viernes, 29 de abril de 2011

La Rectoría de Borley: La casa más encantada de Inglaterra

Cuenta la leyenda que de un monasterio del siglo XIII se escaparon un monje y una monja para vivir su particular historia de amor, pero su aventura duró poco pues fueron capturados y ajusticiados. El monje fue ahorcado y ella emparedada viva en las paredes del monasterio.

Y fue sobre las ruinas de dicho monasterio donde se construyó la Rectoría de Borley, que está situada en el condado de Essex, Gran Bretaña, en 1863. Esta casa, conocida como “la casa más encantada de Inglaterra”, que quedó destruida por un incendio en 1939, aún hoy sigue siendo considerada escenario de fenómenos inexplicables, como el denominado “paseo de la monja”, “nun’s walk”, que al parecer ocurre el 28 julio de cada año y que consiste en que una aparición blanca vaga como levitando por el jardín, y que convoca en ese lugar a muchos curiosos en esa fecha concreta.

Pero esto no es sino una pequeña parte de la extraña historia de la Rectoría de Borley.

Luces inexplicables, susurros helados, pasos en la soledad de la noche, objetos que vuelan por los aires, sombras humanas sin cabeza, cuerpos etéreos vestidos de blanco que vagan por el jardín, fantasmas que querían salir en la foto... Estos son algunos de los sucesos misteriosos que parecen haber tenido lugar en aquel antiguo caserón.

Los diferentes inquilinos que por allí pasaron sufrieron experiencias difíciles de explicar entre sus paredes. Hubo un investigador y parapsicólogo muy famoso llamado Harry Price, que a finales de los años 20, trabajó junto a la familia Smith, que entonces ocupaba el lugar, para intentar aclarar lo que en aquella casa ocurría, pero que no logró dar una explicación lógica ni científica de cuanto allí presenció.

Y digo presenció porque llegó incluso a vivir allí durante un año para tener información de primera mano. Los Smith no aguantaron más y buscaron otro lugar para vivir.

En octubre de ese 1930, el reverendo Lionel Foyster se mudó a la rectoría acompañado de su amante esposa Marianne. Y entonces comenzó, sobre todo para ella, la pesadilla.

Marianne Foyster era literalmente maltratada por extrañas presencias que a punto estuvieron de matarla en varias ocasiones. Pero había más: aparecían mensajes escritos por las paredes en los que parecían clamar por ayuda, en los que se suplicaban sus rezos salvadores.

Investigaciones posteriores apuntaron a que era la propia Marianne la que era capaz de producir todos esos fenómenos que se atribuían a presencias extrañas. Pero no explican los que les sucedió a los anteriores residentes de tan siniestro lugar.

Años más tarde también se dudó del estudio e investigación que realizó Harry Price, pero más por resultar increíble que por que existieran indicios concluyentes de que todo fuera una gran farsa.

jueves, 28 de abril de 2011

Mary King's Close: El lado oculto de Edimburgo

Edimburgo, ciudad de misterios, de sombras, de leyendas y de fantasmas, fue arrasada en el siglo XVII por la peste bubónica. Tanta eran las personas que morían cada día de este mal que tuvieron que enterrar a los muertos en fosas comunes simplemente forrados con mantas pues la madera para los ataúdes se había acabado.

Y tanto trabajo tenían siempre los sepultureros que muchas de esas fosas ni siquiera eran profundas así que, debido a la natural putrefacción del cuerpo humano tras la llegada de la muerte, la contaminación del agua que por vía subterránea circulaba por la urbe era inevitable.

El Mary King's Close, el callejón de Mary King, se convirtió en uno de los principales focos, seguramente por la pobreza, por el hacinamiento de sus habitantes y por lo fácilmente que esta plaga pasaba de unos a otros. Una vez la peste bubónica apareció en esta calle corrió como un reguero de pólvora. Las escenas que allí se vivieron pronto se tornaron desgarradoras. Cada día eran más los que aparecían tambaleándose por las calles con manchas negras sobre la piel, los ganglios terriblemente inflamados y el cuerpo cubierto de llagas dolorosas.

Entonces, presas del miedo a un contagio masivo e imparable, las autoridades locales decidieron ir levantando muros que apartaran esta humilde calle del resto de los habitantes de la ciudad, y con ella a todos los enfermos de tan terrible y contagiosa enfermedad. Mary King's Close terminó convirtiéndose en una serie de callejones oscuros subterráneos bajo las calles empedradas por las que paseaban despreocupados los que gozaban de buena salud.

Fueron pasando los años, Edimburgo siguió creciendo, y más muros se fueron levantando para mantener este lugar ya maldito fuera la construcción de una nueva y floreciente ciudad. Pero no pudieron borrarla de la memoria colectiva, ni evitar que toda una serie de historias sobre almas surgieran y se mantuvieran en el tiempo.

Historias como las de Annie, la niña que entró en contacto con una médium que por allí pasó y contó cómo sus padres habían muerto dejándola sola, en 1644, en un camastro que se convertiría en su tumba. La médium hizo un regalo al espíritu infantil que tanto le había impresionado: puso un juguete sobre un viejo arcón que había en un rincón. Dijo entonces a todos los que quisieron escucharla, y fueron muchos pues esta mujer era muy conocida en su Japón natal como parapsicóloga.

Aiko Gibo, que así se llamaba, dijo que Annie nunca se sentiría sola mientras hubiese juguetes allí colocados. Nació así una tradición que muchos han querido seguir y que es una de las más famosas de Edimburgo.

Hoy los turistas caminan con cierto recelo por sus callejuelas. Dicen que, al entrar, el aire es tan denso que te cuesta respirar y que el silencio es tan ensordecedor que pareces vivir el terror de aquellos días. A esto se añaden las cientos de leyendas sobre presencias fantasmales que tantos testigos dicen haber visto: niños de tristes caras enfermas que se desvanecen en las sombras, una cabeza barbuda que aparece sin ser llamadas, bebés que gritan de dolor, madres que suplican por la vida de sus hijos, incluso animales espectrales que no dejan de correr más allá del tiempo y del espacio.

Realidad increíble o sugestión colectiva, nadie lo sabe. Lo que sí es cierto es que quien ha recorrido el Mary King's Close no lo olvidará jamás.

martes, 26 de abril de 2011

Mansión Winchester: La casa norteamericana más embrujada

En 1884, Sarah L. Winchester enviuda quedando en sus manos la herencia del acaudalado heredero de los rifles Winchester. Pero tras tan inmensa fortuna, y según una vidente de la época a la que la desdichada viuda consultó, sufrían las almas perdidas de aquellos que murieron frente a alguno de estos rifles, sobre todo los indios masacrados durante la conocida como Conquista del Oeste. Años atrás había perdido también a su hija Annie y ahora, la muerte de su marido terminó por desequilibrarla.

Sin poder encontrar una razón natural para su tragedia, la buscó en lo sobrenatural. Y aconsejada por una médium de Boston, según la cual la pobre mujer estaba pagando las culpas de los Winchester, acosada por una legión de indios y soldados muertos por las balas de los rifles durante la Conquista del Oeste y la Guerra de Secesión, decidió mudarse y hacer todo lo necesario para calmar a los espíritus malignos.

Si les construía una casa especial para ellos, estaría a salvo mientras duraran las obras. En caso contrario, según la médium, sería la siguiente víctima de la lista. Cuánto de superstición y cuánto de desequilibrio había en Sarah Winchester, es difícil medirlo. Pero con su mudanza a una granja de ocho habitaciones en San José comenzó la leyenda de la Winchester Mystery House.

Ella creyó que su única oportunidad para vivir una vida normal era la de construir una casa de forma permanente. Si la casa nunca se terminaba, ningún fantasma podría instalarse en ella. La casa contiene muchas características utilizadas para atrapar o confundir a los espíritus. Hay puertas pequeñas o que no conducen a ninguna parte, y ventanas que miran adentro de otras partes de la casa. Aunque la mansión sea enorme, hay sólo dos espejos en el lugar. Esto se debe a que Sarah creía que los fantasmas temían a su propio reflejo.

Luego de dirigir la continua construcción de la mansión durante 39 años, Sarah falleció mientras dormía a la edad de 82 años. Muchos acontecimientos extraños han ocurrido a través de los años y siguen reportándose actualmente. Los psíquicos han visitado la casa y creen que muchos espíritus deambulan por ella, ¡junto con el fantasma de Sarah Winchester!

Han habido muchos encuentros y sucesos inusuales incluyendo pasos, portazos, voces extrañas y las famosas manchas frías. Es una de las casas más raras, sino embrujadas, de Norteamérica.

Según aquella vidente, sólo así las almas encontrarían donde morar mientras no hallaran el reposo eterno.

Esta es la leyenda que envuelve la Mansión Winchester, hoy sitio turístico donde los curiosos se acercan para descubrir por si mismos si está o no encantada. Por cierto, cuentan que al entrar te previenen de que debes ir siempre acompañado pues no te garantizan que, si te pierdes, te puedan encontrar.

Pero haya fantasmas o no, lo cierto es que la arquitectura de esta mansión sorprende a todos y se escapa a los límites de la razón. Y no es tanto porque esta mansión estilo victoriano tenga 160 habitaciones, tres ascensores, 47 chimeneas, sistema de alcantarillado y de calefacción, luces de gas que se encienden apretando un botón, (todo esto adelantado a su época), sino porque en ella puedes encontrar ventanas de dan a paredes, escaleras que no llevan a ninguna parte, puertas en medio de las ventanas en la fachada de los pisos superiores y otras rarezas. Un hecho curioso es que se creía que Sarah podía atravesar las paredes como sus fantasmales invitados, pero resulta que es que la casa consta también de pasillos secretos que, seguramente, le servían para vigilar sin ser vista como iban las interminables obras.

La Señora Winchester se pasó esos 38 años levantando, retocando, tirando y volviendo a levantar puertas y ventanas. Una nota curiosa es que el número trece se repite por toda la casa: hay ventanas con 13 paneles, escaleras con 13 escalones, todas las rejillas de desagüe tienen 13 agujeros, muchas ventanas están compuestas por 13 paneles, el pavimento de la entrada está dividido en 13 sectores, 13 cúpulas de cristal, 13 baños y en el dormitorio de Sarah hay un armario con 13 ganchos donde se colgaban 13 vestidos. Los que usaba durante sus sesiones de espiritismo.

Dicen que incluso firmó su testamento, que estaba dividido en 13 partes, 13 veces.

lunes, 25 de abril de 2011

Mystery Hill: Las misteriosas piedras de Stonehenge estaodunidense

Existe, a unas 40 millas al norte de Boston, U.S.A.), un lugar misterioso del cual aún hoy en día no se conoce toda su historia. Y es que, ocupando una superficie de unos 30 acres, puedes ver todo un complejo de megalitos y piedras bien colocadas formando muros, esculturas y mesas de ritual, (mesas que por cierto se creen que se utilizaban para realizar sacrificios pues incluyen ranuras en los bordes que, probablemente, eran para que corriera la sangre). Además, un pozo que está justo debajo de la conocida como mesa expiatoria lleva hasta una habitación o cámara subterránea, dónde, según dicen, es probable que un sacerdote hablara, como si de un oráculo se tratara, sin que lo pudieran ver los asistentes a la ceremonia.

Lo que si se sabe es que la cultura de aquellos que construyeran este complejo incluía grandes conocimientos tanto en astronomía como en el arte de construir en piedra. Este sitio, según investigaciones realizadas, es un punto de la geografía del continente americano es, astronómicamente hablando, importante teniendo en cuenta su localización exacta pues todavía hoy en día sirve para determinar, por ejemplo, cuando habrá eclipses de sol o de luna.

Según se ha podido descubrir, tras estudiar las herramientas y restos en general allí descubiertos, este yacimiento arqueológico puede tener entre 3.000 y 4.000 años y, entre los signos que representan un tipo de lenguaje, y que se hallan plasmados sobre estas piedras, se han encontrados caracteres propios de antiguas escrituras de origen fenicio, libio y celta, (con respecto a los celtas aún está por descubrir cómo consiguieron cruzar el océano Atlántico).

Si bien este lugar megalítico recuerda en ciertos aspectos al mítico Stonehenge lo cierto es que éste último se diferencia principalmente en cuanto al orden. Stonehenge compone una estructura ordenada mientras que Mystery Hill presenta cierto caos en cuanto a construcción y organización. Ahora bien, se creen que la función de ambos lugares era la misma, la de servir como lugar de culto, y como observatorio para pronosticar el tiempo y estudiar la evolución astronómica.

viernes, 22 de abril de 2011

Los siete pecados capitales: El verdadero origen y significado

Los reconocidos o tradicionales “siete pecados capitales”, la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia, son un conjunto de vicios opuestos a la enseñanza moral que el Catolicismo y el Cristianismo transmiten. Cada uno de ellos fue recopilado y clasificado por San Gregorio Magno (540 – 604 d.C.), también conocido como Gregorio I, el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia Católica.

Posteriormente, el poeta italiano, Dante Alighieri, los integro en la redacción de “La Divina Comedia” (c.1308-1321), un poema teológico considerado hoy en día una obra maestra de la literatura italiana y mundial. También otros artistas europeos tuvieron su parte en la promulgación de estos pecados capitales, gracias a la idea de utilizarlos como fuentes de inspiración en sus grandes obras.

Más allá de esto, la comunidad religiosa ha debatido durante años el verdadero contenido de los mismos llegándose, en muchos casos, a diferentes interpretaciones con sus respectivos castigos.

El primero en encabezar la lista, la lujuria, ha sido definido como aquel pecado que incluye pensamientos o deseos obsesivos o excesivos de naturaleza sexual o en palabras de Dante, “el amor excesivo por los demás”. El castigo correspondiente a la lujuria incluye el ser asfixiado en fuego y azufre.

La gula, el segundo vicio, ha sido interpretada como el consumo excesivo de comida y bebida aunque antiguamente se utilizaba para señalar toda clase de exceso. Aquellos que cometieran este pecado serian forzados a comer ratas, sapos, lagartijas y serpientes vivas.

La avaricia ha sido considerada como un pecado muy similar a la lujuria o a la gula pero aplicada a la adquisición de riquezas en particular. Su castigo, el ser colocado en aceite hirviendo.

La pereza, ha sido catalogada como la “tristeza de ánimo” que nos aparta de las obligaciones espirituales o divinas. La misma nos llevaría a una fosa con serpientes.

La ira ha sido descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enojo. El resultado de este acto seria el desmembramiento.

La envidia, el sexto pecado capital, se relaciona con la avaricia, sin embargo, la envidia desea algo que alguien más tiene, y que percibe que hace falta. Este pecado se castiga sumergiendo al acusado en agua helada.

Por último, la soberbia o el orgullo, el deseo por ser más importante o atractivo que los demás, es considerado el más grave de los pecados capitales y fuente de los mismos. El mismo era penalizado con el cruel método de tortura conocido como “La rueda”.

Hoy en día, la iglesia emitió un nuevo listado de pecados capitales: acordes al mundo globalizado en el que vivimos.
No contaminarás el medio ambiente.
No provocarás injusticia social.
No causarás pobreza.
No te enriquecerás hasta límites obscenos a expensas del bien común.
Y no consumirás drogas.

jueves, 21 de abril de 2011

Sepulcro de San Pedro en el Vaticano ¿Verdad o mentira?

La Historia, leyenda o creencias populares católicas, según el punto de vista, identifican al apóstol Pedro como el pilar sobre el que se asientan los cimientos de la Iglesia Católica. El Vaticano es, hoy día, el símbolo y centro del mundo católico, y como tal el edificio que lo representa su Basílica de San Pedro. Precisamente, bajo ella, debajo del altar papal, debajo mismo del centro del coro y directamente bajo la Cúpula que un día diseñara el gran Miguel Ángel, se levanta un monumento simbólico y muy sencillo que revela la presencia de un sepulcro que, según dicen, contiene los restos de Pedro, el alma de la Iglesia.

Curiosamente, esta necrópolis es de reciente hallazgo, pues fue descubierta en los años 40 del siglo XX cuando se estaban haciendo unas obras que habían sido encargadas por el entonces Papa Pío XI. Durante muchos años se habían buscado esos restos, pero quiso la casualidad que no fuera en unas investigaciones arqueológicas cuando se descubrieran.

En el subsuelo de la Basílica se encontraron dos filas de tumbas perfectamente alineadas que databan de los siglos I y II de nuestra era. Rápidamente la Iglesia movió todo lo necesario para dictaminar si aquélla podría ser la necrópolis tan largamente buscada.

En excavaciones de este tipo, bajo suelo papal, en territorio vaticano, la dirección pertenecía a la propia Iglesia. Siendo así, y conociendo historias pasadas, la validez y objetividad de las conclusiones que pudieran sacarse podrían quedar en entredicho. Se encargó, además, las investigaciones a dos personas íntimamente ligadas con la propia Iglesia: Monseñor Kaas, el supervisor de las mismas, y el arqueólogo Antonio Ferrua, un monje jesuita.

Diez años duraron aquellas primeras investigaciones en las que poco a poco la Iglesia descubrió en Ferrua a un arqueólogo serio y objetivo, que para nada se doblegó a los dictámenes de la propia iglesia. Lejos de lo que hubiera deseado el estamento papal, de aquellas investigaciones nada pudo sacarse. No se encontraron indicios de que aquellos restos pudieran pertenecer a Pedro. No había símbolos ni inscripciones, no había dataciones ni nada que objetivamente pudiera hacer pensar que allí descansaba el Apóstol.

Así se lo hizo saber a Pío XI. Lejos de aceptar aquellos resultados, la Iglesia inició unas nuevas investigaciones y, por supuesto, Antonio Ferrua fue descartado de las mismas, entregando el pleno gobierno de las mismas a Monseñor Kaas y, a su muerte, a Margherita Guarducci, una epigrafista muy cercana a los altos estamentos del Vaticano.

Curiosamente, y a pesar de que durante diez años, nada había podido encontrarse a pesar de que el trabajo fue duro y detallado, rápidamente se encontraron mensajes donde no hacía muchos meses habían dicho que nada había.

Guarducci encontró una inscripción al lado mismo de la tumba que tradujo como “Pedro está aquí”. Incluso sobre la propia tumba encontró símbolos que hacían referencias al Apóstol. Ya se tenían las pruebas necesarias y, por si fuera poco, unas investigaciones realizadas por ella misma sobre las osamentas determinaron que éstas pertenecían a un hombre de unos 70 años, muerto durante el siglo I de nuestra era. Con eso se completaba el ciclo para que, al fin, el Papa Pío XI pudiera hacer oficial el descubrimiento.

Así lo hizo a través de Radio Vaticano en diciembre del año 1950. Habían hecho falta solo unos meses para encontrar todo lo necesario para que así se constatara que, tal como decían las Antiguas Escrituras, la Iglesia se había levantado sobre Pedro, siendo éste así la piedra angular sobre la que se cimentó toda la creencia católico. De nuevo, un antiguo dicho se cumplía.

Evidentemente, aquellas investigaciones de Guarducci siempre han estado en entredicho por su falta de rigor científico. Tanto fue así que posteriores pruebas realizadas nuevamente sobre los restos encontrados en aquella tumba determinaron que los huesos no pertenecían a una sola persona, sino que entre ellos había huesos de un niño, de una mujer de unos 50 años, de un caballo y hasta de un cerdo.

Pero ahondando más en la antigua Historia de Pedro, nada, ningún escrito ni ningún texto, atestigua que verdaderamente Pedro estuviera en Roma. De hecho, incluso el apóstol Pablo escribió siete cartas desde Roma en las que nunca mencionó a Pedro. Es cierto, eso sí, que hubo un monumento levantado en honor a Pedro en aquel mismo lugar, aunque se data en el siglo II, pero no fue sino hasta la época de Constantino, cuando el cristianismo comenzó a hacerse fuerte, cuando comenzó a extenderse el rumor de que bajo aquel monumento había una sepultura. A eso se unió la cada vez mayor creencia popular de aquel entonces de que Pedro era el centro de la Iglesia… sólo hubo que atar cabos para que aquello se extendiera por todo el cristianismo, sin más pruebas que la de un monumento erigido en las colinas vaticanas.

Ateniéndonos además a las tradiciones de la época, y dado que supuestamente Pedro fue martirizado por un delito grave por aquel entonces, el de pertenencia al cristianismo, los cuerpos de los así sacrificados, eran arrojados a las aguas del Tíber, y desde luego, difícilmente, se les concedía sepultura.

Muchas coincidencias, una vez, como tantas otras en la historia del cristianismo, las que se dieron desde el siglo II, hasta el año 1950, para considerar al fin, que las palabras atestiguadas en el Libro de los Apóstoles eran ciertas.

¿Ciertas? quizás sí, quizás no. Pero a día de hoy, difícilmente demostrable que lo que hoy se venera bajo San Pedro sean los restos reales del apóstol Pedro.

miércoles, 20 de abril de 2011

Las siete ciudades misticas de Cibola

Para los conquistadores América era la tierra de las maravillas. Todo parecía posible en aquel nuevo mundo descubierto por Cristóbal Colón: ríos tan anchos que parecían conducir a las puertas del paraíso, selvas exuberantes que escondían a bestias fantásticas, hombres que vivían semidesnudos pero se adornaban con ricas piezas de oro, grandes y sofisticados imperios… Así cuando en 1530 llegan rumores a la Nueva España sobre la existencia de un magnífico reino llamado Cíbola a tan solo 40 días de viaje hacia el norte, los castellanos se ponen en marcha sin dudar, dispuestos a adentrarse otra vez por tierras desconocidas.

El gobernador de la Nueva España, Nuño de Guzmán, organizó en menos de un año un contingente de más de 400 castellanos y 20000 indios, destinados, en teoría, a conquistar Cíbola. El pequeño ejército vagó por las regiones de Sinaloa y Culiacán sin encontrar ninguna de las siete ciudades (la menor de ellas tan magnífica como Tenochtitlán) que supuestamente formaban aquel reino maravilloso. Ni rastro de sus calles de plata, sus casas empedradas con turquesas y esmeraldas, o sus templos altos como torres. Nuño tuvo que conformarse con fundar la localidad de San Miguel de Culiacán antes de regresar a Nueva España.

Pero la historia de Cíbola apenas había comenzado. En 1536, cuando sus siete ciudades ya casi habían sido olvidadas, llegan a Nueva España Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros: Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes y su esclavo Estebanico, según las crónicas “negro alárabe de Azamor (localidad de la costa atlántica de Marruecos)”. Ocho años antes habían participado en la nefasta expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida, de la cual eran los únicos supervivientes. Durante ocho años habían caminado a pie desde Florida hasta Nueva España, a través de la selva y el desierto, conviviendo con distintas tribus de indios y ganándose el pan a base de realizar curaciones milagrosas. Regresaban de su alucinante odisea harapientos y miserables, pero con una gran noticia: en su peregrinar se habían enterado de que al norte existía un país muy rico que no podía ser otro que el mítico Cíbola.

El virrey Antonio de Hurtado prefirió ser cauto. Encargó el asunto a Francisco Vázquez de Coronado, buen amigo y hombre con fama de cabal, quien a su vez decidió enviar antes una avanzadilla que le informase de las características del terreno, las posibilidades de aprovisionamiento y la veracidad de los rumores acerca de aquel territorio. El responsable de aquella misión sería el monje franciscano fray Marcos de Niza.

En 1539, fray Marcos parte de San Miguel de Culiacán acompañado de otro fraile, un nutrido grupo de indios y, por disposición del Virrey, el intrépido Esteban, el esclavo de Dorantes, como supuesto guía.

La primera parte del viaje no puede ser más esperanzadora para fray Marcos. Cada vez encuentra poblaciones más ricas, lo que le confirma que va por buen camino. Sus habitantes repiten lo que el ya conoce acerca de Cíbola, pero aportando datos más precisos. Según le cuentan, en Cíbola visten con camisas de algodón largas, ceñidas con cintas de turquesas y cubiertas por buenas mantas. Más allá de aquel reino habría otros, como Marata, Acus o Tonteac, cuya gente llevaría puestas unas ropas de la misma tela que el hábito del monje. El franciscano recibe además los mensajes de Esteban, a quien ha enviado por delante, y que le apremia asegurando que cada vez están más cerca de Cíbola.

Ya sólo le falta atravesar un pequeño desierto, y fray Marcos decide descansar unos días en un pequeño pueblo antes de la jornada definitiva. Nada más salir de allí encuentra a uno de los indios que iban con Esteban, cubierto de sudor y muy afligido. Le cuenta que al llegar a las cercanías de la primera ciudad de Cíbola, el señor de la misma les prohibió muy enojado entrar en ella, prohibición que fue trasgredida por Esteban. El indio vio cómo Esteban salía de la ciudad perseguido por la gente de ella, y como le mataban a parte de los que iban con él. Sin embargo, desconocía la suerte final corrida por Estebanico.

Para desazón del fraile, a los dos días encuentran ensangrentados y agotados a otros dos indios del mismo grupo, quienes le confirman la muerte de Esteban. El buen fraile se ve obligado entonces a dar la vuelta, pero ya que está tan cerca de la ansiada Cíbola no quiere marchar sin echar antes un vistazo a la ciudad. Sube a un cerro cercano y mira hacia el otro lado. Allí está la mítica Cíbola, y lo que ve no desmerece a lo que durante tantos días había soñado: calles brillantes, magníficas casas de varios pisos; una ciudad mayor y mejor que cualquiera de las descubiertas hasta entonces en el Nuevo Mundo. Y esa no es sino la menor de las siete ciudades. El fraile clava una cruz en el cerro, tomando posesión simbólica de aquella tierra en nombre del virrey y de su majestad el emperador, y emprende el camino de regreso.

Tras conocer su informe, Antonio de Mendoza encarga a Vázquez de Coronado la conquista del reino de Cíbola. La expedición, que contará con trescientos españoles y ochocientos indios de Nueva España, parte en 1540 al mando de Coronado y con la guía de fray Marcos de Niza.

Pero la empresa de Coronado no empieza bien. El maestre de campo muere en una escaramuza, y al poco se encuentran con unos exploradores enviados por el virrey que se habían adentrado 200 leguas al norte sin encontrar nada digno de mención. Fray Marcos, que ha visto la ciudad con sus propios ojos, logra tranquilizar a los demás con una elocuente descripción de las maravillas que les aguardan.

Tras días de trayecto sin más novedad que el creciente escepticismo de Coronado y sus hombres, la expedición llega a la base del cerro desde el cual el fraile divisó Cíbola. Ansiosos suben la loma, imaginando las casas de piedra, las calles de plata, la inmensa ciudad más magnífica que la mismísima Tenochtitlán… Pero al llegar arriba y mirar al otro lado no ven nada, apenas una aldea polvorienta de rústicas casas de adobe en la cual les esperan 200 indios armados. Esto supone un tremendo jarro de agua fría para toda la expedición, y para fray Marcos en particular, que recibe las maldiciones de todos sin ser capaz de entender qué ha pasado.

A pesar del desánimo, la expedición de Coronado continuará su viaje, adentrándose cada vez más en el corazón de lo que algún día será Estados Unidos. Descubren el río Colorado y su cañón. Y, buscando una nueva ciudad maravillosa, Quivira, traspasan el río Arkansas y se convierten en los primeros europeos en ver las inmensas manadas de bisontes. Pero al final sólo les aguarda otra aldea mísera. En 1542 regresan a Nueva España con una sensación de absoluto fracaso. Fray Marcos de Niza moriría en 1558, debilitado las penurias pasadas durante la expedición y vencido por la tristeza.

Cronistas posteriores alimentaron el mito de “Las siete ciudades de Cíbola” uniéndolo a una vieja leyenda hispánica, según la cual, tras la conquista árabe de la península, siete obispos lusitanos huyeron a través del Atlántico hasta llegar a una isla llamada Antilia, Cada uno de ellos fundaría una ciudad, por lo cual su isla también se conocería a partir de entonces como la “isla de las Siete Ciudades”. A pesar de las posibles conexiones entre las dos historias, los que participaron directamente en la búsqueda de Cíbola nunca mencionaron en sus relaciones esta vieja leyenda.

martes, 19 de abril de 2011

Oak Island Money Pit: El pozo del tesoro misterioso


En la Isla de Oak (Nueva Escocia, Canadá) corría el año 1795 cuando un muchacho de unos 16 años llamado Daniel McGinnis, que se hallaba en medio de sus vacaciones estivales, llegó remando hasta la solitaria Isla de Oak para pasear por ella. Y eso hizo, pero mientras guiaba sus pasos entre los robles que dan nombre a la isla observó bajo una rama cortada, de la que colgaba una vieja polea, que la tierra había sido removida y, con su joven imaginación exultante llena de historias de tesoros ocultos, dejó la isla para ir a buscar la ayuda de sus amigos en la búsqueda de respuestas.

Y así lo hicieron. Los tres amigos llegaron y excavaron… y pronto pudieron confirmar que efectivamente allí había excavado alguien con anterioridad y, además, había intentado que nadie más pudiera hacerlo. A poco más de medio metro de profundidad encontraron piedras que habían sido puestas allí como tapadera, y tanto a los 3 metros como a los 6 placas fabricadas con madera de roble. Pero llegó el momento en que comprendieron que ya no podían continuar, así que optaron por dejar marcado el lugar y se marcharon.

Y desde entonces son muchos los que han intentado encontrar el supuesto tesoro, o por lo menos descubrir cuál es el misterio que se oculta bajo tantos metros de tierra, piedra y madera. Nada se sabe aún al respecto. Sigue asombrando al mundo cómo alguien hace más de 200 años pudo construir un pozo que ha sido capaz de resistir todo tipo de excavaciones e investigaciones sin llegar a desvelar el misterio que esconde.

Expediciones posteriores, como la que llevó consigo Simeon Lynds, descubrieron más tablas de madera cada 3 metros y planchas de fibra de coco. Pero la gran sorpresa se produjo cuando alcanzaron entre los 27 y los 30 metros de profundidad, donde una losa fabricada en pórfido, material que utilizaban desde tiempos inmemoriales civilizaciones como la egipcia o la romana. Esta losa, en cuya superficie podían verse caracteres extraños, les paró el paso. Según cuentan, (esta tabla se perdió hace ya mucho tiempo), lo que ponía podía traducirse como: “40 pies más abajo hay enterrados 2 millones de libras”.

Pero ocurrió que por debajo de esta losa el agua comenzó a fluir y, aunque intentaron achicarla, nada pudieron hacer teniendo que abandonar finalmente la excavación.

Años más tarde, en 1849, los dos muchachos que ayudaron a Daniel McGinnis, colaboraron con la Sociedad Truro para resolver al fin el misterio de esta Isla. El encargado de dirigir toda la operación se llamaba Joham B. McCully y fue él quien descubrió el porqué el agua subía sin control por el pozo y cómo dirigirla hacia otro lado. Ahora bien, poco le duró el invento, pues el dique se vino abajo con el continuo empuje de las mareas altas. Una vez más el guardián del tesoro parecía hacer de las suyas y cumplir bien con su cometido. Ahora bien, esta expedición sí que logró encontrar una posible cámara en la que estaría guardado el tesoro, lo que no llegaron a acceder a ella. En el año 1861 se volvió a intentar, pero tampoco esta vez una forma de evitar que el agua y el barro lo destrozara todo impidiendo el paso.

Diversas son las teorías que se han lanzado sobre el origen de este pozo. Se habla de los Caballeros Templarios, se comenta que si Sir Francis Drake o que si el Capitán Kidd, incluso se dice que pueden ser las joyas de la Corona Francesa que desaparecieron en 1791, pero lo cierto es que aún no ha podido ni confirmarse ninguna de ellas, ni encontrar el supuesto tesoro que esconde. Hoy en día es propiedad privada y sus actuales dueños siguen buscando el tesoro.

lunes, 18 de abril de 2011

Glastonbury: Un campo de estrellas entre las nieblas de la leyenda

Glastonbury es uno de los lugares con más misterio y magia del Reino Unido. Identificado por muchos con el Ávalon de las leyendas célticas y artúricas, constituyó siempre un importante centro sagrado para los diferentes cultos que se sucedieron en la isla. Se trata de una zona de unos 20 kilómetros cuadrados que comprende principalmente unas pequeñas colinas, las ruinas de una importante abadía medieval, y el pueblo que surgió al amparo de esta y la sobrevivió.

Dominando todo el lugar se alza la imponente colina de Glastonbury Tor, coronada por una torre que es lo único que queda de una antigua iglesia consagrada a San Miguel. Aunque la colina es de origen natural, en torno a ella se distingue los restos erosionados de un sistema de terrazas erigido por los pobladores prehistóricos del lugar. Algunos estudiosos creen reconocer en ellas una estructura de laberinto cuyo carácter simbólico parece indicar una finalidad religiosa. Se trataría un centro de peregrinaje e iniciación que probablemente se mantuvo con la llegada de los druidas.

Pero la colina Tor no es el único vestigio prehistórico. Para algunos autores, en el paisaje de toda la zona se esconde un zodiaco sagrado, reflejo de las constelaciones del firmamento, y solo apreciable por completo desde el aire. Los antiguos pobladores crearon este gigantesco templo de las estrellas aprovechando los accidentes naturales; su conservación la habrían llevado a cabo iniciados en la antigua sabiduría hasta llegar a época ya cristiana.

Cerca de la Tor se encuentran las fantasmagóricas ruinas de la abadía de Glastonbury. Fundada en el siglo VII, llegó a convertirse en uno de los monasterios más grandes de Inglaterra, hasta que en 1184 fue pasto de las llamas. Tras su reconstrucción, culminada en 1213, y tras posteriores ampliaciones, recuperó casi por completo su anterior importancia. Pero en 1539 fue finalmente abandonada debido a la disolución de los monasterios ordenada por Enrique VIII.

Según una tradición cuyo origen data del siglo XII, en Glastonbury descansaron los restos del rey Arturo> y de la reina Ginebra. Dicen que Enrique II, tras escuchar en 1171 a un bardo galés contar una extraña versión del fin de Arturo en la cual este era enterrado en Glastonbury, conminó al abad de allí a buscar los cuerpos. El rey no le debió de meter mucha prisa, ya que la búsqueda no se llevó a cabo hasta 1191, en tiempos de Ricardo I. Entonces, justo en el punto indicado por el bardo, a 16 pies de profundidad, se halló un gran tronco de roble hueco. En su superficie había adosada una cruz de plomo en la cual figuraba la siguiente inscripción: “Aquí yace el renombrado rey Arturo, en la isla de Ávalon, junto a Ginebra, su segunda esposa”. Y al abrir el rudimentario ataúd aparecieron los restos de los reyes. Cuentan que los huesos de Arturo poseían un tamaño inusual y que Ginebra aún conservaba su melena dorada, la cual se convirtió en polvo nada más ser tocada.

En un primer momento los restos se guardaron en la abadía junto a las reliquias sagradas. Más tarde fueron trasladados a un sepulcro de mármol negro, construido frente al altar principal. Sin embargo se perdieron en 1539, cuando se destruyó la abadía. Se dice que un misterioso caballero vestido de negro y con los ojos rojos atacó lo que quedaba del edificio, acabando con cualquier pista que pudiese conducir al paradero de las regias reliquias.

Los eruditos ponen hoy en duda la autenticidad de aquellos restos. Afirman que el estilo de la inscripción grabada en la cruz correspondería más con el de la época en que fue encontrada que con el de la época de Arturo, y sospechan de la confluencia de intereses que favorecía su aparición: por un lado, la abadía atravesaba un mal momento económico que la presencia del legendario rey entre sus muros podía ayudar a superar; y, por otro, a los Plantagenet, recientes conquistadores de Inglaterra, no les convenía que entre las clases populares se siguiese pensando que Arturo estaba vivo y algún día regresaría a recuperar su trono.

Pero las leyendas en torno a Glastonbury no terminan con el cadáver de Arturo. Otra de ellas, tal vez de origen más tardío que la anterior, trata acerca del Santo Grial. Cuenta cómo hace veinte siglos Jesucristo y su tío José de Arimatea viajaron a Britania y en Glastonbury levantaron la primera iglesia de las islas. Se supone que después volvieron a Palestina, pero, una vez crucificado Jesús, José de Arimatea regresó a Glastonbury acompañado por un grupo de seguidores y portando un cáliz con la sangre de Cristo. Al llegar enterró el cáliz en un punto cercano a la colina Tor, del cual surgió un manantial. Su agua poseía propiedades curativas y rejuvenecedoras. Ese manantial correspondería con el pozo conocido hoy como Pozo del Cáliz o Pozo de la Sangre, cuyas aguas son de color rojo debido a las características especiales de las rocas circundantes.

jueves, 14 de abril de 2011

Silbury Hill: Colina misteriosa de Inglaterra

Cerca de Stonehenge, en el condado de Wiltshire, se alza otra de las construcciones megalíticas más antiguas de Inglaterra. Con 40 metros de altura y 167 de diámetro, Silbury Hill puede presumir además de ser el mayor túmulo europeo; ninguna otra construcción del Neolítico supera en el continente los 339600 m³ de tierra, roca de yeso y piedra cortada que configuran esta colina artificial.

Varias leyendas locales intentan explicar su origen. Una afirma que se trata del sepulcro de un antiguo rey llamado Sil (y de ahí vendría la denominación de la colina); otra asegura que quién está allí enterrado es un caballero con una armadura de oro y un caballo del mismo metal. Según una tercera, el diablo se disponía a volcar un enorme saco de tierra sobre la ciudad de Marlborough cuando fue interceptado por los sacerdotes de Avebury, quienes le obligaron a vaciarlo en aquel lugar.

De estas tres leyendas, las más cercanas a la realidad son las dos primeras, ya que, al parecer, la colina efectivamente sirvió de lugar de enterramiento. Sin embargo, todo parece indicar que su principal función consistía en ser un lugar de culto. En origen, la construcción tenía forma de espiral, con una rampa continua que llevaba desde la base hasta la cima rodeando varias veces el cuerpo central. Es probable que por esa rampa ascendiesen los sacerdotes pre-celtas durante ciertas ceremonias, realizando un recorrido que representaba el viaje del alma al Más Allá tras la muerte.

Con el paso del tiempo, por efecto primero del uso y después del abandono y la erosión, la espiral se fue borrando, dando a la construcción la forma cónica que puede observarse hoy en día.

La colina pasó así de ser una puerta al Otro Mundo a ser una puerta al pasado que los arqueólogos intentan abrir desde el siglo XVIII. El erudito William Stukeley da noticia de una primera excavación realizada en su cima en 1723 durante la cual se encontraron huesos y pequeños adornos. El duque de Northumberland acompañado de Colonel Drax lo intentaría de nuevo en 1776; en 1849 lo hicieron Blandford y Faulkner; en 1867, el reverendo Wilkinson; A. C. Press en 1886, y Flinders Petrie justo después de la Primera Guerra Mundial. Todos con resultados discretos.

La investigación más exhaustiva hasta el momento ha sido la realizada entre 1969 y 1970 por el arqueólogo Richard Atkinson con el patrocinio de la BBC. Además de obtener una idea bastante exacta sobre el proceso de construcción del túmulo, halló numerosos restos que dan prueba de su reutilización en época romana. Atkinson fechó la construcción de la colina el 1 de agosto del año 2660 a.C., aunque trabajos recientes señalan como más seguro el periodo comprendido entre el 2490 y el 2340 a.C.

No obstante, la mayor parte de lo que se sabe acerca de este lugar no pasa de ser pura especulación. A pesar de los pequeños éxitos parciales, Silbury Hill sigue guardando celosamente sus secretos.

miércoles, 13 de abril de 2011

El mar de los Sargazos: Temor a los navegantes de antaño

Pocos lugares inspiraban más temor a los navegantes de antaño que el mar de los Sargazos. Sin apenas corrientes, con largos periodos de calma total, y, sobre todo, con un casi infinito tapiz de algas flotantes en apariencia capaz de retener a cualquier navío, verse atrapado en sus aguas era sinónimo de muerte y desesperación. El aspecto extraño y el penetrante olor que le proporcionan las algas contribuían también a su aura de lugar maldito.

Situado en el norte del océano Atlántico, entre los paralelos 20 y 30, abarca una elipse de 650 000 km² (más de la mitad de la superficie de Europa), llegando desde la costa de los EE. UU. hasta la dorsal atlántica. A este mar en frecuente calma acuden a desovar las anguilas de todos los ríos europeos.

Debe su nombre a Cristóbal Colón, quien lo bautizó así al toparse con él durante su primer viaje. El almirante no demostró aquí demasiada imaginación: “Sargassum” era como se denominaba al tipo alga gigante que flota en su superficie. En siglos posteriores los marineros le darían otros nombres más terribles y expresivos, como “el mar del miedo”, “el cementerio de los barcos perdidos” o “la latitud de los caballos”, este último debido a que, cuando se terminaban los víveres, las tripulaciones de los navíos atrapados se veían obligadas a sacrificar sus caballos. Eso si tenían la suerte de llevar caballos a bordo.

Se cuentan historias muy truculentas acerca del mar de los Sargazos. Aseguran que decenas de veleros quedaron atrapados para no regresar jamás, y que muchos de ellos continúan allí, convertidos en sepulcros flotantes. En 1884 el vapor inglés Britannia encontró uno de estos barcos tripulados por cadáveres, pero su casco estaba tan deteriorado que no fue posible identificarlo.

Una de las aventuras más alucinantes vividas en este infierno verde fue la de Elipha Thomson, ayudante de cabina del velero norteamericano J. G. Norwood, barco que en 1894 fue arrojado por una tormenta al mar de los Sargazos. De las personas que iban a bordo, sólo él logró sobrevivir y regresar a aguas despejadas, en donde otra embarcación lo rescató. Según contó más tarde, debía su vida a los víveres y la chalupa que había encontrado en un vapor abandonado. Elipha declaro haber visto también un galeón español de la época colonial con su bodega todavía llena de oro.

En el caso de Elipha Thomson, como en casi todo lo referente al mar de los Sargazos resulta difícil separar la realidad del mito, un mito que podría haber empezado mucho antes de la llegada de Colón a América. Romanos, griegos y fenicios hablaban ya de un mar de vegetación en el cual los barcos encallaban y se perdían, sin que quede claro si algunos de ellos (probablemente los fenicios) llegaron a ver con sus propios ojos el mar que después se llamaría “de los Sargazos”. El mito pasó al imaginario medieval, y así aparecen en algunos mapas, como el de Andrés Bianco de 1436, peligrosos mares de algas o hierbas junto a islas fantásticas llenas de prodigios.

martes, 12 de abril de 2011

La ruta de la Seda: Un cruce de caminos culturales y religiosos

La Ruta de la Seda ha estado marcada por muchas historias y leyendas sobre su origen y desarrollo. El empleo de la seda ha sido, históricamente, un privilegio de los nobles y emperadores. Las riquezas que proveían y su vital importancia en la economía de la Antigua China hizo que se convirtiera en uno de los secretos mejor guardados en aquella época, tanto que el propio emperador decretó la pena de muerte para quien intentara exportar huevos de gusanos de seda.

Sin embargo, ningún secreto puede ser tan bien guardado y al final, una princesa allá por el siglo III d.C., lo vendió a Japón con lo que el monopolio de la seda acabó para China. Lógicamente, aquella princesa fue acusada de alta traición. Aún así, el secreto siguió sin llegar a Occidente, y no fue sino hasta tres siglos después cuando hubo un primer contacto.

Corría el año 536 cuando dos monjes nestorianos escondieron unos cuantos huevos de gusanos de seda dentro de unas cañas de bambú, y buscaron caminos poco conocidos para llegar desde China hasta Bizancio con el fin de entregarle el tesoro a Justiniano, emperador de Constantinopla. No pasó demasiado tiempo para que empezara a extenderse el comercio de la seda por la India y otros países musulmanes.

La Ruta de la Seda se convertiría en un lugar de encuentro, no sólo para el comercio de la seda, sino un cruce de caminos culturales y religiosos que fue recorrido por grandes personajes de la Historia.

Aún así, no hay constancia de cuando comenzó a considerarse aquel camino como encrucijada para desplazarse por todo Oriente. Los chinos consideran que fue Zhang Qian el padre de la Ruta de la Seda, quizás porque fue el primero que dejó constancia de todo aquel camino que recorrió en el año 138 a.C., describiendo lugares y tradiciones de los 36 reinos que componían aquel trayecto. Zhang Qian había sido enviado por su emperador, Han Wudi, para buscar aliados contra las invasiones de los Xiongnu. Sin embargo, fue capturado por éstos y retenido durante 10 años. Cuando consiguió escapar huyó hacia Asia Central, y aunque el peligro de invasiones ya había pasado y por lo tanto, la misión para la que había sido enviado ya no tenía sentido, la información que suministró sobre todo el centro de Asia quedó a buen recaudo hasta que comenzó a utilizarse primero como ruta de conocimientos entre Oriente y Occidente, y luego como ruta para el comercio, que sería inaugurado precisamente con la seda.

La clasificación actual la describe perfectamente Thomas O. Höllmann cuando habla en su libro de los sectores que la componen: el valle del Wei, el corredor del Hexe, el Gobi, el Takla Makan, las montañas del nudo de Pamir, la depresión turiana, el altiplano iranio, Mesopotamia y el desierto sirio.

Finalmente, fue a finales del siglo XIX, en el año 1877, cuando Ferdinand Von Richtofen acuñó el término con el que la conocemos “La Ruta de la Seda”.

lunes, 11 de abril de 2011

El faro de Eilean Mor: Gran misterio de las islas de Flannan

Todo ocurre en las islas escocesas de Flannan, (siete islotes situados cerca de las islas Hébridas), el día 26 de diciembre de 1900. El Hesperus, barco de suministro que hacía su ronda habitual, retrasada unos días a causa del mal tiempo, llega ante el faro de la pequeña isla de Eilean Mor y atraca. El faro, de casi 24 metros de altura y que sólo llevaba un año en funcionamiento, siempre lo recibía con la bandera izada agradeciendo así su llegada. Pero en esta ocasión no fue así.

Entre los ocupantes del barco se encontraba también un tal Moore, uno de los que habitualmente cuidaban el faro y que se reincorporaba tras unas pequeñas vacaciones. Moore fue el primero en preocuparse al sentir que algo no iba bien. Días atrás habían sufrido una terrible tormenta y desde entonces no se veía la habitual luz del faro. Además la niebla aún era densa, creando así un ambiente muy inquietante. Temía que algo le hubiera ocurrido a sus tres compañeros.

A medida que el Hesperus se acercaba, lanzaba señales destinadas a que fueran contestadas por los fareros, pero ninguna obtuvo respuesta. Ya estaba claro, algo les había sucedido.

Ya en tierra, y siempre bajo el mando del capitán Helman, unos cuantos hombres, entre los que se encontraba Moore, se acercaron hasta la puerta misma del faro. Moore tocó pero nadie contestó. El silencio del lugar resultaba ensordecedor. Tuvieron que derribar la puerta para poder entrar en su interior ya que la puerta estaba cerrada con llave…

Allí todo estaba en orden, no había rastro o pista alguna sobre lo que le había ocurrido a los tres encargados del lugar. Tan sólo el reloj, el reloj que se había detenido justo a las 9:30 y una silla tirada hacia atrás, como si el que estuviera sentado se hubiera levantado precipitadamente.

No tardaron mucho en encontrar el diario del encargado principal, Ducat, y vieron que había escrito por última vez a las 9:00 horas del día 15 de diciembre. ¿Qué es lo que había ocurrido con los tres fareros?

Con esa angustiosa incógnita partió de nuevo el Hesperus, dejando el faro al cuidado de Moore, que siguió recorriendo e investigando tanto en el interior del faro como por el resto de la isla, incluyendo la casa y la capilla, ya en ruinas y abandonadas, que se hallaban no muy lejos del faro. Unos días después la propia Armada Real Británica se presentó dispuesta a realizar una profunda labor de investigación.

Descubrieron entonces que los equipos especiales para días de tormenta no estaban, que sólo quedaba el otro de los fareros, Mc Arthur. Además la enorme y pesada grúa que se hallaba instalada en el embarcadero había sufrido movimientos violentos, quizás consecuencia de la fuerte tormenta de días atrás. Por ello las primeras teorías apuntaban a que alguno de los hombres pudo ser arrastrado por una ola de gran magnitud que golpeó la costa, probablemente Mc Arthur, y que los demás, Ducat y Marshal, se ahogaron con él al intentar salvarlo. Pero lo que no se entendía era que cómo iba a ocurrir un final tan trágico si por todo el muelle existían salvavidas y sogas a las que agarrarse.

La cuestión es que nunca se encontró rastro alguno de ellos y, por ello, nunca se ha podido explicar su desaparición. Por cierto, cuentan que Moore, que siguió cuidando el faro en soledad, enloqueció un año después… ¿la soledad y la pena acabaron con su equilibrio mental?, ¿o terminó creyendo lo que decían los habitantes de las islas Hébridas sobre que la isla estaba encantada y que una terrible criatura marina había devorado a sus compañeros cuando huían de un espeluznante ser de otro mundo?

El faro de la isla de Eilean Mor aún hoy sigue en funcionamiento. Eso sí, desde 1971 es totalmente automático y en la isla ya no vive nadie… ¿o sí?

viernes, 8 de abril de 2011

Tiwanaku: Antigua cultura andina

Cerca del año 1200 d.C. llegaba a su fin una de las civilizaciones más impresionantes y enigmáticas del mundo antiguo: la cultura Tiwanaku. Había recorrido un camino de cerca de 2500 años dejando a su paso los vestigios de su ciencia, su arte, su economía y su vida.

Situada en el altiplano andino, se especula que fue la civilización madre de muchas culturas americanas, incluidos a los Incas. Su recinto ceremonial constituía el centro de su civilización. Era una ciudad que podía albergar a unas 50.000 personas, aunque hay quienes dicen que llegaban a los 150.000. Estos fascinantes restos arqueológicos están situados a 3.843 metros sobre el nivel del mar, cerca del lago Titicaca, a unos 70 kilómetros de La Paz, capital de Bolivia, en una región inhóspita con muy poca vegetación y un clima hostil.

Los Tiwanaku eran, curiosamente, grandes agricultores, logrando técnicas de cultivos en terrazas y también en planicies, que luego fueron imitadas por varias aquellas otras culturas americanas que los sucedieron. Se cree que tenían capacidad alimenticia como para proveer de alimento a toda la actual población de Bolivia. También tenían gran habilidad para las cerámicas, manejando con destreza técnicas de armado de vasijas, queros y huacos.

Hay dos cosas que hablan de las grandes capacidades de los pobladores originales de Tiwanaku: sus construcciones y sus conocimientos de astronomía. Las ruinas hoy dejan ver los vestigios de grandes edificios, templos, pirámides, monolitos, que fueron hechas por bloques pesadísimos de piedra, armados con una precisión formidable y orientada con exactitud para seguir el movimiento del Sol y las estrellas.

En sus edificios se pueden hallar decoraciones hechas en relieve, que representan hombres de distintas etnias. Allí se ven sujetos de cara barbada, que en un lugar donde los habitantes eran lampiños, no deja de ser llamativo.

Es probable que este dato y el hecho que no se sepa a ciencia cierta cómo hicieron los antiguos habitantes de Tiwanaku para trasladar piedras de más de 20 toneladas de peso desde las lejanas canteras hasta la ciudad, sin poleas ni ruedas, haya provocado las más disímiles teorías acerca del origen de la ciudad. Los más conservadores prefieren dejar el origen de la civilización en un misterio.

Pero otros más aventurados han especulado teorías impresionantes que hablan de esta civilización desaparecida. Que los pobladores originales vinieron de Venus, pero que no se pudieron adaptar a la Tierra y decidieron volver. Que los antiguos habitantes fueron ayudados por extraterrestres para construir sus templos y edificios y que estos extraterrestres dejaron, a modo de firma, sus facciones dibujadas en las piedras de la ciudad. Que hace millones de años la Luna se acercó tanto a la Tierra que produjo la elevación de los mares y la creación de razas de hombres gigantes que construyeron la ciudad, ya que para los gigantes, los bloques de piedra no debían de ser muy pesados.

Sea como sea, la civilización fue magnífica, floreció y desapareció repentinamente. Cuando los incas llegaron a la ciudad, esta ya estaba abandonada.

Las ruinas de Tiwanaku están consideradas Patrimonio Cultural de la Humanidad, y son visitadas por miles de turistas todos los años. Pese al tiempo y a la acción desafortunada del hombre, todavía se pueden apreciar sus monolitos, sus edificios, su arte. Y tal vez se pueda imaginar algo de lo que fue una de las más grandes civilizaciones americanas de todos los tiempos.

jueves, 7 de abril de 2011

Ayers Rock: Origen del principio de los tiempos

Para los aborígenes australianos la Tierra se formó en una lejana era conocida como la Época del Sueño. Héroes a la vez semi-humanos y semi-animales viajaban entonces a través de las desérticas llanuras de Australia dando forma al mundo y a la sociedad con sus acciones. Su paso quedó marcado en la forma cuevas, rocas, riachuelos…, lugares sagrados en los cuales permanece la energía de aquellos héroes primigenios y que es necesario conocer para sobrevivir en el desierto.

Todas las rutas de la Època del Sueño se cruzan en Uluru, un enorme montículo rocoso que emerge de la llanura a unos 329 kilómetros al suroeste de Alice Springs y al cual el comisionado William Gosse rebautizó en 1873 como “Ayers Rock”. De 335 metros de altura y 9 kilómetros de perímetro, tiene una forma que recuerda vagamente a la de un corazón, parecido acentuado por el intenso tono rojizo que su superficie adquiere bajo la luz de la tarde.

Uluru/Ayers Rock posee una gran importancia religiosa para los aborígenes, y constituye el escenario de muchos de sus mitos. No hay grieta, estría o saliente que no tenga una historia que la explique.

Una serie de huecos situados en la base de la formación, por ejemplo, son las huellas que dejaron los pitjantjatjara, los hombres canguro que habitaban en su zona norte, al huir del dingo demoníaco invocado por una tribu enemiga, y al cual lograron derrotar tras arrebatarle el tótem que llevaba en la boca.

Algunas protuberancias son los cuerpos de la tribu de hombres serpiente venenosos que atacó a los yakuntjatjara, pacíficos hombres serpiente sin veneno que vivían al sur de Uluru. Bulari, la Madre Tierra, acabó con los atacantes enviándoles una nube de muerte y enfermedad.

En algunos pliegues puede verse al lagarto Kandju, que llegó buscando su boomerang perdido. Una roca es el cuerpo de otro lagarto, el lagarto de la lengua azul o Lungtaka, que una vez robó un emú a los Hermanos Pájaro Campana y después enterró la carne, la cual se convirtió en planchas de piedra. Sumamente enfadados, los hermanos quemaron la choza de Lungtaka con él dentro. Las manchas del humo todavía se distinguen en las paredes de Uluru.

Pero además de escenario mítico, Ayers Rock es también un santuario. En su base existen cuevas y grutas cuyas paredes están cubiertas por multitud de grabados con una función didáctica o religiosa, para ser utilizados como apoyo a la narración de mitos o durante ceremonias. Algunos de esos dibujos son exclusivos para hombres o mujeres, y está prohibido incluso mirar hacia la entrada de una cueva destinada al sexo opuesto.

Según aseguran los nativos las pinturas más antiguas, las más sagradas, fueron hechas por los propios habitantes de la Época del Sueño y sus primeros sucesores.

miércoles, 6 de abril de 2011

Teorías sobre la Atlántida: Un misterioso reino mitológico

“Más allá de las columnas de Hércules”. Fueron las palabras que nos legó Platón en sus diálogos de Timeo y Critias; las únicas indicaciones plausibles para localizar un reino mitológico, la Atlántida, un lugar fantástico, colmado de riquezas y avanzado tecnológicamente.

Las ansias por traspasar fronteras humanas y descubrir imposibles; la fe que siempre hemos puesto en que hay seres superiores y sociedades por encima de la nuestra nos ha embarcado a lo largo de la Historia en la búsqueda de nuestros propios límites. Encontrar la Atlántida es un reto, una frontera que marcaría el límite de una nueva era. Es la posibilidad de encontrar lo sobrehumano, la perfección que todos ansiamos para nuestra sociedad. Es algo más que descubrir una civilización perdida. Se trata de demostrar la posibilidad de que haya culturas superiores, sociedades muchos más desarrolladas que las actuales, e intentar aprender de ellas.

Sin embargo, ocultas en el fondo del mar, quizás a sabiendas de adónde podría conducir su descubrimiento y del uso que podría darse de esos nuevos conocimientos, las ruinas de aquella mítica Atlántida permanecen escondidas nadie sabe dónde. Aún así, durante siglos y siglos se ha estudiado de todas las maneras posibles su localización exacta, y el punto de partida ha sido siempre esas “columnas de Hércules”.

Estas se encuentras en el Estrecho de Gibraltar, por lo que lo lógico era determinar que “ poco más allá de las columnas”, podría ser en las cercanías de las Islas Canarias. Durante años ha sido la teoría más extendida. Sin embargo, más allá de este lugar, hay otros muchos lugares que se han ido estudiando. Son éstos los más nombrados:

- El Atlántico central
Se llegó a sugerir que el dorsal existente en el fondo del mar, desde las Azores hasta las costas de Islandia, durante algún tiempo estuvo por encima del mar. Fue una de las primeras teorías que se estudiaron, y una de las más apoyadas hasta el siglo XX. Sin embargo, se ha podido demostrar que esa dorsal en forma de S no se está hundiendo cada vez más, sino que, al contrario, su movimiento es de elevación, por lo que cada vez está más alta. Esta teoría está actualmente desechada.

- América del Norte.
Las teorías sobre la Atlántida han implicado a grandes personajes de la Historia. Nombres como los de Cristóbal Colón se han unido alguna vez a la causa por averiguar su paradero. De sus relatos se obtuvieron, o se intentaron aplicar, algunas teorías en las que se creía ver en aquel continente algunos de los rastros de la antigua Atlántida. Incluso el escritor Francis Bacon, en su libro “La Nueva Atlántida” equipara a aquella tierra con la mencionada por Platón. Sin embargo, esta teoría también se ha desechado, en este caso por motivos étnicos y culturales, ya que los indicios que se tienen de las sociedades americanas antiguas no se asemejan en nada a las que creen tuvieron en la Atlántida, mucho más avanzada cultural y socialmente.

- Los puentes continentales
Bien es sabido que hace muchos siglos el continente africano estuvo unido tanto a Europa como a América del Sur. Algunas teorías, débiles, abogaron porque algunos de esos puentes que unían los continentes coincidieran con la tierra buscada. Sin embargo, los geólogos echaron pro tierra esta teoría al afirmar que esos puentes continentales dejaron de existir hace varios millones de años, en fechas anteriores a cuando se data el reino de la Atlántida.

- La isla de Bimini en las Bahamas
Es ésta una de las teorías más fantásticas que pueda imaginarse, ya que se basa en una “visión” de un curandero. Éste afirmó haber viajado en el tiempo y en esa transgresión temporal, dijo haber conocido el reino de la Atlántida. Sus visiones que describió detalladamente, coincidían con lo mencionado por Platón. Edgar Cayce, el visionario, de 1945, afirmó que los atlantes conocían la ciencia de la fisión nuclear, y que fue en una explosión cuando el reino fue destruido totalmente.

Cayce situó aquel reino bajo la isla de Bimini en las Bahamas, y además predijo que 23 años después, en el año 1968 se descubriría algo relacionado con los antiguos templos que allí había. Inicialmente aquello no fue tomado muy en serio hasta que 23 años después, en 1968, tal y como había predicho Cayce, un zoólogo, Valentine, descubrió bajo la isla de Bimini las estructuras de una formación pétrea correspondiente a un fabuloso puerto muy antiguo que se había hundido. el muro que rodeaba el puerto medía 600 kms. de longitud. desde entonces, las controversias acerca de este muro de piedra han estado a la orden del día, pues algunos geólogos afirman que se trata de una formación natural, mientras que otros creen ver en esas piedras el trabajo de la mano humana.

- Las Islas Cícladas
Es la teoría más moderna y la más apoyada últimamente. Son muchos los que piensan que Platón se equivocó al mencionar que la Altántida estaba “más allá de las columnas de Hércules”, y que tampoco fue en el 9.000 a.C. sino en el 900 a.C. Aproximadamente, por aquellos años en el Mediterráneo ocurrió una gran catástrofe que cambió toda la fisonomía de la zona. La isla de Minas de Kalliste, la actual Santorini, estalló como consecuencia de una erupción volcánica. Fue tal el cráter que se abrió, que la mitad de la isla se hundió bajo el mar. A la lava y ceniza que expulsó y que prácticamente devastó la isla, se le unió la gigantesca ola que se levantó y que acabó por arrasar las costas más cercanas. La ola, de 60 metros de altura, llegó a una velocidad de 240 km/h. hasta las costas de Creta y se adentró hasta la misma Knossos, anegándola.

Por el otro lado, siguió su camino hasta las costas de África, adentrándose en el continente y barriendo todo el litoral africano. Hay, incluso, quien busca en el Antiguo Testamento rastros de aquel suceso al afirmar que la separación del Mar Rojo del que se habla en el éxodo de los israelitas, fue ni más ni menos que consecuencia de aquella ola.

Por otro lado, la sociedad atlante tiene sus mayores semejanzas en cuanto a cultura y tradiciones, con la sociedad minóica, otro punto de encuentro en el que se apoyan las teorías que afirman que las ruinas de la Atlántida se encuentran en el mismo centro del Mediterráneo, junto a las costas de Grecia.

Han pasado siglos desde entonces. Muchos, Y nadie ha sido capaz de confirmar nada de cuanto se leyera un día en los textos de Platón. ¿Existió realmente aquella Atlántida? y si es así, ¿dónde está? y ¿por qué no se ha encontrado hasta ahora?.

Quién sabe si alguna vez se encontrará algo. Quién sabe si en algún tiempo remoto se podrá descubrir que fue de aquella sociedad fantástica…

martes, 5 de abril de 2011

Shamballa: Los paraisos perdidos

No hace mucho hablamos de la Atlántida como de ese reino mítico que todos han buscado a lo largo de los siglos; una civilización superior social y tecnológicamente. Planteábamos el nacimiento de ese mito en la necesidad que todas las sociedades tienen de creer en sociedades perfectas, en encontrar lugares mágicos donde no ha problemas y donde todo está avanzado de acuerdo a sus creencias.

En Asia también hay un paraíso similar aunque de connotaciones diferentes; un lugar donde impera la paz espiritual, un paraíso perdido donde según los mitos budistas viven almas inmortales armónicamente con la Naturaleza. Es la fuente de la sabiduría eterna a la que en la religión budista llaman Shamballa o Shambhala, los hindúes Kalapa, a la que la cultura milenaria de Chinaconoce sitúa en los montes del Kun Lun, y en Rusia Bielovodye, la Tierra de las Aguas Blancas.

Sin embargo, en Occidente el nombre por el que se ha hecho más conocido es el de Shangri-La, nombre que le dio James Hilton en su novela Horizontes Perdidos.

En esta novela Hilton construyó un mundo perfecto al que acudían hombres de gran sabiduría de todo el mundo, que eran dirigidos por François Perrault, un monje capuchino con más de 200 años de edad. Allí protegían los tesoros que la Humanidad había perdido con tanta violencia intolerante, era el lugar donde se protegía el pasado para mostrar a los que a él pudieran acceder aquellos paraísos perdidos que todos quisiéramos encontrar.

Su descripción de aquel mundo, escondido en las más altas cumbres del Himalaya; aquel mágico poblado situado en las laderas de las montañas nevadas que de repente aparecían como lo hacen las visiones del desierto, se transformó con el paso de los años en la necesidad de creer que un reino así verdaderamente podía existir.

Ya lo decían las milenarias religiones de toda Asia al creer que en aquellas cumbres existían los manantiales de la Sabiduría. A Shambala se la conoce en Asia como el Reino Oculto, perdido en el Tibet, y habitado por seres perfectos que intentan proteger la evolución del ser humano y es considerado como la fuente del Kalachakra, la rama más esotérica de los tibetanos.

Se decía que Shambala era como una flor de loto. Tenía 8 regiones y estaban separadas entre sí por anillos concéntricos (curiosa la coincidencia con la Atlántida). En el centro del anillo central se levanta Kalapa, la que es la capital, y el palacio Kingos, hecho de muchas joyas y piedras preciosas.

La tecnología de Shambala era mucho más avanzada que la de nuestros mundos conocidos, y en la ciudad principal había unos ventanales que servían de telescopios y permitían ver la vida extraterrestre. Las fantasías y leyendas hablaban de vehículos que se desplazaban (hace siglos, no lo olvidemos) por túneles subterráneos, y de la facultad de sus habitantes de moverse a gran velocidad, trasladarse de un lugar a toro materializándose y desmaterializándose, además de tener una gran clarividencia.

Son curiosas las coincidencias existentes entre ambos reinos míticos, Atlántida y Shamballa; tanto que hace pensar en la ficción de ambos, en la inexistencia de algo que jamás podrá encontrarse y que está más apoyada, como decía al empezar, en la necesidad de la fe en cosas superiores, en lugares y condiciones que están por encima de lo que tenemos ahora, y que en algún tiempo venidero podremos tener.

lunes, 4 de abril de 2011

Triángulo de Bridgewater: El pantano misterioso de Hockomock

En la ciudad norteamericana de Massachusetts se encuentra Hockomock Swamp, el corazón del conocido como Triángulo de Bridgewater, un lugar donde se cuenta que ha habido muchos acontecimientos paranormales, como el avistamiento de animales misteriosos, espectros, luces fantasmagóricas y encuentros con los denominados Bigfoot.

El llamado Triángulo de Bridgewater abarca varias ciudades en el término de Massachusetts, escenario de acontecimientos paranormales durante siglos. Es un área de aproximadamente 300 kilómetros cuadrados situados en la parte sureste del estado. En el centro de esta área se halla el Pantano Hockomock, un lugar misterioso. Los nativos americanos ya apreciaron su carácter extraordinario cuando lo bautizaron así. Su nombre significa “lugar donde habitan los espíritus”.

¿Qué verían allí para llamarlo de esa manera?...

Muchas son las referencias que a lo largo de la historia se tienen de avistamientos de animales misteriosos en la zona. Grandes aves, a las que denominan Thunderbirds los nativos americanos, han sido presenciadas por muchas personas, entre ellas agentes de policía de Massachusetts que abandonaron sus puestos de trabajo para siempre.

Parecen resultar aves prehistóricas con una envergadura considerable. También se han visto grandes serpientes en el pantano. En la década de 1930 muchos trabajadores de la zona informaron que habían visto enormes serpientes enrolladas sobre la carretera como si fueran tubos de una estufa antigua. Panteras negras, tortugas gigantes y perros fantasmas tan grandes como un caballo son otras de las especies que se han podido avistar.

Luces fantasmas también están recogidas como fenómenos paranormales que se han podido ver en Hockomock. Parecen ser bolas de luz que sobrevuelan el pantano cambiando de color, forma, tamaño e intensidad. A menudo han aparecido como respuestas a la acción de algún ser humano que se ha atrevido a adentrarse por aquí.

A finales de 1960, cinco testigos vieron una bola de luz flotando entre algunos árboles, en las cercanías de Rehoboth. Tras gritar a la luz, ésta de repente creció de diámetro y corrió hacia ellos. La ciudad de Raynham también ha tenido avistamientos de este tipo, cuentan sobre todo que durante todos los meses de enero, sobre las vías de ferrocarril cerca del pueblo.

Criaturas denominadas Bigfoot también han sido vistas en el pantano de Hockomock. En 1970 varias personas vieron un animal peludo de casi 3 metros de altura, que escapó corriendo sobre cuatro patas. En un principio se pensó que era un oso, pero hace miles de años que los osos se extinguieron de esta región. Más tarde, ese mismo año, dos policías sintieron como algo extraño arrancaba la parte trasera de su coche patrulla. Los policías huyeron rápidamente, pero antes pudieron avistar por el espejo retrovisor la gigantesca figura de una criatura misteriosa. También dijeron que parecía un oso, pero posteriores partidas de caza jamás lograron dar con él.

Un vecino de las inmediaciones aseguraba haber visto al monstruo de Hockomock en invierno de 1978. El hombre describió a la criatura como un animal de unos 3 metros de alto, cubierto con un pelaje marrón oscuro. Casi por las mismas fechas, hay otro avistamiento, esta vez de una mujer que vio en su jardín, una noche, una tremenda figura casi de la misma altura, con el pelo oscuro. Dice que sólo le robó algunas calabazas...

Un avistamiento más se produjo en una noche fría de 1980. Un hombre de Bridgewater estaba en su canoa pescando cuando comenzó a percibir la sensación de que estaba siendo vigilado. Al acercarse más a la orilla, pudo oír el ruido de la maleza y unas grandes y pausadas pisadas sobre la hierba. En una entrevista que concedió al Boston Herald relataba que “sabía que algo grande me estaba siguiendo… sabía que no era humano porque, cuando pasó cerca de mí, pude olerlo, y olía como una mofeta, muy sucio”. El pescador nunca llegó a ver ni sentir nada más.

Todas estas observaciones paranormales plantean más preguntas que respuestas. Parece que algo misterioso y sobrenatural ha elegido el pantano de Hockomock como su verdadero hogar. Y lo más probable es que, pronto, muy pronto, volvamos a tener interesantes noticias de él…

viernes, 1 de abril de 2011

Faro de Gibraltar: El faro misterioso de Toronto

Desde 1808, el Faro de Gibraltar en Toronto ha servido como señal marítima en los Grandes Lagos. Está situado en la punta suroeste de las islas de Toronto. Este faro fue construido en piedra caliza en forma de hexágono. Solamente hay otros dos faros en Canadá construidos de esta misma manera.

La torre original se construyó en 1808, y contaba con unos 20 metros de altura, equipado con una luz blanca estacionaria. En 1932, la torre aumentó de tamaño, hasta llegar a alcanzar los 35 metros de altura, con una luz blanca esta vez rotatoria, alimentada con petróleo y carbón. Hoy en día es la principal atracción turística de las islas de Toronto.

John Paul Rademuller, el primer farero que trabajó en el faro, se sabía que fabricaba su propia cerveza, dado su origen germano. Muchos soldados de Fort York cruzaban el puerto, fuera de sus horas de trabajo, para obtener algo de cerveza gracias a Rademuller. Lamentablemente, su cerveza dio origen a un extraño suceso.

El farero fue asesinado el 2 de enero de 1815. Se cree que lo mataron tres soldados ebrios que habían viajado de Fort York para obtener cerveza. La leyenda cuenta que Rademuller se negó a servirles la cerveza, con lo que lo golpearon y lo llevaron hasta la parte superior del faro, desde donde lo arrojaron al vacío. Los soldados cortaron su cuerpo en pedazos y enterraron sus restos en varios lugares a lo largo de la isla.

Ochenta años más tarde, George Durnan, el farero en ese momento, descubrió en las arenas de la isla restos de una mandíbula humana. Aunque no se ha podido demostrar si esta mandíbula pertenecía a Rademuller, ya que este lugar era un antiguo cementerio para los aborígenes.

Algunas personas que se han acercado a las inmediaciones del faro cuentan que, en ocasiones, ven a un hombre merodear en torno al faro, como si buscara algo. Nadie ha hablado nunca con él, ya que, cuando intentan acercarse, desaparece. Se cree que es Rademuller, que cada noche, baja a la playa a buscar sus propios restos.

La noche que suele aparecer se forma una densa niebla, y entre la maleza, se oyen quejidos lastimeros. Según cuentan, del faro se escuchan golpes y ruidos extraños. Algunos fareros que han trabajado aquí tuvieron que abandonar su trabajo, ya que oían en esas noches de niebla una gran cantidad de pasos subiendo las escaleras, como si arrastraran algo muy pesado.

¿Os atreveríais vosotros a acercaros al Faro de Gibraltar en plena noche?...