Cerca del año 1200 d.C. llegaba a su fin una de las civilizaciones más impresionantes y enigmáticas del mundo antiguo: la cultura Tiwanaku. Había recorrido un camino de cerca de 2500 años dejando a su paso los vestigios de su ciencia, su arte, su economía y su vida.
Situada en el altiplano andino, se especula que fue la civilización madre de muchas culturas americanas, incluidos a los Incas. Su recinto ceremonial constituía el centro de su civilización. Era una ciudad que podía albergar a unas 50.000 personas, aunque hay quienes dicen que llegaban a los 150.000. Estos fascinantes restos arqueológicos están situados a 3.843 metros sobre el nivel del mar, cerca del lago Titicaca, a unos 70 kilómetros de La Paz, capital de Bolivia, en una región inhóspita con muy poca vegetación y un clima hostil.
Los Tiwanaku eran, curiosamente, grandes agricultores, logrando técnicas de cultivos en terrazas y también en planicies, que luego fueron imitadas por varias aquellas otras culturas americanas que los sucedieron. Se cree que tenían capacidad alimenticia como para proveer de alimento a toda la actual población de Bolivia. También tenían gran habilidad para las cerámicas, manejando con destreza técnicas de armado de vasijas, queros y huacos.
Hay dos cosas que hablan de las grandes capacidades de los pobladores originales de Tiwanaku: sus construcciones y sus conocimientos de astronomía. Las ruinas hoy dejan ver los vestigios de grandes edificios, templos, pirámides, monolitos, que fueron hechas por bloques pesadísimos de piedra, armados con una precisión formidable y orientada con exactitud para seguir el movimiento del Sol y las estrellas.
En sus edificios se pueden hallar decoraciones hechas en relieve, que representan hombres de distintas etnias. Allí se ven sujetos de cara barbada, que en un lugar donde los habitantes eran lampiños, no deja de ser llamativo.
Es probable que este dato y el hecho que no se sepa a ciencia cierta cómo hicieron los antiguos habitantes de Tiwanaku para trasladar piedras de más de 20 toneladas de peso desde las lejanas canteras hasta la ciudad, sin poleas ni ruedas, haya provocado las más disímiles teorías acerca del origen de la ciudad. Los más conservadores prefieren dejar el origen de la civilización en un misterio.
Pero otros más aventurados han especulado teorías impresionantes que hablan de esta civilización desaparecida. Que los pobladores originales vinieron de Venus, pero que no se pudieron adaptar a la Tierra y decidieron volver. Que los antiguos habitantes fueron ayudados por extraterrestres para construir sus templos y edificios y que estos extraterrestres dejaron, a modo de firma, sus facciones dibujadas en las piedras de la ciudad. Que hace millones de años la Luna se acercó tanto a la Tierra que produjo la elevación de los mares y la creación de razas de hombres gigantes que construyeron la ciudad, ya que para los gigantes, los bloques de piedra no debían de ser muy pesados.
Sea como sea, la civilización fue magnífica, floreció y desapareció repentinamente. Cuando los incas llegaron a la ciudad, esta ya estaba abandonada.
Las ruinas de Tiwanaku están consideradas Patrimonio Cultural de la Humanidad, y son visitadas por miles de turistas todos los años. Pese al tiempo y a la acción desafortunada del hombre, todavía se pueden apreciar sus monolitos, sus edificios, su arte. Y tal vez se pueda imaginar algo de lo que fue una de las más grandes civilizaciones americanas de todos los tiempos.
Situada en el altiplano andino, se especula que fue la civilización madre de muchas culturas americanas, incluidos a los Incas. Su recinto ceremonial constituía el centro de su civilización. Era una ciudad que podía albergar a unas 50.000 personas, aunque hay quienes dicen que llegaban a los 150.000. Estos fascinantes restos arqueológicos están situados a 3.843 metros sobre el nivel del mar, cerca del lago Titicaca, a unos 70 kilómetros de La Paz, capital de Bolivia, en una región inhóspita con muy poca vegetación y un clima hostil.
Los Tiwanaku eran, curiosamente, grandes agricultores, logrando técnicas de cultivos en terrazas y también en planicies, que luego fueron imitadas por varias aquellas otras culturas americanas que los sucedieron. Se cree que tenían capacidad alimenticia como para proveer de alimento a toda la actual población de Bolivia. También tenían gran habilidad para las cerámicas, manejando con destreza técnicas de armado de vasijas, queros y huacos.
Hay dos cosas que hablan de las grandes capacidades de los pobladores originales de Tiwanaku: sus construcciones y sus conocimientos de astronomía. Las ruinas hoy dejan ver los vestigios de grandes edificios, templos, pirámides, monolitos, que fueron hechas por bloques pesadísimos de piedra, armados con una precisión formidable y orientada con exactitud para seguir el movimiento del Sol y las estrellas.
En sus edificios se pueden hallar decoraciones hechas en relieve, que representan hombres de distintas etnias. Allí se ven sujetos de cara barbada, que en un lugar donde los habitantes eran lampiños, no deja de ser llamativo.
Es probable que este dato y el hecho que no se sepa a ciencia cierta cómo hicieron los antiguos habitantes de Tiwanaku para trasladar piedras de más de 20 toneladas de peso desde las lejanas canteras hasta la ciudad, sin poleas ni ruedas, haya provocado las más disímiles teorías acerca del origen de la ciudad. Los más conservadores prefieren dejar el origen de la civilización en un misterio.
Pero otros más aventurados han especulado teorías impresionantes que hablan de esta civilización desaparecida. Que los pobladores originales vinieron de Venus, pero que no se pudieron adaptar a la Tierra y decidieron volver. Que los antiguos habitantes fueron ayudados por extraterrestres para construir sus templos y edificios y que estos extraterrestres dejaron, a modo de firma, sus facciones dibujadas en las piedras de la ciudad. Que hace millones de años la Luna se acercó tanto a la Tierra que produjo la elevación de los mares y la creación de razas de hombres gigantes que construyeron la ciudad, ya que para los gigantes, los bloques de piedra no debían de ser muy pesados.
Sea como sea, la civilización fue magnífica, floreció y desapareció repentinamente. Cuando los incas llegaron a la ciudad, esta ya estaba abandonada.
Las ruinas de Tiwanaku están consideradas Patrimonio Cultural de la Humanidad, y son visitadas por miles de turistas todos los años. Pese al tiempo y a la acción desafortunada del hombre, todavía se pueden apreciar sus monolitos, sus edificios, su arte. Y tal vez se pueda imaginar algo de lo que fue una de las más grandes civilizaciones americanas de todos los tiempos.
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