parecido a una aleta, tomadas en 1972 por el doctor Robert Rines de la Academia de Ciencias Aplicadas de Boston (Estados Unidos) con una cámara con disparador automático y dotada de flash estroboscópico. Sean las que sean las discusiones sobre esta foto, si el objeto es una aleta no se parece a la de ninguno de los animales que habitan en el lago.
Rines tomó otras fotografías en 1975. Se ha sugerido que dos de ellas son de objetos animados. Algunos sostienen que uno de los objetos, al que se ha llamado la "cabeza", es suficientemente simétrico como para sugerir una criatura viviente, dotada de cuernos que usaría para respirar sin crear ondas. Desgraciadamente, lo desmiente el hecho de que dos tercios de las imágenes fotografiadas en el mismo período de 24 horas y en las mismas condiciones son totalmente inanimadas. Dada la forma de la cámara y la luz estroboscópica que llevaba sujeta arriba, pudo haberse inclinado hacia arriba o hacia abajo, si tocó el fondo.
Pero sin duda, los datos más importantes son los proporcionados por el explorador de ecos y por el sonar. Desarrollado durante la segunda guerra mundial para detectar la presencia de submarinos, el sonar es el único instrumento efectivo para "ver" debajo del agua, particularmente cuando el agua es turbia. En 1960 se había perfeccionado hasta tal punto que se usaba comercialmente para la pesca... y en la investigación del lago Ness.
El sonar viene a ser el equivalente submarino del radar, con la diferencia de que transmite sonidos en vez de ondas de radio. Esos sonidos producen ecos cuando golpean cualquier objeto cuya densidad es mayor o menor que la del agua. Cuanto mayor sea la diferencia de densidad, más fuerte es el eco de modo que no sólo registra los objetos sólidos, como el fondo, sino también volúmenes de aire. Esto permite al sonar descubrir la presencia de peces y animales. Los tejidos vivientes tienen una densidad muy parecida a la del agua, de modo que casi no producen ecos, pero la mayor parte de los vertebrados acuáticos poseen cavidades de aire: los peces tienen vejigas natatorias y los mamíferos y reptiles, pulmones.
Ya en 1964, una expedición combinada de Oxford y Cambridge logró obtener señales que consideró más fuertes que las producidas por los salmones. Tres barcos, equipados con sondas de sonido de 28 kilohertzios, se desplazaban simultáneamente por el lago, en un intento de detectar el paso de la criatura si se deslizaba por debajo de ellos, y de empujarla, llegado el caso, hacia una orilla. El intento fracasó, pues como señaló el grupo, no era posible obtener ecos de criaturas que estuvieran cerca de la superficie, en los lados o en el fondo. Estos problemas siguen planteándose.
En 1968 un grupo llevó al lago un sonar digital de investigación sectorial (50 kHz). fue instalado en la orilla, con el haz proyectado hacia la bahía de Urquhart, y vigiló automáticamente la zona durante 150 horas. El 28 de agosto registró la presencia de un objeto que se elevaba desde el fondo a una velocidad de unos 12 km/h. También registró otro objeto que se desplazaba a 25 km/h. Estas velocidades sugerían seres vivientes, y es improbable que se tratara de bancos de peces.
El primer trabajo con un sonar de exploración se llevó a cabo en 1969. Un Scanner Honeywell 11(100 kHz) fue montado en un barco que recorría el lago de forma sistemática. El contacto más interesante se realizó el 10 de octubre, a una profundidad de 70 a 160 metros, y fue seguido durante tres minutos.
También en 1969 se probó en el lago el sumergible Pisces, de Vickers Oceanics, así como un pequeño submarino privado, el Viperfish, construido por el norteamericano Dan Taylor. Este último tenía la intención de disparar dardos para extraer muestras de los tejidos del monstruo, una vez localizado éste por radar. Desgraciadamente, este submarino no estaba equipado para navegar en aguas turbias.
En el lago Morar se intentó acabar con este estancamiento: gracias a las observaciones efectuadas allí en 1970-72, se originó una leyenda de "monstruos" similar. La gran ventaja que presenta este lago es que sus aguas son muy claras. En 1974, las expediciones comenzaron a utilizar vehículos tripulados de observación submarina: los observadores ocupaban por turnos una cabina de observación sumergible (Machan) dotada de una cámara con gran angular, que descansaba pasivamente en el lecho del lago. Además de esta vigilancia se utilizó la televisión subacuática. Resultaría muy interesante poder filmar los movimientos: los peces y reptiles, por ejemplo, ondulan horizontalmente; los mamíferos, verticalmente.
Las expediciones al lago morar nunca tuvieron la exclusiva finalidad de probar la existencia de un "monstruo"; querían identificarlo, de modo que las técnicas subacuáticas se consideraron valiosas sólo si podían proporcionar un perfil completo de la criatura.
Para resolver las ambigüedades del sonar, el paso lógico era combinarlo con la fotografía submarina. La expedición de 1976 calibró las posibilidades de usar delfines amaestrados para acercarse a un contacto de sonar y fotografiarlo. Desgraciadamente surge el problema de que los delfines no se adaptan al agua dulce. Además, existían otros inconvenientes: el transporte de delfines era peligroso, alimentarles resultaba complicado, las bajas temperaturas del lago Ness, especialmente por debajo del termoclima, no eran adecuadas para los delfines.., y, finalmente, ¡los delfines son lo bastante inteligentes como para negarse a trabajar en circunstancias tan poco cómodas! De ahí que se abandonara este proyecto.
En la actualidad, la búsqueda de restos orgánicos hasta los 300 metros de profundidad constituye uno de los principales objetivos de las expediciones llevadas a cabo por buceadores y trabajos de dragado. Las dificultades de estas operaciones, de momento, son considerables, pero este sistema, si se utiliza metódicamente, será decisivo, en uno u otro sentido. Si durante los últimos 6 000 años hubo animales grandes en el lago Ness, ahora tiene que haber animales muertos en él.
Ahora que se dispone de medios adecuados, se ha sugerido que los investigadores deberían proseguir su tarea sin criticar al establishment científico por su supuesta inercia. Si tenemos fe en la naturaleza humana, el mero volumen de testimonios acerca del lago Ness justifica la búsqueda. Pero las pruebas "serias" sólo pueden ser confirmadas por medios que están disponibles desde hace poco tiempo. Los cazadores de monstruos deberán tener algo más de paciencia.
Mientras tanto, estos cazadores deben facilitar sus conocimientos a otros hombres de ciencia que trabajan en campos menos controvertidos de la biología de agua dulce, para saber más sobre las profundidades desconocidas de los lagos escoceses como posible hábitat de "monstruos". La exploración plena de nuestro "mundo perdido".
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