En razón del lamentable estado en que se encuentra la enigmática Esfinge de Gizeh resulta imposible determinar qué representa ni con que fin la levantaron. No hay manera de saber qué clase de rostro es el suyo y si tuvo originalmente en el lomo un par de alas, como otras esfinges de menor tamaño que no han sufrido tan bárbaras mutilaciones. Y son muchos más los misterios que encierra esta estatua monumental, única en el mundo, cuyo nombre ha venido a convertirse en sinónimo de enigma sin solución.
Lo primero que sorprenderá al turista que acuda a admirar la Esfinge será su descomunal tamaño, que ha perdido gran parte de su tamaño original y que está esculpida en la roca viva, esa misma que forma la meseta de Gizeh y que sirve de base a las pirámides cercanas. No dejará de observar que desde la base de la Esfinge hasta la punta superior de su carcomida cabeza tiene la altura de un edificio de cinco pisos y que su longitud desde el extremo de las patas delanteras hasta lo que pudiera ser el comienzo del rabo, es igual a la anchura de un campo de fútbol.
Durante algún tiempo los egiptólogos creyeron erróneamente que fue Thutmoses IV el faraón que ordenó esculpir la Esfinge, todo porque apareció su sello real en la piedra. Pero se vino a descubrir más tarde que todo se remontaba a los tiempos en que, siendo un joven príncipe Thutmoses, fue a cazar al desierto y quedó tan agotado que se echó a dormir a la sombra de la Esfinge, totalmente cubierta por las arenas. Se le apareció en los sueños al cazador el dios Harmakhis y le suplicó quitar la arena que cubría la estatua. Prometía recompensarlo muy pronto. El príncipe obedeció. La recompensa consistió en que murió Thutmoses III y subió al trono su hijo Thutmoses VI. Y como este faraón era un hombre agradecido, rindió homenaje a la Esfinge esculpiendo su nombre en la piedra, para que a partir de entonces se relacionase a ambos.
Otra creencia que se vino por tierra fue la que tenía que ver con el sexo de la Esfinge. ¿Era de hombre o de mujer? No se pudo precisar tal cosa, en razón del mal estado de la cabeza, destrozada por culpa del viento del desierto, cargado de arena afilada como lija. Y también por culpa de los hombres. La historia nos informa que a comienzos del siglo pasado unos soldados turcos, los llamados mamelucos, se divirtieron utilizando la Esfinge como blanco para el tiro de cañón. Tan certera fue su puntería que su jefe, Mehemet Alí, los mandó degollar a todos en el momento de enterarse de la proeza.
Las características de la Esfinge son que carece de senos como otras esfinges de menor tamaño. Nadie puede afirmar que los tuviese alguna vez. Su rostro es irreconocible. Lo único que puede afirmarse es que es chato, de cuello regordete, anchos pómulos, tiene en la parte posterior de la cabeza un tocado faraónico y un cuerpo de leona.
En 1976, una sonda VIKING enviada a Marte, tomó la extraña fotografía de un enigmático rostro, tallado en la superficie de ese planeta. Al tiempo, un anuncio oficial afirmaba que el rostro no podría ser producida por una erosión casual. Duplicando sus mitades, aparecían alternativamente el rostro de un hombre primitivo y el de un felino. ¿Qué relación había entre esta figura y la milenaria esfinge?
La vinculación entre Egipto y el planeta rojo se manifiesta además con la importancia de ese color en la vida egipcia: Originalmente, las pirámides se encontraban pintadas de color rojizo, y el Libro de los muertos hacía alusión a Horus como... el retoño rojo. En sus frisos, solían pintar a los hombres de color rojo y a sus dioses... de VERDE. Color que habitualmente se le adjudica a los seres extraterrestres. Finalmente, la capital de Egipto, EL CAIRO, en idioma árabe significa... MARTE. ¿Fue realmente un éxodo Atlante, el origen de la civilización Egipcia? ¿O ambas culturas tienen un origen común... más allá de nuestra comprensión? El misterio que envuelve a esta enigmática civilización, aún es indescifrable.
La han llamado "El rostro de Marte"... Un investigador de la NASA anunció en las Naciones Unidas que no podía ser una erosión casual en la desértica superficie del planeta. Los ingenieros espaciales comprobaron que se trataba de un objeto simétrico que presentaba formas similares a dos cavidades oculares, una boca y la línea del cabello a ambos lados. Se duplicó una de las dos mitades, y se obtuvo el rostro de un hombre primitivo. Luego, se duplicó la otra mitad, y apareció la imagen de un felino. Este doble rostro relaciona la fotografía de Marte directamente con la milenaria Esfinge de Gizeh, del antiguo Egipto, con rostro humano y cuerpo de león. ¿Sería esa fusión del hombre y el felino, el testimonio de una misma cultura, que diseminó sus monumentos en ambos planetas? La Esfinge de Gizeh es la estatua de piedra más grande del planeta, tallada en una sola pieza sobre un macizo rocoso. Mide 20 metros de alto y 57 de largo, y su rostro, de 4 metros de ancho, mira hacia Occidente.
En la actualidad, los arqueólogos cuestionan la antigüedad que se le adjudica. Se le atribuían 4.500 años, pero hoy, a través de la técnica del identikit, ni siquiera se puede considerar que su rostro sea el de aquel faraón Kefrén que la habría mandado a construir. Hay nuevos descubrimientos que aseguran que el cuerpo de la Esfinge no fue erosionado por la arena y el viento, sino que tiene huellas de erosión producida por el agua. Pero esto resulta inexplicable, porque en el Sahara hace más de nueve mil años que no llueve en cantidad. En cambio, las pirámides cercanas sufrieron la erosión posterior del viento y la arena. Esto demostraría que la Esfinge duplica en antigüedad a las pirámides,remontándose a una época tan remota, que ningún terráqueo podría haberla construido con esa magnitud y escala.
¿Quién la construyó entonces, con su inquietante fusión de hombre y león? ¿La misma civilización que habría dejado en Marte ese rostro de hombre y felino?
Lo primero que sorprenderá al turista que acuda a admirar la Esfinge será su descomunal tamaño, que ha perdido gran parte de su tamaño original y que está esculpida en la roca viva, esa misma que forma la meseta de Gizeh y que sirve de base a las pirámides cercanas. No dejará de observar que desde la base de la Esfinge hasta la punta superior de su carcomida cabeza tiene la altura de un edificio de cinco pisos y que su longitud desde el extremo de las patas delanteras hasta lo que pudiera ser el comienzo del rabo, es igual a la anchura de un campo de fútbol.
Durante algún tiempo los egiptólogos creyeron erróneamente que fue Thutmoses IV el faraón que ordenó esculpir la Esfinge, todo porque apareció su sello real en la piedra. Pero se vino a descubrir más tarde que todo se remontaba a los tiempos en que, siendo un joven príncipe Thutmoses, fue a cazar al desierto y quedó tan agotado que se echó a dormir a la sombra de la Esfinge, totalmente cubierta por las arenas. Se le apareció en los sueños al cazador el dios Harmakhis y le suplicó quitar la arena que cubría la estatua. Prometía recompensarlo muy pronto. El príncipe obedeció. La recompensa consistió en que murió Thutmoses III y subió al trono su hijo Thutmoses VI. Y como este faraón era un hombre agradecido, rindió homenaje a la Esfinge esculpiendo su nombre en la piedra, para que a partir de entonces se relacionase a ambos.
Otra creencia que se vino por tierra fue la que tenía que ver con el sexo de la Esfinge. ¿Era de hombre o de mujer? No se pudo precisar tal cosa, en razón del mal estado de la cabeza, destrozada por culpa del viento del desierto, cargado de arena afilada como lija. Y también por culpa de los hombres. La historia nos informa que a comienzos del siglo pasado unos soldados turcos, los llamados mamelucos, se divirtieron utilizando la Esfinge como blanco para el tiro de cañón. Tan certera fue su puntería que su jefe, Mehemet Alí, los mandó degollar a todos en el momento de enterarse de la proeza.
Las características de la Esfinge son que carece de senos como otras esfinges de menor tamaño. Nadie puede afirmar que los tuviese alguna vez. Su rostro es irreconocible. Lo único que puede afirmarse es que es chato, de cuello regordete, anchos pómulos, tiene en la parte posterior de la cabeza un tocado faraónico y un cuerpo de leona.
En 1976, una sonda VIKING enviada a Marte, tomó la extraña fotografía de un enigmático rostro, tallado en la superficie de ese planeta. Al tiempo, un anuncio oficial afirmaba que el rostro no podría ser producida por una erosión casual. Duplicando sus mitades, aparecían alternativamente el rostro de un hombre primitivo y el de un felino. ¿Qué relación había entre esta figura y la milenaria esfinge?
La vinculación entre Egipto y el planeta rojo se manifiesta además con la importancia de ese color en la vida egipcia: Originalmente, las pirámides se encontraban pintadas de color rojizo, y el Libro de los muertos hacía alusión a Horus como... el retoño rojo. En sus frisos, solían pintar a los hombres de color rojo y a sus dioses... de VERDE. Color que habitualmente se le adjudica a los seres extraterrestres. Finalmente, la capital de Egipto, EL CAIRO, en idioma árabe significa... MARTE. ¿Fue realmente un éxodo Atlante, el origen de la civilización Egipcia? ¿O ambas culturas tienen un origen común... más allá de nuestra comprensión? El misterio que envuelve a esta enigmática civilización, aún es indescifrable.
La han llamado "El rostro de Marte"... Un investigador de la NASA anunció en las Naciones Unidas que no podía ser una erosión casual en la desértica superficie del planeta. Los ingenieros espaciales comprobaron que se trataba de un objeto simétrico que presentaba formas similares a dos cavidades oculares, una boca y la línea del cabello a ambos lados. Se duplicó una de las dos mitades, y se obtuvo el rostro de un hombre primitivo. Luego, se duplicó la otra mitad, y apareció la imagen de un felino. Este doble rostro relaciona la fotografía de Marte directamente con la milenaria Esfinge de Gizeh, del antiguo Egipto, con rostro humano y cuerpo de león. ¿Sería esa fusión del hombre y el felino, el testimonio de una misma cultura, que diseminó sus monumentos en ambos planetas? La Esfinge de Gizeh es la estatua de piedra más grande del planeta, tallada en una sola pieza sobre un macizo rocoso. Mide 20 metros de alto y 57 de largo, y su rostro, de 4 metros de ancho, mira hacia Occidente.
En la actualidad, los arqueólogos cuestionan la antigüedad que se le adjudica. Se le atribuían 4.500 años, pero hoy, a través de la técnica del identikit, ni siquiera se puede considerar que su rostro sea el de aquel faraón Kefrén que la habría mandado a construir. Hay nuevos descubrimientos que aseguran que el cuerpo de la Esfinge no fue erosionado por la arena y el viento, sino que tiene huellas de erosión producida por el agua. Pero esto resulta inexplicable, porque en el Sahara hace más de nueve mil años que no llueve en cantidad. En cambio, las pirámides cercanas sufrieron la erosión posterior del viento y la arena. Esto demostraría que la Esfinge duplica en antigüedad a las pirámides,remontándose a una época tan remota, que ningún terráqueo podría haberla construido con esa magnitud y escala.
¿Quién la construyó entonces, con su inquietante fusión de hombre y león? ¿La misma civilización que habría dejado en Marte ese rostro de hombre y felino?
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