Durante décadas, la ufología se ha encontrado en un estado de confusión y desconcierto, pugnando por investigar un fenómeno cuyas pruebas son más que limitadas. ¿Cuál es la razón? Diversos organismos secretos han estado manipulando las pruebas y los testigos.
¿Que conclusiones cabe extraer de los documentos que la GSW ha sacado de la CIA y del Departamento de Estado de Estados Unidos? Para contestar a esta pregunta, primero debemos contemplar objetivamente ciertos hechos destacados que afectan a la ufología, ya que ésta es la materia prima que la CIA ha utilizado en beneficio propio, a lo largo de los años, en su campaña de descrédito, desinformación y manipulación calculada. En primer lugar, la mayor parte de la información sobre los 0VNIS se basa en las explicaciones (generalmente, sin apoyo alguno) de los testigos. En muchos casos, este tipo de información es etiquetada como "auténtica" por la comunidad pro-OVNI tras una investigación que no suele consistir más que en una simple conversación con los testigos. La capacidad de los testigos en cuanto a "identificar" fenómenos aéreos fuera de lo corriente suele ser muy poco fiable. Citemos como ejemplo al respecto los numerosos casos de naves aéreas en forma de cúpula o de plato, muchas veces giratorias, que realizan maniobras extraordinarias y muestran configuraciones luminosas, y que después resultan ser aviones que arrastran letreros publicitarios. La falta de tiempo, de dinero y de técnicas de investigación efectivas contribuyen a esta proliferación de engaños en la ufología. Por otra parte, no todos los sucesos del tipo OVNI pueden ser clasificados como "identificables". Existe un pequeño porcentaje de hechos que parecen haber sido causados por objetos aparentemente auténticos. El Blue Book estimó que éstos representaban alrededor de un 3 % del total; los investigadores civiles sitúan esta cifra en un 8 %. Probablemente, la cifra verdadera se encuentra en un término medio entre ambas. Sin embargo, es relativamente poco lo que puede hacerse para investigar científicamente tales casos, ya que hay muy pocos vestigios físicos que permitan un examen en el laboratorio.
Aun así, la evidente inefectividad de las investigaciones oficiales, la ineptitud de las comisiones especiales y el muro de piedra que constantemente erige el gobierno al respecto, indujeron a numerosos investigadores civiles a creer que existía una conspiración general para evitar la difusión de los conocimientos de las autoridades sobre contactos procedentes del espacio exterior. En la década de 1940 abundaron los rumores de platillos estrellados contra el suelo y de seres extraterrestres muertos. En la de 1970, hubo profusión de relatos sobre contactos e incluso secuestros (abducciones) de seres humanos. Por otra parte, llegaron a los grupos investigadores curiosos rumores y filtraciones procedentes de fuentes oficiales y militares, al parecer bien informadas. ¿Qué otra conclusión podía deducirse de ello? ¿Quién sino unos extraterrestres podían protagonizar esas historias maravillosas?
Indudablemente, el gobierno -representado en este caso por la CIA- ha estado implicado en una maniobra de encubrimiento. Pero lo que nosotros deseamos sugerir es que, mientras la CIA reunía información sobre el fenómeno OVNI en todo el mundo (aunque asegurase que no hacía absolutamente nada en este sentido), también estaba fabricando el rumor de que el gobierno sabía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Esta táctica fue empleada en parte para distraer la atención de los ufólogos respecto a lo que el gobierno estaba realizando en aquel momento, y en parte también para desacreditar a la ufología.
Tras la cortina de humo de la confusión y la ignorancia que con ello se creó, la CIA pudo proceder a sus propios experimentos, cuya verdadera naturaleza quedaría disfrazada por el hecho de que no parecerían más misteriosos que el resto de todo aquel curioso fenómeno.
Las pistas que realmente llegaron a fascinar a la CIA con respecto a la cuestión de los OVNIS se encuentran diseminadas en los documentos obtenidos por la GSW. Desde luego, esos "conspiradores de silencio" gubernamentales pueden no pertenecer a la CIA, sino a la Defense Intelligence Agency, a la National Security Agency, o a la supersecreta National Reconnaissance Organisation, o tal vez a algún grupo clandestino en el seno de cualquiera de ellas. Aunque las pruebas parecen señalar a la CIA, la identidad exacta de los culpables carece de importancia mientras los principios en los que, al parecer, están trabajando se mantengan en la oscuridad.
Desde el primer momento, la CIA quedó intrigada por las implicaciones psicológicas del misterio de los platillos volantes. Una parte de un memorándum fechado en 1952 dice lo siguiente: Con todo lo que se ha informado en el ámbito mundial, se descubrió que, hasta la fecha de esta investigación, en la prensa soviética no se ha dado a conocer ninguna información o comentario sobre platillos volantes. En una prensa controlada por el Estado, esto sólo puede ser el resultado de una decisión política oficial. Por tanto, se plantea la cuestión de si tales visiones han podido o no ser: 1) controladas, 2) pronosticadas, y 3) utilizadas desde un punto de vista relacionado con la guerra psicológica, ya sea a la defensiva o bien a la ofensiva...
Estas preocupaciones tuvieron eco en el informe secreto del equipo Robertson en 1953, después del cual la CIA se encargó directamente de la investigación de los OVNIS. En esta época, como demuestran los documentos, la Oficina de Información Científica de la CIA estaba convencida, en privado, de que los OVNIS eran naves extraterrestres. Mientras se esperaba alguna prueba al respecto, se montó una campaña de desprestigio para suprimir todo tipo de histeria pública potencial. Todos esperaban que con ello los OVNIS, como cualquier otro tipo de información, llegaran a evaporarse del conocimiento público.
Pero en cierto momento -tal vez cuando se creyó poder descartar la hipótesis extraterrestre, o quizá cuando resultó indiscutible que los OVNIS no eran simplemente una manía pasajera, o acaso al aumentar el volumen de la investigación tecnológica secreta- la Agencia comprendió que podía realizar por su cuenta experimentos en el campo de la guerra psicológica. Si los soviéticos no estaban detrás de estas visiones con la intención de manipular al pueblo, no había razón por la que la CIA no pudiera ocupar su lugar. Los beneficios serían múltiples, ya que los militares podrían proseguir cómodamente sus proyectos aéreos secretos, puesto que todo el que entrara imprudentemente en contacto con ellos sería presa de los servicios de desinformación de la CIA y de la campaña de desprestigio público, y al propio tiempo la CIA descubriría hasta qué punto podían ser manipuladas las actitudes del público y cómo reaccionaban los individuos ante unos acontecimientos extraños y carentes de todo precedente.
Este paradójico programa de estimulo y desaliento simultáneos funcionaría en varios frentes. La idea de un encubrimiento sería alimentada por medio de filtraciones de información entre los investigadores civiles, al tiempo que ciertos hechos podrían ser falsificados. Varios agentes infiltrados en las organizaciones de investigación podrían entonces suministrar desinformación a los grupos OVNI, y al propio tiempo controlar su posible conocimiento de secretos militares. Los contactos en la prensa suministrarían a su debido tiempo material OVNI, tanto si se trataba de engaños, de falsas identificaciones o de montajes.
Este programa es lo que GSW llama la "hipótesis federal". No necesitaría de grandes recursos para resultar efectivo, puesto que no habría que crear más que un pequeño número de hechos -no más del 5 % inexplicado-. La red de entusiastas haría el resto. Al propagarse las ondas a partir de los ufólogos, un sector del público respondería a su vez con experiencias psíquicas, fantasías, diversos embustes y numerosas interpretaciones falsas e "inducidas" de aviones, aves y planetas; con ello se conseguiría una nueva oleada de excitado interés. Una vez establecida esta técnica, no habría razón para no emplearla a fin de distraer la atención del público en caso de problemas políticos en el interior o en el extranjero.
¿Hasta qué punto cabe demostrar la hipótesis federal? Los documentos obtenidos bajo la Ley de Libertad de Información revelan el persistente interés de la CIA por la guerra psicológica. ¿Es una coincidencia el que varios miembros del consejo del National Investigation Committee on Aerial Phenomena (NI- CAP) sean ex miembros de la CIA? Uno de ellos, Joseph Bryan III, coronel retirado de la USAF, es considerado en realidad como el fundador de la sección de guerra psicológica de la CIA; otro oficial del NICAP, Nicholas de Rochefort, llegó a la CIA a través de su predecesora, la Agencia de Servicios Estratégicos, y era también un experto en guerra psicológica. No menos evidente, en opinión de la GSW, es la decisión tomada por la Aerial Phenomena Research Organisation (APRO) en 1974, en lo que se refiere a concentrarse únicamente en los casos de contactos y abducciones, lo que podía conducirlos directamente a manos de los manipuladores.
¿Cuántas organizaciones OVNI, además de ésta, han sufrido infiltraciones? ¿Cuántas publicaciones han sido alimentadas con historias bien elaboradas?
Hay pruebas de que Generso Pope, propietario del National Enquirer, es un ex miembro de la CIA, y que sigue estando implicado en la secciones de desinformación y propaganda de la Dirección de Operaciones de la CIA (Servicios Clandestinos). ¿Y quién pagó las cantidades más elevadas por las historias más exóticas sobre OVNIS, y con ello ayudó a formar la opinión popular norteamericana, sino el National Enquirer? Esta técnica es muy similar a la de la CIA, ya que en diciembre de 1977 el New York Times informó de que, a mediados de la década de 1960, la CIA "poseía, subvencionaba o influenciaba por otros medios... más de 800 organizaciones e individuos dedicados a la información pública".
También resulta significativo que las historias de OVNIS pasen por un proceso de reencarnación: los relatos sobre platillos volantes estrellados en el suelo, tan propios de los años cuarenta, vuelven a circular en la década de 1980, en tanto que la modalidad de las experiencias de contacto personal de principios de los cincuenta se repitió en la década de 1970. Y en un aspecto más siniestro, ¿qué tipo de manipulación psicológica puede existir en los casos de encuentro de tipo personal?
¿Que conclusiones cabe extraer de los documentos que la GSW ha sacado de la CIA y del Departamento de Estado de Estados Unidos? Para contestar a esta pregunta, primero debemos contemplar objetivamente ciertos hechos destacados que afectan a la ufología, ya que ésta es la materia prima que la CIA ha utilizado en beneficio propio, a lo largo de los años, en su campaña de descrédito, desinformación y manipulación calculada. En primer lugar, la mayor parte de la información sobre los 0VNIS se basa en las explicaciones (generalmente, sin apoyo alguno) de los testigos. En muchos casos, este tipo de información es etiquetada como "auténtica" por la comunidad pro-OVNI tras una investigación que no suele consistir más que en una simple conversación con los testigos. La capacidad de los testigos en cuanto a "identificar" fenómenos aéreos fuera de lo corriente suele ser muy poco fiable. Citemos como ejemplo al respecto los numerosos casos de naves aéreas en forma de cúpula o de plato, muchas veces giratorias, que realizan maniobras extraordinarias y muestran configuraciones luminosas, y que después resultan ser aviones que arrastran letreros publicitarios. La falta de tiempo, de dinero y de técnicas de investigación efectivas contribuyen a esta proliferación de engaños en la ufología. Por otra parte, no todos los sucesos del tipo OVNI pueden ser clasificados como "identificables". Existe un pequeño porcentaje de hechos que parecen haber sido causados por objetos aparentemente auténticos. El Blue Book estimó que éstos representaban alrededor de un 3 % del total; los investigadores civiles sitúan esta cifra en un 8 %. Probablemente, la cifra verdadera se encuentra en un término medio entre ambas. Sin embargo, es relativamente poco lo que puede hacerse para investigar científicamente tales casos, ya que hay muy pocos vestigios físicos que permitan un examen en el laboratorio.
Aun así, la evidente inefectividad de las investigaciones oficiales, la ineptitud de las comisiones especiales y el muro de piedra que constantemente erige el gobierno al respecto, indujeron a numerosos investigadores civiles a creer que existía una conspiración general para evitar la difusión de los conocimientos de las autoridades sobre contactos procedentes del espacio exterior. En la década de 1940 abundaron los rumores de platillos estrellados contra el suelo y de seres extraterrestres muertos. En la de 1970, hubo profusión de relatos sobre contactos e incluso secuestros (abducciones) de seres humanos. Por otra parte, llegaron a los grupos investigadores curiosos rumores y filtraciones procedentes de fuentes oficiales y militares, al parecer bien informadas. ¿Qué otra conclusión podía deducirse de ello? ¿Quién sino unos extraterrestres podían protagonizar esas historias maravillosas?
Indudablemente, el gobierno -representado en este caso por la CIA- ha estado implicado en una maniobra de encubrimiento. Pero lo que nosotros deseamos sugerir es que, mientras la CIA reunía información sobre el fenómeno OVNI en todo el mundo (aunque asegurase que no hacía absolutamente nada en este sentido), también estaba fabricando el rumor de que el gobierno sabía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Esta táctica fue empleada en parte para distraer la atención de los ufólogos respecto a lo que el gobierno estaba realizando en aquel momento, y en parte también para desacreditar a la ufología.
Tras la cortina de humo de la confusión y la ignorancia que con ello se creó, la CIA pudo proceder a sus propios experimentos, cuya verdadera naturaleza quedaría disfrazada por el hecho de que no parecerían más misteriosos que el resto de todo aquel curioso fenómeno.
Las pistas que realmente llegaron a fascinar a la CIA con respecto a la cuestión de los OVNIS se encuentran diseminadas en los documentos obtenidos por la GSW. Desde luego, esos "conspiradores de silencio" gubernamentales pueden no pertenecer a la CIA, sino a la Defense Intelligence Agency, a la National Security Agency, o a la supersecreta National Reconnaissance Organisation, o tal vez a algún grupo clandestino en el seno de cualquiera de ellas. Aunque las pruebas parecen señalar a la CIA, la identidad exacta de los culpables carece de importancia mientras los principios en los que, al parecer, están trabajando se mantengan en la oscuridad.
Desde el primer momento, la CIA quedó intrigada por las implicaciones psicológicas del misterio de los platillos volantes. Una parte de un memorándum fechado en 1952 dice lo siguiente: Con todo lo que se ha informado en el ámbito mundial, se descubrió que, hasta la fecha de esta investigación, en la prensa soviética no se ha dado a conocer ninguna información o comentario sobre platillos volantes. En una prensa controlada por el Estado, esto sólo puede ser el resultado de una decisión política oficial. Por tanto, se plantea la cuestión de si tales visiones han podido o no ser: 1) controladas, 2) pronosticadas, y 3) utilizadas desde un punto de vista relacionado con la guerra psicológica, ya sea a la defensiva o bien a la ofensiva...
Estas preocupaciones tuvieron eco en el informe secreto del equipo Robertson en 1953, después del cual la CIA se encargó directamente de la investigación de los OVNIS. En esta época, como demuestran los documentos, la Oficina de Información Científica de la CIA estaba convencida, en privado, de que los OVNIS eran naves extraterrestres. Mientras se esperaba alguna prueba al respecto, se montó una campaña de desprestigio para suprimir todo tipo de histeria pública potencial. Todos esperaban que con ello los OVNIS, como cualquier otro tipo de información, llegaran a evaporarse del conocimiento público.
Pero en cierto momento -tal vez cuando se creyó poder descartar la hipótesis extraterrestre, o quizá cuando resultó indiscutible que los OVNIS no eran simplemente una manía pasajera, o acaso al aumentar el volumen de la investigación tecnológica secreta- la Agencia comprendió que podía realizar por su cuenta experimentos en el campo de la guerra psicológica. Si los soviéticos no estaban detrás de estas visiones con la intención de manipular al pueblo, no había razón por la que la CIA no pudiera ocupar su lugar. Los beneficios serían múltiples, ya que los militares podrían proseguir cómodamente sus proyectos aéreos secretos, puesto que todo el que entrara imprudentemente en contacto con ellos sería presa de los servicios de desinformación de la CIA y de la campaña de desprestigio público, y al propio tiempo la CIA descubriría hasta qué punto podían ser manipuladas las actitudes del público y cómo reaccionaban los individuos ante unos acontecimientos extraños y carentes de todo precedente.
Este paradójico programa de estimulo y desaliento simultáneos funcionaría en varios frentes. La idea de un encubrimiento sería alimentada por medio de filtraciones de información entre los investigadores civiles, al tiempo que ciertos hechos podrían ser falsificados. Varios agentes infiltrados en las organizaciones de investigación podrían entonces suministrar desinformación a los grupos OVNI, y al propio tiempo controlar su posible conocimiento de secretos militares. Los contactos en la prensa suministrarían a su debido tiempo material OVNI, tanto si se trataba de engaños, de falsas identificaciones o de montajes.
Este programa es lo que GSW llama la "hipótesis federal". No necesitaría de grandes recursos para resultar efectivo, puesto que no habría que crear más que un pequeño número de hechos -no más del 5 % inexplicado-. La red de entusiastas haría el resto. Al propagarse las ondas a partir de los ufólogos, un sector del público respondería a su vez con experiencias psíquicas, fantasías, diversos embustes y numerosas interpretaciones falsas e "inducidas" de aviones, aves y planetas; con ello se conseguiría una nueva oleada de excitado interés. Una vez establecida esta técnica, no habría razón para no emplearla a fin de distraer la atención del público en caso de problemas políticos en el interior o en el extranjero.
¿Hasta qué punto cabe demostrar la hipótesis federal? Los documentos obtenidos bajo la Ley de Libertad de Información revelan el persistente interés de la CIA por la guerra psicológica. ¿Es una coincidencia el que varios miembros del consejo del National Investigation Committee on Aerial Phenomena (NI- CAP) sean ex miembros de la CIA? Uno de ellos, Joseph Bryan III, coronel retirado de la USAF, es considerado en realidad como el fundador de la sección de guerra psicológica de la CIA; otro oficial del NICAP, Nicholas de Rochefort, llegó a la CIA a través de su predecesora, la Agencia de Servicios Estratégicos, y era también un experto en guerra psicológica. No menos evidente, en opinión de la GSW, es la decisión tomada por la Aerial Phenomena Research Organisation (APRO) en 1974, en lo que se refiere a concentrarse únicamente en los casos de contactos y abducciones, lo que podía conducirlos directamente a manos de los manipuladores.
¿Cuántas organizaciones OVNI, además de ésta, han sufrido infiltraciones? ¿Cuántas publicaciones han sido alimentadas con historias bien elaboradas?
Hay pruebas de que Generso Pope, propietario del National Enquirer, es un ex miembro de la CIA, y que sigue estando implicado en la secciones de desinformación y propaganda de la Dirección de Operaciones de la CIA (Servicios Clandestinos). ¿Y quién pagó las cantidades más elevadas por las historias más exóticas sobre OVNIS, y con ello ayudó a formar la opinión popular norteamericana, sino el National Enquirer? Esta técnica es muy similar a la de la CIA, ya que en diciembre de 1977 el New York Times informó de que, a mediados de la década de 1960, la CIA "poseía, subvencionaba o influenciaba por otros medios... más de 800 organizaciones e individuos dedicados a la información pública".
También resulta significativo que las historias de OVNIS pasen por un proceso de reencarnación: los relatos sobre platillos volantes estrellados en el suelo, tan propios de los años cuarenta, vuelven a circular en la década de 1980, en tanto que la modalidad de las experiencias de contacto personal de principios de los cincuenta se repitió en la década de 1970. Y en un aspecto más siniestro, ¿qué tipo de manipulación psicológica puede existir en los casos de encuentro de tipo personal?
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