viernes, 30 de noviembre de 2007

Los Rollos del Mar Muerto

El desierto de Judea, la inmensidad donde muchos creen que Jesús caminó en su jornada final a Jerusalén; pero un siglo antes del nacimiento de Cristo una secta judía extremista también se retiró al mismo lugar. Tras ellos dejaron evidencia escrita de un grupo de creencias y prácticas que hoy pudieran cuestionar la originalidad de los evangelios cristianos.
Lo escrito pudiera sugerir que el ideal monástico seguido por los monjes cristianos, como los actuales, deben más al judaísmo que a las inspiradas enseñanzas de Jesús. Verdadero o no, se piensa que la respuesta se encuentra preservada en los fragmentos de unos rollos de pergamino que fueron encontrados cerca del Mar Muerto en 1947. Desde su descubrimiento los llamados rollos del Mar Muerto han creado controversia, no solo sobre religión sino sobre la naturaleza de la erudición científica.
Estos textos preevangélicos son la única prueba de eventos escritos cuando Jesús aún vivía, y muchos de ellos no han sido publicados durante más de 40 años.
Todo se inició una mañana de invierno, cuando un niño árabe buscaba a su cabra en una cueva cerca del Mar Muerto. Dentro de una de estas cuevas encontró varias vasijas de barro que contenían unos rollos cubiertos de tela. De vuelta en su campamento, con su gente desenrollaron un pergamino del largo de una de sus tiendas, sin saberlo estaban observando un libro de Isaías 1000 años más antiguo que cualquier copia conocida; no pudieron leer la escritura hebrea del pergamino, pero al día siguiente llevaron el rollo hasta el mercado de la ciudad de Belén. Lo vendieron a un anticuario, quién tiempo después fue localizado para que, después de negociaciones que duraron semanas, aceptara vender los rollos que se encontraban en su poder.
Los árabes iniciaron inmediatamente una cacería de rollos. Peinaron los riscos, el descubrimiento más grande de todos se efectuaría en septiembre de 1952, cuando desenterraron otro grupo de rollos de una cámara excavada en una colina. Llegaron a encontrar 10.000 fragmentos, y luego los arqueólogos encontraron muchos más.
Muchos de los manuscritos encontrados eran copias de libros muy conocidos del Viejo Testamento pero algunos fragmentos reflejaban el pensamiento de los judíos durante un período en el que el judaísmo rabínico y el cristianismo estaban empezando.
Buscando pistas sobre los autores de los rollos, a unos dos kilómetros de la primera cueva encontraron los restos de un antiguo asentamiento llamado Qumran, conocido desde tiempo atrás pero jamás investigado. Durante excavaciones que se iniciaron en 1949 y que duraron cuatro o cinco temporadas, se descubrió que Qumran había estado habitada durante un período de 300 años pero fue abandonada cuando fue atacada por las legiones romanas en el año 68 d. de C. Durante las excavaciones se encontraron muchas vasijas idénticas a las encontradas en las cuevas. ¿Pero quiénes habitaban Qumran? Según los historiadores del siglo I, era un grupo religioso llamado los essenos, que vivían a orillas del Mar Muerto. De acuerdo a los pergaminos los essenos tenían muchas cosas en común con los cristianos actuales: el bautismo, compartir los bienes comunales y aún más, una comida ritual que celebraban anticipando el día en que el Mesías los bendiciría y les daría pan y vino.
Los siguientes cuarenta años vieron la publicación de menos de 100 de los 500 manuscritos. Estos retrasos dieron lugar a teorías de conspiraciones sin fin; aún el Vaticano fue acusado de querer suprimir su contenido.
¿Pero realmente los rollos fueron escritos en Qumran?
Los cientos y cientos de diferentes tipos de escritura sugiere que todo no se puede haber hecho en un solo lugar por un pequeño grupo sino que venían de toda Palestina.
¿Acaso fueron los escritos de un grupo que luchaba por la libertad y vivía en el desierto los responsables de las raíces de la cristiandad? ¿Escribieron ellos los sucesos de Jesús de Nazaret? Tal vez si su número de seguidores hubiera aumentado y se hubieran convertido al cristianismo, sus ritos y esperanzas mesiánicas pudieron adoptarse como creencias cristianas. Tal vez fueron los primeros cristianos, como sostiene una teoría, si fue así, entonces el Jesús de los Evangelios pudiera tener que reevaluarse.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Petra La ciudad rosada del desierto

Petra es sin duda el lugar más extraordinario de Jordania. Visitarla es hacer un viaje al principio de los tiempos, a un enclave de grandes secretos y misterios milenarios. Se trata de una ciudad mágica, un mundo fantástico, casi un decorado; un lugar perteneciente al mundo de los sueños más que a la realidad, donde las construcciones excavadas en las rocas parecen surgir del interior y las columnas brotar del suelo como árboles sagrados.
Citada en la Biblia con el nombre de Selá (la Roca), también se la conoce como la Ciudad Rosada por el color dominante de sus piedras, cuya gama de vetas con matices y difuminados azules, amarillos, rojos, morados y púrpuras, se entremezclan en estratos dando lugar a fantásticas figuras, que según la luz del día van cambiando y consiguiendo efectos pictóricos que contribuyen a que el lugar sea mucho más atractivo.

PETRA: LA CAPITAL DE LOS NABATEOS
El conjunto de ruinas de Petra fue descubierto en 1812 por el arqueólogo suizo Johann Ludwig Burckhardt, conocido también con el nombre árabe de Ibrahim ibn'abd Allah, quien además descubriera los templos egipcios de Abu Simbel. La primera excavación arqueológica en Petra tuvo lugar en 1919 y estuvo a cargo de G. y A. Horsfield en nombre de la Expedición Melchett. Desde entonces se han hallado vestigios del Paleolítico Superior, el Neolítico y la Edad de Hierro. Según parece, el asentamiento se produjo en Petra alrededor del siglo VII a. C. convirtiéndose en capital en el II a. C. Pero a pesar de las excavaciones realizadas desde principios del siglo XX, existe una frustrante ignorancia sobre gran parte del pasado y la creación de esta ciudad, atribuyendo la mayoría de sus monumentos al período del reino nabateo.
Los nabateos, en principio tribu nómada del desierto arábigo, se expandieron hacia el norte con el fin de controlar el tráfico de caravanas y fundaron su capital en un lugar enormemente estratégico, garantizando su protección a los mercaderes a cambio del pago de un impuesto. Petra controló en su apogeo una gran área en las márgenes del desierto del Oriente Próximo, que se extendía desde el norte del Sinaí hacia Damasco. Desde el siglo V a. C., fue un centro comercial que adquirió su mayor auge entre el 100 a. C. y el 150 d. C..
En el año 106 d. C. se anexionó a la provincia de Arabia. Con la expansión del cristianismo en el siglo IV d. C. Petra se transformó en la sede de un obispado y consecuentemente algunos de sus edificios fueron convertidos en iglesias, como la Tumba de la Urna y Ed-Deir. Petra decayó como resultado de una serie de violentos terremotos durante los siglos V y VI d. C. y del establecimiento de la dinastía musulmana omeya en Damasco, hasta que en el período de Los Cruzados recuperó su importancia estratégica. Los templarios construyeron incluso dos fortalezas cuyas ruinas aún pueden ser visitadas en Al-Wueira, en la cima del monte El-Habis. A finales del s. XIII, Petra desapareció totalmente de la Historia hasta su redescubrimiento en 1812.
La cultura nabatea influyó en los pueblos de la época, habló árabe y arameo, tomó dioses de los semitas. Su arte muestra influencias asirias y sobre todo grecorromanas.
Llama la atención el gran nivel de civilización que alcanzaron los nabateos. Eran un pueblo pacífico y tolerante, con una sociedad perfectamente organizada: acuñaron monedas, la esclavitud no existía, el rey era elegido en asamblea por el pueblo y eran grandes amantes de las ceremonias y las fiestas. La agricultura y la ganadería eran su sustento, consiguiendo su prosperidad gracias a la estratégica posición de la ciudad como confluencia de las rutas comerciales que enlazaban China, India y el sur de Arabia con Egipto, Grecia y Roma.
Crearon un sistema de riego y transporte del agua realmente adelantado para la época, de este modo el suministro del preciado líquido estaba asegurado por numerosas cisternas y un complejo sistema de canales y tuberías que llevaban, a través del Siq, el agua del manantial del Wadi Musa hasta el corazón de la ciudad.
Los habitantes vivían en cuevas naturales o excavadas en la roca y los inmensos campamentos de tiendas que durante siglos ocuparon la superficie del valle tenían todas las instalaciones propias de un gran centro de caravanas.
Los nabateos fueron muy religiosos, sus dioses más importantes eran Dushara y Allat; el primero es el del Sol y Allat el de la Luna y la noche. Se cree que su religión estaba muy marcada por la agricultura y los ritos relacionados con la fertilidad. La diosa aramea Atargatis también fue adorada y representaba la agricultura, la flora y la fauna.
El culto a la muerte debía constituir, ciertamente, la característica preponderante de su cultura, hasta el punto de enlazarse y confundirse con el de la divinidad; prueba de ello es la doble función de algunas tumbas-templo, entre las que destaca por su importancia e interés artístico la de Ed-Deir. Hoy en día existen algunas tribus del desierto que descienden de esta maravillosa civilización.

CÓMO LLEGAR
Para acceder a Petra debemos partir de una pequeña población llamada Wadi Musa -Valle de Moisés-. Cuenta la leyenda que el profeta pasó por este valle en su éxodo hacia la Tierra Prometida, y al golpear sobre una roca surgió una fuente de agua. En el lugar escogido, Ain Musa, se puede ver un monumento de tres cúpulas situado en la carretera.
En la actualidad, algunos beduinos viven en la ciudad dedicándose al cuidado de ésta, por lo que es normal encontrar animales entre las ruinas y caballos de un lado para otro que son utilizados por los turistas. Muy cerca del Rest House está la entrada a las ruinas. Allí veremos a grupos de beduinos que alquilan sus servicios para atravesar la primera parte, es-Siq, a caballo. A veces es imprescindible llevar un pañuelo en la cara por el polvo que mueven los animales, sobre todo si se prefiere hacer el camino a pie.
Cerca del hotel Petra Forum se pueden observar los restos de una gran cisterna nabatea denominada al-Birka. Sus muros, que fueron en parte construidos y en parte excavados en la piedra, podían albergar más de 2.500 metros cúbicos de agua para abastecer toda la ciudad. Los primeros monumentos que se encuentran son tres grandes bloques llamados los Bloques Fantasmas. Forman parte de los más de 35 que existen en toda Petra. Su significado sigue siendo un misterio. Mientras algunos investigadores argumentan que se trata de monumentos funerarios construidos durante la primera época, otros consideran que se trata de representaciones de pirámides escalonadas, lo que indicaría una conexión con Mesopotamia y el Antiguo Egipto.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Momias egipcias

La palabra "momia" proviene del árabe mummiya, de mum o betún, sustancia resinosa que se empleó profusamente en la manipulación de cadáveres. Indudablemente, las momias aparecen en el Egipto de los faraones como claro reflejo de las creencias religiosas de la época. Para los antiguos egipcios, después de la muerte, el cuerpo (el jat) y el alma vuelven a reunirse en el otro mundo, el amenti, equivalente al paraíso de los cristianos. Y mientras el alma se enfrenta a duras pruebas, el cuerpo debe mantener un aspecto lo más vivo posible, para poder unirse después con el espíritu.
El alma era un concepto complejo concebido a través de tres principios básicos: lo inmortal o aj, la energía vital o Ka, y lo espiritual o ba. El aj representa la fuerza divina que se encarna en el hombre. Tras la muerte, lo inmortal abandona el cuerpo, para reunirse con los dioses. Por su parte, el Ka está compuesto de materia sutilísima y enrarecida. Este principio aparece simbolizado en las pequeñas estatuillas hechas a imagen del difunto, llamadas ushebti, que se colocaban en la capilla funeraria, con objeto de que asumieran los trabajos que los dioses pudieran ordenar al dueño de la tumba. El Ka continúa viviendo una existencia ficticia en el sarcófago y, si no cuenta con suficientes ofrendas y manjares, corre el peligro de fenecer. El tercer principio, el ba, representado iconográficamente por una cigüeña negra, es capaz de abandonar el cuerpo durante el día aunque, por temor a ser devorado por los espíritus malignos de la noche, siempre regresa al atardecer. El ba puede ser destruido por sus pecados y delitos, lo que imposibilitaría el reencuentro con el cuerpo.
Tanto el alma como el cuerpo deben permanecer intactos. Así, el destino de un alma sin cuerpo, y viceversa, es la muerte definitiva. Estas profundas convicciones del antiguo pueblo egipcio justificaban la práctica de la momificación. Ahora bien, ¿cómo aprendieron las técnicas de conservación sin conocimientos científicos previos sobre la putrefacción y descomposición de los tejidos?
Hoy sabemos que los primeros intentos de momificación se llevaron a cabo exclusivamente sobre miembros de la realeza. Según Heródoto (el historiador griego que visitó Egipto en el año 450 a.C., cuando una persona fallecía, las mujeres de la familia se embadurnaban la cabeza de barro, con las túnicas arremangadas y mostrando un seno, corrían por la ciudad propinándose golpes, tirándose de los pelos y desgarrándose las vestiduras. Iban acompañadas por algunos otros parientes y también por plañideras, mujeres pagadas para la ocasión que fingían gritos y sollozos. A continuación, el difunto era trasladado a pernefer, la casa de la momificación.
Heródoto nos cuenta que había tres clases de servicios: para los ricos, para los de media fortuna y para los pobres. Los sacerdotes mostraban a la familia unas maquetas de madera en las que se podía apreciar el resultado final. Convenido el precio y el modelo, comenzaba la labor de conservación, que duraba setenta días justos. Lo primero que se hacía con el cadáver, una vez desnudado y tendido sobre un tablón o una mesa de madera, era lavarlo y perfumarlo. Los embalsamadores sabían que los órganos internos son los primeros en corromperse, por lo que se retiraban inmediatamente. El cerebro se extraía mediante un garfio introducido por un orificio nasal (generalmente el izquierdo), por succión o inyectando una sustancia desconocida que licuaba la materia gris. Luego, con una afilada piedra etíope u obsidiana, el parasquita (sacerdote encargado de la parte quirúrgica) hacía una incisión en el flanco izquierdo del abdomen para sacar los órganos y vísceras: el estómago, los intestinos, el bazo, el hígado, la vejiga, los pulmones... Todo menos el corazón, que permanecía en su lugar, y los riñones, que, por razones desconocidas no se tocaban. Normalmente tampoco extraían sus ojos, pero debido a su elevado contenido de agua, se hundían en las órbitas, y como quiera que ello provocaba una expresión fantasmagórica, en ocasiones rellenaban la cavidad ocular con bolitas de lino, o bien sustituían los ojos por prótesis de vidrio, piedra o hueso.
Una vez eviscerado el cadáver, sacerdotes especializados (taricotas) lavaban con vino de palma y otros sustancias balsámicas el interior de la cavidad torácica y abdominal, operación que repetían con las vísceras. Es la fase del embalsamamiento. El siguiente paso consistía en sumergir durante varias semanas, tanto el cuerpo como las vísceras, en natrón, una sustancia rica en sal que obtenían de los lechos de lagos secos. El natrón ayuda a retirar todo el agua de la futura momia: sin el líquido vital, los procesos biológicos implicados en la putrefacción se interrumpen. Para acelerar el proceso de deshidratación y prevenir cualquier desfiguración del cuerpo, las cavidades vacías se rellenaban con materiales como piedras, aserrín, cebollas, vegetales secos y arena.
Las vísceras, después de saladas, se embadurnaban con resinas vegetales y se envolvían en telas para formar cuatro paquetes no mayores que un plátano, que se guardaban en otros tantos vasos canopes, unos recipientes herméticos con forma de ánfora fabricados generalmente de alabastro, piedra caliza o barro cocido. Cada vaso llevaba la imagen de uno de los cuatro hijos de Horus, genios funerarios con la misión de custodiar los distintos órganos: Amset, con cabeza humana, protegía el estómago y los intestinos; Duatmufed, con cabeza de chacal, los pulmones; Kebehsenuf, con cabeza de halcón, el hígado; y Hapi, con cabeza de mono, los órganos menores.
Al cuerpo, tras su paso por la bañera de natrón, se le extraía el material de relleno, que por cierto volverá a ser aprovechado de nuevo más tarde, pero esta vez metido en bolsitas de lino.
Antes de proceder al vendado, los sacerdotes untaban el cadáver con una mezcla de cera, natrón, aceite de cedro, comino, goma y, posiblemente, vino y leche, todo ello espolvoreando con especias conservantes. Además, para fortalecer la piel y evitar el enmohecimiento, aplicaban una capa de resina a todo el cuerpo.
El acto de vendar el cuerpo embalsamado era bastante complejo, dominado únicamente por los coaquitas, sacerdotes que además tenían el cometido de leer las fórmulas sagradas durante la momificación. Estos eran capaces de doblar las vendas de mil maneras diferentes, formando pliegues artísticos y adornos. Primero se envolvían las extremidades, luego la cabeza y finalmente el tronco.... Entre 500 y 700 metros de tela llevaba empaquetar una momia.
En los diferentes estratos de las vendas de lino se incluían asfaltos, resinas, aceites de varias clases, mieles, flores y hierbas. Además, entre vuelta y vuelta, se metía un sinnúmero de amuletos y talismanes. Como los famosos escarabeos (jepera, en antiguo egipcio), que eran representaciones escultóricas del escarabajo pelotero, símbolo de la vida eterna y atributo del dios Ptha.
Ahora comienza la fastuosa procesión fúnebre. El sarcófago se colocaba en un trineo para ser arrastrado hasta la orilla del Nilo en medio de un nutrido cortejo de sacerdotes, familiares y plañideras. Tras cruzar el río en unas barcazas funerarias, se llegaba al lugar del enterramiento. Allí, el sarcófago se ponía en posición vertical, momento en que el sacerdote hacía con un hacha la importantísima ceremonia de la Apertura de la boca, para que el difunto, según la tradición, recobrase las funciones del habla.
La ceremonia de entrada a la tumba incluía también el sacrificio de un animal y la lectura de textos sagrados. Después se barría todo bien y se procedía a degustar el banquete funerario. Por último, el sacerdote principal pronunciaba la solemne fórmula que coronaba tantos esfuerzos: "Vive otra vez, tú revivirás, tú has vuelto a ser joven otra vez, tú eres joven y así por toda la eternidad".

martes, 27 de noviembre de 2007

Machu Picchu

Erigida peligrosamente sobre la cúspide de una montaña, entre dos picos escarpados de los Andes peruanos, yace una impresionante ciudad abandonada: uno de los enigmas arqueológicos más bellos y fascinantes del Hemisferio Occidental. Nadie conoce su verdadero nombre, pero los nativos la llaman Machu Picchu, que quiere decir Vieja Cumbre, en honor de una de las dos montañas que la guardan. La otra es Huayna Picchu o Joven Cumbre, más alta que la primera, y que aparece siempre al fondo en todas las fotografías. Una salvaje vegetación escondió sus templos construidos de granito, los acueductos, las fuentes, las tumbas, las terrazas y las incontables escaleras durante más de 700 años, hasta que un joven profesor norteamericano de Historia de Latinoamérica de la Universidad de Yale de New Haven, Hiram Bingham, la descubrió en 1911.
Dos caminos conducen actualmente al impresionante escenario de Machu Picchu: el antiguo sendero inca, que lo comunica con Cuzco, y el tren. El sendero inca está más indicado para quien desee revivir la aventura de un viaje a pie en el ambiente de los Andes y descubrir la ciudad megalítica desde la húmeda vegetación de los bosques, si bien se encuentra plagado de lagartos, salamandras, culebras e insectos venenosos. El otro medio, el ferrocarril, tiene dos posibilidades: el tren indio, que parte de Cuzco entre las 5 y las 6 de la mañana, y suele estar abarrotado por los habitantes de la zona, invierte en el recorrido unas 6 horas; o el tren para turistas, que parte puntualmente todos los días a las 7 de la mañana y llega a las 10:30 a la estación del valle de Machu Picchu, situada en una profunda hondonada. Desde aquí, los viajeros son trasladados en autobús hasta la acrópolis, situada a 2300 metros sobre el nivel del mar y a 500 sobre el torrencial Urubamba, en un cuarto de hora. La visita turística dura hasta las 3 de la tarde, y finaliza con una comida en el hotel. Incluso puede comprarse un documento que certifica haber visitado la antigua ciudad inca.

¿Quiénes construyeron esta ciudad? ¿En qué época y con qué finalidad?
Algunos investigadores suponen que fue edificada cien años antes de la conquista de Perú por Francisco Pizarro, pero otros creen que su origen es mucho más antiguo. La espléndida arquitectura de sus edificios indica que allí vivían personas de la realeza. En las fosas del cementerio se descubrieron 173 esqueletos, de los que 150 pertenecían a mujeres. Se cree que, a raíz de la caída del Imperio Incaico, algunas supervivientes, conocidas como las Mujeres Elegidas, huyeron a este retiro para ponerse a salvo de los conquistadores españoles y allí vivieron hasta su muerte.
Una de las razones por las que Machu Picchu continúa siendo un misterio es porque los Incas carecían de escritura. Nuestros únicos conocimientos sobre su civilización nos llegan a través de las crónicas escritas durante la conquista de Perú, pero en ninguna de ellas se menciona nada sobre esta fortaleza inca, lo cual demostraría que los conquistadores nunca llegaron a descubrirla.
Hasta hace unos 30 años, los viajeros hacían la última parte de su jornada hacia Machu Picchu montados sobre una mula, y escalaban la montaña por una tortuosa senda, bordeando precipicios escalofriantes. Hoy podemos desplazarnos en avión hasta Cuzco, la capital del antiguo imperio de los incas, situada a 3467 metros sobre el nivel del mar. Desde allí se desciende, como ya queda dicho, o bien a pie por el camino inca o bien por un ferrocarril de vía estrecha a lo largo del valle sagrado del río Urubamba. Antes de llegar a la ciudad hay una cuesta de seiscientos metros de altura. En la actualidad, por una estrecha carretera de ocho kilómetros de largo y con varias curvas sumamente pronunciadas, se asciende la pendiente en un autobús. Después de recorrer las primeras curvas, va apareciendo la imponente cumbre del Huayna Picchu, como si las innumerables imágenes donde aparece cobraran vida en ese momento. Al final del recorrido, y una vez que los viajeros han descansado brevemente (en un hotel que rompe ligeramente la armonía majestuosa del entorno), un guía los conduce por el laberinto de doscientas casas y templos sin techumbre.
En sus primeras expediciones por los Andes, siempre montado en una mula, Hiram Bingham oyó hablar de una ciudad perdida, al noroeste de Cuzco, que los conquistadores nunca habían conseguido encontrar. Bingham siguió muchos senderos, pero al final de ellos sólo encontró chozas en ruinas.
En julio de 1911, en compañía de dos amigos científicos, algunos ayudantes indios y un sargento de policía, como escolta, comenzó a ascender el cañón del Urubamba. Durante tres días, mientras los indios iban abriendo un camino por la selva, fueron subiendo trabajosamente por sendas casi impracticables.
Una mañana apareció en su campamento un campesino que les refirió un relato sobre ciertas ruinas que yacían en la cima de la montaña al otro lado del río. El 24 de julio era un día frío y lluvioso, y los compañeros de Bingham estaban exhaustos, sin ánimos de continuar la ascensión. Bingham, que no tenía muchas esperanzas, logró convencer al campesino Melchor Arteaga y al sargento Carrasco para que le acompañaran. Primero cruzaron el río, mediante un frágil puente construido por los indios y atado con ramas. Después, subieron la ladera a gatas, mientras el campesino les gritaba que tuvieran cuidado con las serpientes venenosas. Por fin, después de una ascensión agotadora de más de 700 metros, llegaron a una choza de paja, donde dos indios que allí había les ofrecieron agua fresca y patatas hervidas, y les dijeron que justo a la vuelta había unas viejas casas y muros.
Bingham dio la vuelta a la colina y se quedó maravillado con el espectáculo que tenía ante sus ojos. Primero vio cerca de cien terrazas de piedra escalonadas, admirablemente construidas, que medían centenares de metros: una especie de granja gigantesca que cubría la ladera y se alzaba hacia el cielo. Todo ello se encontraba medio oculto por un espeso entramado de árboles y matorrales, infestado de serpientes.
No se sabe cuántos siglos antes, ejércitos de albañiles habían construido estos muros, cortando las rocas y transportándolas a mano. Otros tantos obreros habrían llevado hasta allí, quizás desde el valle inferior, toneladas de tierra, para convertir aquel lugar, que aún hoy es fértil, en cultivable. Detrás de las terrazas, parcialmente escondidas por la maleza, había más maravillas. Tal vez la mayor joya arquitectónica que encierra Machu Picchu sea su conjunto de muros inclinados. En lo alto de la ciudad, donde se cree que los incas rendían culto al Sol, los distintos templos, que constituyen uno de los ejemplos más admirables de sillería primitiva que existe en el mundo, representan el trabajo de generaciones de maestros artesanos. No hay dos piedras iguales; cada una fue tallada para ocupar un determinado lugar, con ángulos caprichosos y protuberancias meticulosamente labradas que encajan unas con otras, como si se tratara de las piezas de un rompecabezas.
En la construcción no se empleó argamasa; sin embargo, la unión entre dos piedras es tan perfecta que no se puede introducir ni la hoja de un cuchillo. Las principales calles de la ciudad forman escaleras; hay cerca de un centenar, entre grandes y pequeñas. La avenida central va en escalones consecutivos desde el nivel inferior, pasando ante docenas de casas, hasta la cima de la ciudad.En diversos puntos arrancan escalinatas laterales. Algunas escaleras de seis, ocho y diez peldaños, que conducen a un palacio, fueron talladas con su balaustrada de un solo bloque de granito. El sistema de abastecimiento de agua está formado por una ingeniosa procesión de fuentes que divide irregularmente la ciudad desde la parte superior hasta la inferior. El agua era conducida por una serie de acueductos de piedra desde los manantiales, que se encuentran a unos dos kilómetros de distancia, en la montaña hasta las fuentes de la ciudad a través de un complejo sistema de orificios practicados en los gruesos muros de granito.
Vista desde las montañas que la dominan, Machu Picchu se eleva al cielo como una fortaleza inexpugnable que podía ser defendida por un puñado de hombres. En la cima de los dos picos, a unos 600 metros sobre el turbulento Urubamba, hay dos atalayas de piedra desde donde los centinelas escudriñaban el valle y daban la voz de alarma cuando se aproximaba algún intruso.
Dos murallas, una interior y otra exterior, así como un foso, completan las defensas naturales de la ciudad, además de un sistema intrincado de cerraduras tallado en la puerta principal. Un conjunto tan complejo de elementos de protección sugiere que la ciudad debió de ser un baluarte interno muy importante del Imperio Inca y quizás un santuario dedicado al culto de los antepasados y a otras prácticas religiosas.
Uno de los descubrimientos más importantes realizado por Hiram Bingham fue el hallazgo de los muros de una mansión, primorosamente tallados, que tienen tres ventanas que miran hacia el sol naciente, tal como la legendaria casa real de donde se dice que partió el primer inca para fundar su dinastía.
La ciudad entera se eleva al cielo para culminar en el tradicional reloj de sol de los incas, que medía las estaciones. En un rito solemne que tenía lugar en el solsticio del invierno, los sacerdotes «ataban» el Sol a un plinto, tallado todo de un solo bloque de granito, que salía de una plataforma. En pleno auge del Imperio Incaico había en todas las provincias del reino escuelas donde se adiestraba a las jóvenes más bellas para servir en casa del soberano o de sus nobles, así como para oficiar en ciertos ritos religiosos. Muchas de esas escuelas fueron destruidas por los conquistadores y es muy posible que un grupo de muchachas supervivientes fueran llevadas secretamente a Machu Picchu. Pero las mujeres fueron muriendo con el paso de los años, la jungla fue cubriendo los templos, y no quedó nadie que pudiera relatar la verdadera historia de la ciudad.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Los enigmáticos surcos de Malta

En el archipiélago de Malta existen unas curiosas huellas prehistóricas, más antiguas aún que sus templos megalíticos. Los malteses las llaman cart routs (surcos para carros), pero todo indica que ésa no era su finalidad. ¿Para qué servían entonces y quién los construyó? Junto a este enigma existen otros, relacionados con los Caballeros de la Orden de Malta, que todavía plantean numerosos interrogantes.
Había cientos, tal vez miles de estos caminos que no conducen a ninguna parte en los alrededores de la localidad maltesa de San Pawl Tat-Targa, muy cerca de donde la tradición asegura que predicó el apóstol san Pablo. Mi vista se perdía siguiendo los contornos de estos raíles y mis pasos se interrumpían cuando intentaba seguir su rastro. Son surcos que se alinean de dos en dos, como carriles paralelos interminables, horadados en el suelo liso y rocoso. Los libros que yo había leído al respecto no aclaraban quién los había utilizado ni para qué.
Sin duda alguna, estaba ante uno de los enigmas más inexplicables del Mediterráneo, un misterio de tal calibre que ha llevado a más de un investigador hasta Malta para observarlo de cerca. Eric von Däniken, en su obra "Profeta del pasado" (1979), señala que estos raíles de las islas de Malta y de Gozo eran un caso ejemplar de actitud errónea por parte de los arqueólogos. Lo dijo porque hay muchas teorías que intentan explicar esta red viaria que surca toda la isla, supuestamente para transportar pesadas cargas, pero la mayoría no se sostienen ante el menor análisis visual. Däniken concluye que lo único indiscutible «es que en tiempos prehistóricos ocurrió en Malta algo extraordinario, algo que no se ha vuelto a repetir jamás en ningún otro lugar del mundo».
¿Qué fue ese suceso extraordinario que tanto impresionó a este investigador suizo? Él estaba convencido de que esta isla «debió ser un centro importante para alguien y para algo». Ese alguien ya se pueden imaginar quiénes eran para él: dioses extraterrestres. No en vano, en Malta y Gozo se localizan una serie de monumentos megalíticos que desafían la razón, algunos de ellos están considerados como las estructuras más antiguas que se conservan en pie -los templos megalíticos de Mgarr y Skorba, en Malta, y el de Ggantija, en el islote de Gozo- datados en el 3.300 a.C. Pero estas obras ciclópeas son muy posteriores a las misteriosas carreteras.
Para explicar este enigma se han propuesto las más peregrinas teorías y todas ellas acaban siendo insatisfactorias. Lo más sencillo es pensar que se trata de surcos originados por carros de transporte; surcos que servían para que transitaran por ellos vehículos con ruedas. Pero ¿en una época en la que no existían las ruedas?
La teoría oficial nos dice que estos carriles tallados en la roca habrían servido para transportar grandes losas de piedras destinadas a la construcción de los templos ciclópeos que se encuentran repartidos entre Malta y Gozo. Sin embargo, ya hemos apuntado el hecho de que éstos son más modernos que los surcos. Además, hay que añadir la incógnita de que se trata de carriles que desaparecen de pronto en barrancos, campos o acantilados. Muchos quedan cortados al borde de escarpados precipicios. Ninguno se dirige de manera directa a los núcleos de Hagar Qim, Mnajdra o Tarxien (en Malta) ni a Ggantija (en Gozo).
Por otra parte, hay que descartar que se tratase de «raíles», porque no siempre siguen líneas paralelas, presentan diferentes anchos de vía (incluso dentro de un mismo tramo), algunos se cruzan y, a veces, forman curvas inverosímiles, de tal manera que los ejes de unas hipotéticas ruedas quedarían, antes o después, atascados en el suelo. Los isleños les denominan "cart routs" y reconocen que se trata de un enigma prehistórico casi único y genuino de Malta. Tan sólo se han encontrado «raíles» parecidos en Cirenaica (Libia) y en algunas zonas de Sicilia. Es más, estos "cart routs" hasta se pierden en el mar y eso sí es desconcertante.
Se ha sugerido que Malta debió ser en otros tiempos mucho más extensa. A escala geológica, se piensa que muy posiblemente estuvo unida a Sicilia, junto con las islas vecinas de Gozo, Comino y Filfla, en el último periodo glacial. Al final de dicha glaciación, hace unos 10.000 años, el mar reclamó para sí varias extensiones de tierra, al provocar el deshielo la crecida del nivel de las aguas. Antes de conocerse este hecho, se había especulado con la posibilidad de que estos surcos hubieran sido construidos en la época en que el nivel del Mediterráneo era más bajo. Pero gracias a las investigaciones submarinas se ha comprobado que los raíles continúan a gran profundidad, surcando las rocas del fondo marino, lo que da verosimilitud a la hipótesis de una unión del archipiélago maltés con otras tierras emergidas en la antigüedad.

Surcos paleolíticos
Y aquí entramos en un terreno resbaladizo, porque precisar la antigüedad de estos raíles presenta grandes dificultades. Al ser de piedra, muchos de los actuales métodos de datación no son eficaces, ya que no se encuentran en ellos restos de materia orgánica. Por lo tanto, es necesario fijarnos en los indicios que nos da el lugar y en su propia disposición.
La teoría que les otorga una antigüedad de 6.000 años se basa en varios puntos: su hundimiento y continuación bajo el mar y el hecho de que algunos pasan por debajo de tumbas del período fenicio (cuyo máximo florecimiento fue entre el año 1000 y el 500 a.C.) y de sedimentos aún más antiguos. También es desconcertante su irregularidad: son surcos dispuestos de dos en dos que tienen aproximadamente 1 metro de distancia entre ambos, aunque no siempre es así, pues sus dimensiones varían desde los 65 hasta los 123 cm. Cada uno de los surcos suele tener un ancho de 10 a 15 cm y una media de 15 cm de profundidad. Ésta es la regla general, pero en algunos casos, como pude comprobar personalmente, superan el medio metro.
Numerosos investigadores mantienen que los surcos son fruto de las ruedas o de los rodamientos que, con el transcurrir de los siglos, fueron dejando unos carros de arrastre prehistóricos. Si aceptamos esta hipótesis, echamos por tierra de un plumazo parte de la historia que se empeña en negar que en aquella época, y mucho menos en Malta, existiesen culturas que conocieran la rueda, ya que ésta fue «oficialmente» inventada por los sumerios hace unos 5.000 años. Cuando se miran de cerca, se comprueba que estos «raíles» servían para transportar algo, pero ¿qué exactamente? Unos dicen que eran canalizaciones de agua. Lo malo es que algunos de estos surcos son ascendentes, y sin la ayuda de un motor (que no tenían) o de unas tuberías (que no se han encontrado) resulta difícil tal empeño. Otros sugieren que eran carriles para trineos de madera o piedra tirados por bueyes.

Teorías disparatadas
Otros investigadores son más osados a la hora de exponer sus conclusiones. Algunos sostienen que los raíles sirvieron para colar metales fundidos, pero esta teoría se cae por su propio peso, pues estas lingoteras debieron construirse en una época en que los metales aún eran desconocidos. O bien que los carriles eran parte de un calendario para determinar los solsticios y los equinoccios. Otro error, ya que los surcos siguen todas las direcciones y suponen un galimatías cuya interpretación astronómica estaría más que forzada. Por último, están quienes mantienen que la red de surcos servía para el cultivo de algún producto desconocido en la actualidad.
Para Däniken y sus seguidores es forzoso concluir que no tenían una finalidad práctica, sino religiosa: los primitivos malteses erigieron en la isla estos surcos y monumentos de piedra como tributo a sus dioses extraterrestres. Sin embargo, estoy seguro de que esta gigantesca obra fue realizada por manos humanas. El hecho de que desconozcamos las respuestas a los interrogantes que nos plantea, no supone que tengamos que recurrir a los alienígenas interplanetarios.
Por suerte, estas huellas son actualmente ignora- das por los turistas y por la población maltesa en general, lo que las ha preservado de la depredación. Hoy sólo se pueden ver algunas, diseminadas en lugares muy concretos. Pero hace miles de años eran tantas que ambas islas (Gozo y Malta) debían estar horadadas por ellas. Entre los enclaves donde más abundan, en la isla de Malta, destacan Borg in- Nadur y las cercanías de la localidad de Sant Pawl Tat-Targa. Allí pude ver con estupor cómo una cantera próxima estaba destrozando esos surcos en su afán por extraer piedra para la construcción, perdiéndose así este legado milenario antes de que seamos capaces de descubrir su significado.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Las Líneas de Nazca

Todo comenzó en 1927 cuando un famoso arqueólogo llamado Mejia Xespe, fue informado sobre la presencia de unos misteriosos geoglifos o líneas trazadas sobre el suelo de la costa peruana. A pesar de lo interesante que era el tema, no se le dedicó mayor atención que el de clasificar el descubrimiento para su posterior estudio.
Pero fue ese mismo año, que llegó a Perú otro investigador, el doctor Paul Kosok, quien se mostró muy atraído por estas expresiones precolombinas, cuando en uno de sus primeros recorridos por el sur del país, al detenerse en lo alto de una meseta, pudo observar extensas líneas multiformes en ambos lados de la carretera, cerca de las montañas.
Grande fue su asombro cuando Kosok, el mismo día del descubrimiento, al proyectar los trazos en su tablero de aquellos supuestos caminos, pudo ver que uno de los dibujos adquiría la forma inconfundible de un pájaro en pleno vuelo.
Pero ¿había encontrado la llave del enigma? Kosok entendió que se hallaba silenciosamente esparcido en estos dibujos lo que podía constituir el Libro de Astronomía más Grande del Mundo.
Estas misteriosas líneas, se extienden en un perímetro de 50 kilómetros de longitud y 15 kilómetros de ancho, y en este citado perímetro están comprendidas cuatro pampas: Palpa, Ingeni, Nazca y Socos, localizadas entre los kilómetros 419 y 465 de la carretera Panamericana Sur. El suelo de aquella región, que además es una de las más secas y deserticas del mundo, es de color marrón, pero bajo esta primera capa se esconde otra de color amarillo, asi que cuando se camina por aquellos lugares una pisada deja una extraña y duradera mancha blanca que no deja de ser misteriosamente inquietante.
En 1946, Kosok regresó a su país no sin antes sugerir a María Reiche, que le había asistido en las investigaciones, continuar con el estudio de los dibujos que él había empezado a descifrar.
María dedicaría su vida a esa labor. Según M. Reiche suman más de treinta los geoglifos hasta hoy encontrados en las Pampas de Nazca. Se trata de animales marinos y terrestres, figuras geométricas y humanas. Entre los geoglifos de mayor tamaño están un pájaro de casi 300 m, un lagarto de 180 m, un pelícano de 135 m, un cóndor de 135 m, un mono de 135 m y una araña de 42 metros.
Estas dimensiones son motivo de admiración. Reiche comenta que “hay un ave tan grande que uno puede colocarse en la punta de una de sus alas y no se puede ver ni la cabeza, ni la otra ala, sólo es posible percibir unas pocas líneas sobre el suelo, se tendría que sobrevolar el área para poder apreciarla en su conjunto”. Por el contrario, la figura más pequeña encontrada hasta el momento es un espiral que tiene un diámetro de 3 metros.
Entre los diseños de los animales que se perciben en Nazca figuran: una ballena, un perro con patas y cola largas, dos llamas, diversas aves como la garza, la grulla, el pelícano, la gaviota, el colibrí y el loro. En la categoría de reptiles, un lagarto, que fue cortado al construirse la Panamericana Sur, una iguana y una serpiente. Por otro lado se encuentran las imponentes figuras del mono, la araña y el caracol, entre otros.

Las teorías
Al comienzo ningún arqueólogo pudo explicar la razón de su existencia, lo que dio pie a diferentes teorías: una de estas es la teoría extraterrestre sugerida por un arqueólogo aficionado de origen suizo llamado Erich von Däniken, según la cual el dibujo trapezoidal era una pista de aterrizaje para naves construida por extraterrestres que visitaron la Tierra hace mucho tiempo y el gigante retratado en la ladera de la colina (“El Astronauta”) es la figura del extraterrestre testimoniada por los nazcas.
Lejos de ser fantástica, aunque quizás las líneas no eran pistas de aterrizaje exactamente, como sugiere Däniken, esta teoría coincide en cierta forma con otras huellas similares de los “dioses de antaño” dejadas como testimonio de ese contacto. Después de todo... las líneas sólo se pueden apreciar desde el aire.
La teoría más aceptada por los científicos es la teoría del calendario. Según María Reiche los dibujos son el calendario y mapa de la bóveda celeste más grande del mundo, las incontables líneas que cruzan el desierto en todas las direcciones fueron usadas para observar los movimientos del Sol y la Luna. Usando este método los indios Nazca podían anunciar el cambio de estaciones y utilizar este conocimiento para la agricultura. Algunos de los animales dibujados indican la dirección en que una importante constelación estacional puede ser vista. Pero hay quienes discrepan con esta teoría, un fuerte viento estacional llamado Palaca sopla todo el año en esta región, a menudo es muy brumoso, aunque durante el día está despejado la mañana y la noche suelen estar cubiertas, antes del amanecer o después del atardecer esta muy oscuro para ver los dibujos, en otras palabras el desierto de Nazca no es el ideal para hacer observaciones meteorológicas.
Pero entonces ¿para qué fueron hechas estas líneas? Otra de las tantas teorías dice que la respuesta se halla en la cerámica Nazca, que es una de las obras maestras de la antigua civilización andina. Se caracteriza por sus colores vivos, todos los dioses Nazca diseñados en la cerámica tienen en sus bocas productos agrícolas, esto muestra la importancia que le daba este pueblo a la agricultura. Todos los dibujos de animales que aparecen en el desierto se repiten en la cerámica. La única diferencia es que los dibujos hechos en el desierto están hechos con una sola línea sin solución de continuidad, otra característica es que siempre hay un segmento del dibujo que queda abierto; los dibujos están hechos de un solo trazo sin interrupciones.
La tierra de los Nazca es árida, prácticamente no llueve en todo el año. De generación en generación los nazcas han sobrevivido trabajando la poca tierra a la orilla del río, plantando cereales apropiados al suelo arenoso. La tierra es pobre y seca, gracias a los pozos de agua han podido continuar con las actividades agrícolas.
El significado de las los dibujos de Nazca y la necesidad del agua, serían otra posibilidad. El espejismo del agua puede observarse en el desierto cuando los vientos se calman. Los dibujos del desierto quedan cubiertos por esta agua fantasma. Esto es precisamente lo que los indios Nazca deben de haber visto. La multitud de líneas en el desierto eran entonces acequias para canalizar el agua fantasma, los dibujos fueron hechos por una sola línea sin interrupciones para que pudieran servir como receptáculos de agua. Esto no es todo, la aparición del espejismo aproximadamente en diciembre coincidía con la llegada del “El Niño”, cada siete años. El clima seco que produce la corriente de Humboldt en la costa del Perú cambia abruptamente con la llegada de El Niño, el aire húmedo penetra en la costa provocando fuertes lluvias en el interior. Aunque El Niño provoca muchos daños en el mundo, para los indios Nazca fue un emisario que traía lluvias a la región, inclusive hace 1.500 años la existencia del El Niño era conocida. Era esto lo que los Nazca esperaban, el agua vivificante.

La historia real tras la leyenda
Luego de exponer todas las hipótesis que se han suscitado entorno al misterio de las Líneas de Nazca, intentaremos contar la verdadera historia. Juzguen por Uds. mismos.
Es evidente que pocos de los científicos e investigadores que se aventuraron a dar teorías sobre el origen y el porqué de las Líneas de Nazca nunca jamás se interesaron por la opinión de los indígenas. Vayamos entonces a la fuente ignorada por la ciencia y una de las más confiables de todas, la tradición peruana dice:
“Hace mucho tiempo, sobre esta pampa, descendieron unos seres que podían volar...
”Eran los Viracochas, los dioses llegados del Este, unos hombres buenos que trajeron la paz, la concordia y el progreso. Fueron esos dioses quienes dibujaron las primeras líneas y figuras.
”Después, nosotros, los hijos de los Viracochas, seguimos su ejemplo y aprendimos a dibujar en la arena.
”Ellos lo veran algun día y regresarán...”
A continuación ampliamos estas leyendas e intentamos decodificar las verdades que se esconden en ellas:
No se sabe a ciencia cierta cuando surgió exactamente la cultura Nazca, la mayoría de los historiadores coinciden en ubicarla temporalmente hacia el año 100 de nuestra Era. Pero según las leyendas, esta cultura desciende de otra mucho más antigua y milenaria: los tiahuanacos, la cual se remontaría a tiempos inmemoriales, hacia el 11.000 a.C. -sino es que más- aproximadamente. Un pueblo que recibe en determinado momento la visita de un “dios” que emerge del Lago Titicaca* (Bolivia). Sumergidos en la ignorancia, ellos reciben las enseñanzas del “dios”, al cual llaman: Viracocha (Señor en quechua).
*Titicaca: palabra que en lengua aymará significa “Puma Cazador”… y lo sorprendente, es que el lago visto desde el espacio exterior presenta el contorno de un puma cazando una liebre...
Hacemos un paréntesis aquí para hacer notar el increíble paralelismo con otros mitos, como son el Oannes de los sumerios, o el Quetzalcoatl de los aztecas. Todos “dioses instructores”.
Prosigamos con la leyenda: Viracocha no aparece solo, sino que trae consigo a su hermana, Mamacocha. Instruye a los tiahuanacos en agricultura, astronomía, y otras ciencias. Les inculca un ritual que tenía que ver con el Sol, algo fundamental para iniciarlos en la agricultura. Una vez que enseña al pueblo tiahuanaco muchos de sus conocimientos, Viracocha regresa al lugar de donde salió. Y se despide de ellos prometiendo volver.
Las características con que se describen a este “dios” son: blanco, alto, barbado, brillante, etc...
Luego de un tiempo, los tiahuanacos reciben una inmigración desde el Océano Pacífico de unos seres que venían en unas naves con las que podían surcar la tierra y volar. Cuando estos seres arriban, se dan cuenta de que eran gigantes (¡¿Atlantes?!). Seres de gran estatura de cerca de los 4 metros, salvajes y despiadados. Éstos se alimentaban de monstruos marinos.
En determinado momento, los gigantes comienzan a acechar y comerse al pueblo de tiahuanaco. Los indígenas, perseguidos y asustados, hacen una invocación a su “dios” Viracocha. La respuesta que obtienen de él es escapar hacia el Norte. Después de constantes súplicas de los tiahuanacos a su “dios”, ante ellos aparece un ser que viene en una nave gigante, un ser con similares características que Viracocha. Éste hace caer una lluvia de fuego sobre los gigantes y los derrota en singular batalla.
El “dios” les enseña a construir unas naves para que los tiahuanacos pudieran desplazarse sobre la faz de la tierra.
Llenos de la sabiduría de los “dioses”, y ya con una civilización avanzada, este pueblo no tarda en caer en la vanidad y maldad. Viracocha, entonces, decide castigarlos produciendo una gran inundación desde el Lago Titicaca. Ciertos jefes e individuos son elegidos para sobrevivir a la catástrofe y enviados a ocultarse en cuevas cuyas entradas eran especiales, allí es donde adquieren conocimientos de las civilizaciones intraterrenas.
Al bajar las aguas, los elegidos vuelven a la tierra, los ancestros de aquellos que formarían el gran Imperio Inca en el futuro y darían origen a todas las demás culturas, entre ellas, los nazcas. Las Líneas de Nazca serían entonces un lugar construido por las tres culturas: extraterrestre, terrestre e intraterrestre, un lugar de comunión que representa las distintas comunidades. Un sitio donde las tres culturas se encontraban...

martes, 20 de noviembre de 2007

La maldición de Tutankamon

Howard Carter había buscado, desde su llegada a Egipto, algo que le diera riqueza y fama. Ya desesperaba hacer algo valioso en su vida cuando conoció a Lord Carnarvon. Penso entonces con su colega inglés dedicarse a la egiptología. Se ocupó entonces Carnarvon de financiar una operación dirigida por Carter. Se trataba nada menos que de descubrir la tumba del faraón Tutankamon, que se suponía seguía intacta. Trabajaron tanto Carter como sus ayudantes y una brigada de obreros en el Valle de los Reyes, durante largo tiempo, mientras el patrocinador iba y venía de Inglaterra para no descuidar los negocios en Londres, hasta que sucedió algo de gran importancia.
Después de atravesar una primera puerta sellada, los egiptólogos tropezaron con una segunda que tenía los sellos intactos, con el nombre de Tutankamon. Al cabo de varios días de cuidadosa labor, Carter encontró la antecámara y procedió a abrirla. Entre todos los objetos hallados hubo uno que Carter quiso mantener en absoluto silencio. No porque los egiptólogos fuesen a asustarse, porque no eran supersticiosos, sino para impedir que se atemorizasen los obreros egipcios y abandonasen el lugar. Era una tablilla de arcilla, de aspecto insignificante, que decía "La muerte abatirá sus alas sobre aquél que interrumpa el sueño del faraón".
El día 23 de febrero de 1923 eran veinte personas las que aguardaban con emoción el momento de abrir un orificio en el muro y conocer el interior de la cámara. Estaban Lord Carnarvon y su hija; Howard Carter; el ministro de Obras Públicas de Egipto; el Director General de Administración de Antigüedades; Sir William Garstin; Sir Charles Trust; la señora Lythgoe; el arqueólogo norteamericano Henry Breasted; el secretario de Carter; monsieur Engelbach, inspector general de la Administración de Antigüedades; tres inspectores egipcios de la misma Administración; un representante de la prensa oficial y los obreros de excavación.
Eran las dos de la tarde cuando apareció en el interior de la cámara el fabuloso sarcófago de oro macizo de Tutankamon, además de tesoros de valor incalculable. También encontraron Carter y sus colaboradores una figura mágica en cuyo dorso estaba grabado el siguiente texto: "Soy aquél que ahuyenta a los ladrones de tumbas, el que protege a Tutankamon". Los cultos europeos darían la espalda a las tontas supersticiones ignorando que la maldición faraónica no tardaría en cumplirse.

La maldición cobra sus víctimas
Lord Carnarvon jamás regresó a su patria. Sufrió de fuertes escalofríos, fiebre y sufría una ligera intoxicación de sangre. Murió el 5 de abril a los 57 años; misteriosamente se produjo un apagón de luz sin explicación técnica, al momento de su muerte.
Los médicos egipcios e ingleses que atendieron al infortunado aristócrata atribuyeron la enfermedad y muerte de Carnarvon a la picadura de un insecto infectada. El calor de Egipto y la falta de higiene del campamento en el Valle de los Reyes se habrían combinado para causar una septicemia o infección generalizada. Carnarvon fue picado en la mejilla izquierda y, cuando se retiraron las vendas a la momia de Tutankamon, se descubrió que el joven rey tenía una marca exactamente en el mismo lugar...
La siguiente víctima fue el arqueólogo norteamericano Arthur Mace, quien ayudó a Howard Carter a horadar el muro de la cámara funeraria y que, aunque no entró con la selecta comitiva, pudo hacerlo con mayor comodidad más tarde. Comenzó a quejarse de una sensación de fatiga y de un fuerte dolor en el pecho, perdió el conocimiento y murió sin recuperarlo.
La muerte de Carnarvon llegó a los oídos de su amigo George Jay Gould, magnate ferrocarrilero que vivía en Estados Unidos, quien quiso conocer la tumba que algunos llamaban asesina; murió al día siguiente con fiebre muy alta.
Algo por el estilo le sucedió al industrial sudafricano Joel Woolf, quien tuvo el valor de demostrar que no le temía a los faraones. Entró a la tumba y de regreso a Londres, enfermó en el barco y murió sin llegar a Inglaterra.
En 1924 le tocó el turno a Archibald Douglas Reed, técnico radiólogo, a quien su trabajo obligó a estar en íntimo contacto con la momia del faraón.
Durante los siguientes cuatro años, el número de víctimas alcanzó el número de veintidós de las cuales trece habían estado presente en el momento de ser abierta la cámara real o penetraron en ella más tarde.
Para 1936, 33 personas vinculadas directa o indirectamente con el descubrimiento de la tumba de Tutankamon habían muerto trágicamente. Sólo Howard Carter permaneció indemne y murió de causas naturales en 1939... pero no sin antes ser testigo de una escena aterradora. Sintiéndose muy solitario y cansado, había instalado en la tumba - donde trabajó diariamente durante 16 años - una jaulita con un canario, cuyo canto ponía algo de alegría en el sombrío ambiente. Una tarde notó que el canto se interrumpía bruscamente y, al levantar la vista, vio una cobra (la serpiente guardiana de los faraones y encarnación de la diosa Edjo) devorando a su infortunada mascota...

Sigue el terror
Treinta años más tarde, el Director de Antigüedades de Egipto, Dr. Mohammed Ibrahim, firmó un documento decididamente polémico: la autorización para que los tesoros de la tumba de Tutankamon fueran trasladados a París, donde serían exhibidos. Desde el momento en que Egipto se había independizado de Inglaterra, el gobierno había establecido un férreo control sobre las excavaciones arqueológicas y controlaba cuidadosamente que los tesoros desenterrados por equipos extranjeros no fueran retirados del país, un tardío pero bienintencionado intento de detener la depredación que condujo a buena parte de los tesoros egipcios a los museos de Europa y los Estados Unidos. El viaje de los tesoros de Tutankamon era de por sí un tema polémico. Al concluir su jornada laboral, Mohammed Ibrahim salió de su oficina en el Museo de El Cairo y al cruzar la calle fue atropellado por un camión. Murió instantáneamente.
Tres años después, Richard Adamson, único sobreviviente de la expedición de Carter y Carnarvon, declaró durante un reportaje que "la maldición de la momia" no era sino "superchería barata". Su esposa murió al día siguiente, dando pié a toda clase de especulaciones. Tiempo más tarde, Adamson volvió a negar la existencia de una maldición y su hijo padeció un grave accidente, sufriendo fractura de columna. El arqueólogo se negó hasta el día de su muerte a volver a hablar del tema.
Ken Parkinson, ingeniero de vuelo del avión que traslado los tesoros de Tutankamon a París, tuvo un grave ataque cardíaco al cumplirse el aniversario del viaje. Sobrevivió pero, a partir de entonces, volvió a sufrir un infarto cada año en la misma fecha. En 1978, su corazón debilitado por 11 crisis sucesivas se detuvo para siempre. Era, claro, el día del aniversario del viaje... Dos años antes, otro ataque cardíaco se había llevado a Rick Laurie, piloto de la misma nave en el fatídico viaje a París. Otros miembros de la tripulación sufrieron accidentes, enfermedades y ataques cardíacos.
En 1992, se produjeron nuevas catástrofes – aunque de menor escala – asociadas con la maldición de Tutankamon. Un equipo de la BBC de Londres realizó un documental en la tumba pero la filmación fue reiteradamente interrumpida porque las luces se quemaban y los fusibles saltaban una y otra vez, la última dejando al aterrado equipo en la más absoluta oscuridad. Al regresar al hotel, 2 de los integrantes casi pierden la vida cuando el ascensor en el que viajaban cayó 21 pisos. Los más audaces decidieron llevar a cabo un ritual destinado a aplacar a los muertos, pero al terminar fueron atrapados por una tormenta de arena y sufrieron lesiones oculares.

Explicaciones
Aunque no existe una explicación científica para las misteriosas muertes que azotaron a los relacionados con el descubrimiento de la tumba de Tutankamon. Hay quienes aseguran que si alguien guarda tanto oro y tesoros de gran valor, pondría una especie de trampa o alarma para protegerlos. Los sacerdotes debieron echar mano de toda clase de venenos animales y vegetales cuyo poder conocían a la perfección.
Un profesor de medicina y biología de la Universidad de El Cairo, el Dr. Ezzedine Taha, convocó el 3 de noviembre de 1962 a un grupo de periodistas para decirles que había resuelto el enigma de la maldición faraónica. Había caído en la cuenta de que gran parte de los arqueólogos y empleados del Museo de El Cairo sufrían trastornos respiratorios ocasionales, acompañados de fiebre. Descubrió que las inflamaciones eran producidas por cierto virus llamado Aspergillus niger, que posee extraordinarias propiedades, como poder sobrevivir a las condiciones más adversas, durante siglos y hasta milenios, en el interior de las tumbas y en el cuerpo de los faraones momificados. Sin embargo poco después de hacer estas declaraciones el Dr. Ezzedine Taha moría en extrañas circunstancias en un accidente con su automóvil...

lunes, 19 de noviembre de 2007

Jeroglíficos y símbolos: Letras de la telepatía

Símbolos, el ser humano a creado infinidad de éstos para expresar su pensamiento. Los petroglifos y jeroglíficos son símbolos subjetivos que requieren una interpretación por parte de su observador, algo que no tienen las letras comunes de nuestro alfabeto que poseen un significado único y objetivo.
Los jeroglíficos no pudieron ser descifrados hasta que en 1798 las tropas de Napoleón hallaron en Egipto un fragmento de una estela de basalto negro; estamos hablando de la Piedra Rosetta, la cual tiene una inscripción trilingüe, 14 líneas en caracteres jeroglíficos, 32 en la escritura popular y 54 en griego. Luego el egiptólogo francés Jean-François Champollion los pudo descifrar. Pero ¿Por qué los egipcios y otras grandes civilizaciones utilizaban estos símbolos para expresarse? ¿Por qué utilizaban dibujos y no letras?
La respuesta podría hallarse en un tiempo lejano, mucho más de lo que nos podríamos imaginar. En tiempos donde la Atlántida era el eje del mundo... Según una teoría, la humanidad actual no es la única que ha existido sobre la tierra, sino que han existido varias humanidades antes que la nuestra. Nuestra actual civilización sería "la sexta humanidad" sobre la Tierra. Esta teoría sugiere que, al contrario de lo que pensamos, la humanidad ha involucionado y vuelto ha empezar, en un ciclo que siempre se cumple.
Levitación, telepatía, y otras habilidades por el estilo han sido perdidas con el correr del tiempo. Habilidades tal vez enseñadas por los "dioses" que bajaron del cielo.
Nuestro cerebro está dividido en dos hemisferios. El izquierdo sería el que contiene a los pensamientos racionales y el derecho a los intuitivos. En la actualidad el hombre se ha volcado hacia el pensamiento racional y ha olvidado casi por completo al lado derecho. Este último sería donde están ocultos los poderes telepáticos que el hombre posee pero que no ha aprendido a usar.
Ahora bien, ¿Qué sería más fácil de enviar telepáticamente a otra persona: una letra o una imagen? He aquí la respuesta al porqué de los dibujos y no las letras. Los antiguos egipcios habrían "copiado" a la cultura atlante o a lo que encontraron de ella luego de su destrucción, usando sus jeroglíficos pero posiblemente no desarrollando la telepatía que los atlantes si habían llegado a desarrollar. Recordemos que el esplendor, la gloria y el tecnicismo conservado en la civilización egipcia tiene como base las enseñanzas del Libro de Thot "el atlante"...
Tal vez en la raza humana se produjo un cambio básico en algún momento de su historia y después de ese momento el hombre quedó atrapado en una forma más estrecha de consciencia. Compensamos la pérdida aprendiendo a utilizar la capacidad de raciocinio con mayor eficacia, y nuestra civilización tecnológica es el resultado.
¿Existe una diferencia fundamental entre la antigua mentalidad egipcia y la del hombre moderno? ¿Pudo producirse un cambio significativo después del cataclismo de la Atlántida? Según el egiptólogo heterodoxo y genial hermetista Schwaller de Lubicz, una de las muestras más importantes de esta diferencia de mentalidades puede verse en los jeroglíficos, que no son metáforas de la realidad, sino que su significado es tan profundo y tan complejo como podría ser la enseñanza del objeto o concepto representado si hubiera que considerar todos los significados que se le pueden atribuir. Hoy día, por pereza o por hábito, eludimos este proceso analógico y designamos el objeto por medio de una palabra que para nosotros expresa un único concepto fijo. Examinando esto a la luz de las diferencias existentes entre ambos lados del cerebro podemos ver que un jeroglífico es una imagen y, por lo tanto, la capta el hemisferio derecho del cerebro. Una palabra, en cambio, es una sucesión de letras y la percibe el lado izquierdo.
Pero no nos confundamos, no tenemos que dejar al racionalismo de lado y usar sólo la intuición. Lo que habría que llegar a hacer sería encontrar el equilibrio entre ambos, encontrar al tercer ojo. Esto nos permitiría acceder a niveles de energía más altos y así poder desarrollar las habilidades perdidas como la telepatía. Creo que el dicho: "una imagen vale más que 1000 palabras" sería aplicable a esta teoría: ¿Jeroglifícos, codigos de la telepatía? Qué creen?...
El Ojo Derecho de Horus
De hecho, en Egipto existió una Escuela llamada "el Ojo Derecho de Horus" dedicada a la fomentación de la espiritualidad y desarrollo de las habilidades psíquicas en donde, según lo que dicen estudiosos del tema, los antiguos egipcios podrían tener cierto conocimiento sobre estas habilidades psíquicas perdidas, desarrollo de alta tecnología e incluso podrían haber llegado a desarrollar la anti-gravidez, lo que explicaría lo monumentales de sus construcciones.
Y hablando de monumentalidad no podemos dejar de lado a las pirámides de Gizeh, éstas no habrían sido tumbas funerarias, sino un lugar donde los iniciados podrían meditar y acceder a niveles más altos de energía y vibración gracias a la estructura y posición de la propia pirámide que convertiría las vibraciones sutiles en energía.
Sus conocimientos sobre astrología y astronomía serían increíbles. La Esfinge con cuerpo de león y rostro de hombre simbolizaría a un periodo que empezó en la Era de Leo (10.800 a.C.) y finalizaría en la Era de Acuario, Era en la que entramos en el año 2000; lo que también indica el conocimiento de la llamada "precesión equinoccial", que fue descubierta recién en 1605 por el célebre astrónomo Iohannes Kepler. Aunque los científicos dicen que la Esfinge data de casi 5.000 años, hay pruebas que ésta tiene marcas de erosión pluvial y en Egipto no llueve en cantidad desde hace más de 10.000 años aproximadamente. Esto significaría también que la Esfinge de Gizeh no fue construida por los egipcios, sino por otra humanidad como los atlantes o tal vez extraterrestres, ¿los mismos que realizaron el rostro de Marte quizás? Si fuera así, ¿acaso nuestro origen es marciano, es verdad la teoría de la Pamspermia?
No sólo los egipcios sabrían de esto, sino que también otras grandes civilizaciones como los mayas y aztecas. Todas con una conexión atlante o extraterrestre.

viernes, 16 de noviembre de 2007

¿Quién construyó las estatuas?

Thor Heyerdahl es un entusiasta que defiende la idea de que las islas de la Polinesia fueron pobladas por indios americanos que navegaron desde Perú hacia el oeste. En 1947 hizo un viaje de 4000 millas desde Perú, que duró 102 días, hasta llegar al archipiélago Tuamotu. Heyerdahl sostenía que los navegantes americanos eran blancos caucásicos, inmigrantes no identificados del Mediterráneo, los "hombres blancos barbados", que habían construido la ciudad de Tiahuanaco a 3800 metros de altura en los Andes. Ellos habían viajado 2000 millas hacia la isla de Pascua donde erigieron cientos de gigantescas estatuas de piedra que representaban a los crueles y desdeñosos antepasados caucásicos. Las famosas estatuas de la isla de Pascua no fueron esculpidas por una raza olvidada que quedó sumergida por un gran cataclismo. Ningún hundimiento geográfico se produjo allí, sino que se formó por erupciones volcánicas y esta rodeada por un abismo de 1145 brazas de profundidad que se extiende por 16 kilómetros. Ninguna tierra pudo desaparecer y dejar tal depresión.
Otro argumento sostiene que sus colonizadores llegaron de la Polinesia. Para descubrir la remota isla de Pascua habrían debido derivar casi hasta la Antártida a fin de encontrar la corriente meridional y evitar la corriente de Humboldt que fluye hacia el oeste. En la isla existen diferentes grupos de estatuas. Doscientas setenta y seis hacen guardia en las laderas del volcán; trescientas están derribadas sobre los ahus que rodean los altos acantilados de la isla, otras están a lo largo de antiguos caminos, y 80 quedaron sin terminar. Estos grupos son diferentes; algunas que estuvieron montadas sobre plataformas funerarias son bustos enormes, sin piernas y a veces alcanzan a 10 metros de altura y 7,6 metros de circunferencia y pesan 20 toneladas; tienen un cilindro, un rojo copete de 1,8 x 2,4 m y se supone que estos "sombreros" fueron extraídos del cráter del volcán Rano Roi. Se diferencian de las otras por tener los ojos abiertos y estar mirando a la tierra, de espaldas al mar. Las estatuas que aterran son las que están en las laderas del Rano Raraku. Sus narices se vuelven hacia arriba y sus delgados labios se proyectan hacia adelante en un gesto de burla y desdén. Carecen de ojos y las proyecciones descendentes a los costados pueden representar orejas alargadas o una prenda para la cabeza. Tienen entre 5 y 8 metros de altura, la más grande es de veintidós metros y la más pequeña de tres.
Tres investigadores notaron estilos distintos que suponen dos períodos de construcción ¿Cómo fueron transportadas y erigidas? Este es un enigma para el que no se ha encontrado ninguna respuesta satisfactoria. Los isleños carecían de madera (si se pudiera pensar en posibles rodillos) y cuerdas de izar. Aún más oscura es la cuestión del modo en que se erigieron los copetes sobre las cabezas de las estatuas.
Tanto las leyendas de los isleños como los estudios realizados son insuficientes para identificar a sus constructores. A lo sumo se puede decir que esas estatuas tienen cierta afinidad con las de Perú, aunque hay otros elementos de la cultura peruana que eran desconocidos en la isla de Pascua. Heyerdahl no consiguió convencer a los etnólogos ortodoxos con su teoría del origen sudamericano de las culturas del Pacífico. El quid del problema parece residir en el repentino cese de la construcción de las estatuas después de las masacres de las Orejas Largas. La construcción parece haber sido iniciada por una raza desconocida, los "otros", que obligó a los inmigrantes polinesios a trabajar en una tarea inútil. La verdadera historia de la isla probablemente se perdió en 1862 cuando los hombres que entendían las tabletas de Rongo-Rongo, y que habían memorizado las tradiciones orales, fueron llevados al Perú. Veinticinco años más tarde la isla pasó a dominación chilena.

Las leyendas nos dicen que...
"En dos piraguas, el rey Hotu-Matua vino a la isla de Pascua. Desembarcó en Hanga-Roa, pero dio a esta bahía el nombre de Anakena porque era el mes de julio.
El país del rey Hotu-Matua se llamaba Maorí en el continente de Hiva. El lugar donde vivía se llamaba Marae-Rena... El rey vio que la tierra se hundía lentamente en el mar, entonces reunió a su gente y los repartió en dos grandes piraguas. El rey vio que el cataclismo se acercaba y, cuando sus dos embarcaciones alcanzaron el horizonte, se percató de que la tierra había desaparecido completamente, excepto una pequeña parte llamada Maorí".
Otra leyenda dice: "La tierra de la isla de Pascua era una tierra mucho más vasta, pero a causa de las faltas cometidas por sus habitantes, Uoke la hizo bascular y la quebró con una palanca..."
Toda la leyenda de la isla parece dividida en dos razas, antes de Hotu-Matua, los Hanau Momoko y los Hanau Eepe, que han sido llamados "los hombres de orejas cortas y orejas largas", aunque la interpretación más correcta parece ser "hombres débiles y hombres fuertes".
El cronista de Roggeween escribe: "Algunos tenían las orejas que les pendían hasta los hombros, y había quien llevaba en ellas dos bolas blancas como señal de gran ornato".
Las leyendas siguen: "Los primeros habitantes de la isla son supervivientes de la primera raza del mundo. De color amarillo, muy altos, de brazos largos, tórax poderoso, enormes orejas pero sin lóbulo relajado, pelo rubio puro, cuerpo lampiño y brillante. No conocían el fuego. Esa raza existía antaño en otras dos islas de la Polinesia. Vinieron en barco de una tierra situada detrás de América. Pese a las rivalidades entre las razas, se casaban frecuentemente con mujeres de la otra tribu, lo cual creaba nuevas alianzas. Nadie podía acercarse al rey ni hablarle sin haber pedido previamente una audiencia a su servidor llamado Tu’ura. Nadie podía tocarle, y los objetos que el rey poseía eran sagrados, sobre todo, su cabeza era sagrada. Lucía una abundante cabellera y nadie podía cortarle el pelo. El carácter sagrado de la cabeza, y particularmente el pelo, considerado como receptor y emisor de fuerza".
Ellos creían en el "Mana", nombre polinesio que expresaba fuerza y poder concentrados, que algunos individuos poseen y pueden utilizar, y que también atribuyen al traslado de los moais.
Aún pueden verse, en ese pedazo de tierra, quinientos gigantes que hablan de una civilización fabulosa, de fascinantes secretos...

jueves, 15 de noviembre de 2007

Historia de los Duelos

El duelo ha constituido siempre un sistema ruin, pero eficaz para neutralizar a un rival personal o político. Si se encontraba en juego el honor de la persona, la respuesta era inmediata: se arrojaba el guante y sólo había que concertar fecha y hora, escoger el terreno y las armas, y nombrar a los padrinos.
A veces los lances se cerraban con un saldo fatal, pero el ofendido se veía forzado a elegir entre una muerte digna o una posición de escarnio en la sociedad. Porque, más que patrimonio y hacienda, más que la propia vida, el honor y la honra culminaban la escala de valores del hombre hasta hace poco menos de un siglo. Gregorio Marañón explica en su ensayo sobre Don Juan que "la reacción psicológica específica del varón es el culto del honor, de la honra llevado hasta el máximo sacrificio; si es necesario hasta la venganza y el crimen, que el honor se justifica siempre."
Los celos, las diferencias políticas o indiscreciones eran razones suficientes; pero también un desplante, una simple descortesía o una mirada que se sospechara ambigua empujaban a personajes como Alejandro Dumas, el duque de Wellington, William Pitt o Espronceda a batirse para lavar una cuenta personal.
El duelo como reparación de ofensas no fue una práctica habitual en el mundo antiguo. De todas formas, entre griegos y romanos existió una forma peculiar de combate, no para dirimir agravios personales sino para decidir la victoria entre dos pueblos en discordia y evitar el choque de los dos ejércitos enemigos. Tal carácter revistieron los combates entre David y Goliat, Héctor y Aquiles... Cuentan Tácito y César en sus libros que las tribus germanas solían resolver sus batallas en combates singulares a espada. Más tarde la invasión de los bárbaros introdujo el denominado "duelo judiciario" o juicio de Dios durante la Edad Media, época en que los nobles y hombres libres lo utilizaron como procedimiento para zanjar sus diferencias.
A partir del siglo IX se desarrolló en el seno de la Iglesia un movimiento de hostilidad contra el duelo judicial. El Concilio de Letrán lo prohibió en 1215 y, al robustecerse el poder público por los códigos civiles, los monarcas adoptaron medidas contra él.
Revestido de un carácter privado, el duelo subsistió y hasta nuestro siglo ha llegado el denominado lance de honor a espada, sable o pistola, ante testigos y sujeto a ciertas reglas establecidas en los códigos de honor. Fue quizá la costumbre importada desde Italia hacia el siglo XV de llevar espada como un accesorio más de la indumentaria cotidiana la que facilitó que en cualquier momento y lugar se pudiera restablecer el honor lesionado.
A partir del siglo XVIII el duelo gozó de bastante tolerancia. En toda la literatura de la época, sobre todo en el drama romántico, se suceden las escenas: famosos son los lances del Tenorio de Zorrilla, el Duque de Rivas también hace hablar a las espadas en su "Don Alvaro o la fuerza del sino" y las escaramuzas de los Tres Mosqueteros han dado la vuelta al mundo.
El código del honor obligaba a los duelistas a observar unas reglas fijas establecidas: ambos contendientes habían de poseer el mismo rango social, de lo contrario las diferencias pasaban a solventarse en un juicio ordinario; habían de llevar dos padrinos o testigos, encargados de determinar el grado de la ofensa, decidir la fecha y el terreno, el tipo de arma y la distancia que mediaría entre los adversarios. Después del lance tenían la obligación de redactar un protocolo escrito, esencial sobre todo en el caso de que uno de los duelistas cayera herido mortalmente, ya que sobre el otro recaería la responsabilidad penal. Se establecieron también tres tipo de duelo: los decretorios o a muerte, los propugnatorios o a primera sangre, en los que se combatía para lavar el honor pero sin ánimo de matar y los satisfactorios, en los que se estaba dispuesto a desistir del enfrentamiento en cualquier momento si el ofensor prestaba la debida satisfacción.
Salvados los aspectos formales, la regla máxima del duelo consistía en demostrar que en el lance se batían dos caballeros de honor, no dos maleantes. Su comportamiento debía ser escrupulosamente correcto: aunque la angustia y el miedo hicieran presa en ellos, aunque el corazón se les saltara del pecho, su actitud debía mantener una impasible serenidad. En el caso fatal de ser alcanzado, Traveller aconseja en su libro "El arte de los duelos", de 1836, mantener la sangre fría hasta el final, para morir decorosa y dignamente. De todas formas los duelos no fueron tan cruentos como hoy podamos imaginar. No fue hasta la adopción de la pistola como arma reglamentaria, durante la Revolución Francesa, cuando el duelo se convirtió en un juego de azar mortal. Las armas de fuego aventajaban a las blancas en que derribaban las diferencias físicas entre ambos duelistas. Pero dice Larra que "con su concurso nada le queda que hacer al valor sino morir, porque la destreza es infame si hay superioridad e inútil si hay igualdad."
El reto consistía entonces en que ambos tuvieran las mismas oportunidades de abandonar el terreno siendo el vencedor. Y para que el azar jugara en estos enfrentamientos un papel todavía más relevante, no se admitían pistolas de cañón rayado, de mucha mayor puntería. Las estrías practicadas en ellos descomponen la inercia de la bala en un movimiento giratorio que estabiliza su trayectoria, logrando una mayor precisión en el blanco. Por eso los duelistas, al no disponer más que de armas de cañón liso, de gran alcance pero mucho menos certeras, se entregaban al factor suerte. Hoy día todas las armas de fuego reglamentarias, salvo las escopetas de caza, tienen sus cañones rayados. Durante los siglos pasados el mejor seguro de vida para todo caballero de honor era pues practicar, practicar y practicar.
Al fin y al cabo, como el duelo no es más que el ejercicio privado de la justicia en el que los duelistas se la toman por su mano, el abuso de los lances fue perseguido con la amenaza de penas severas. Pero ni la mala prensa, ni el escarnio o el ridículo, ni siquiera la pérdida del cargo público o el exilio consiguieron desterrar su práctica. Era algo más fuerte que las propias leyes; era el espíritu de la época que obligaba a todo caballero, con derecho legítimo, a defender y restablecer su honor lesionado. Derecho del que el escritor español Mariano José de Larra (1809-1837) se queja en los Artículos de Costumbres: "Mientras el honor siga entronizando donde se le ha puesto, mientras la opinión pública valga algo, y mientras la ley no esté de acuerdo con la opinión pública, el duelo será consecuencia forzosa de esa contradicción social".

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Esparta: El pueblo guerrero

Esparta no tenía ejército, lo era. La pequeña población de Lacedemonia fue, en efecto, el primer Estado militar de la historia: sus habitantes, peones cuyo único objetivo era la total sumisión a las leyes e intereses de la patria. Desde entonces el término espartano califica todo aquello que recuerda la regla ascética y los criterios de disciplina que imprimieron la vida de los lacedemonios.
Llegados del norte hacia el año 1.200 antes de Cristo, los dorios transformaron el mundo griego bajo su empuje. Con ellos, Europa occidental, hasta entonces una región salvaje y muda frente a los imperios orientales, se afirmó como rival. Porque los dorios, a diferencia de otros pueblos como los aqueos o los jonios, no fueron unos invasores pacíficos. Fue una casta conquistadora que se asentó primero en el valle de Laconia y años después en la llanura vecina de Mesenia, al sur del Peloponeso, infundiendo en todo el mundo mediterráneo una nueva y desconocida organización social. En la estructura social rígidamente jerarquizada de Esparta, el campesino pasivo y conservador dejaba paso preferente al soldado. En ella sólo la minoría ciudadana poseía plenos derechos civiles y políticos. La mayoría restante eran los ilotas, antiguos pobladores de Esparta que fueron esclavizados para cultivar las tierras. Sobre esa masa de desheredados se elevaban los periecos, habitantes sometidos pero libres de las zonas alejadas que no habían sido confiscadas durante la invasión y dedicados al comercio y la artesanía.
Junto a los templos de Artemisa y Atenas, los cuarteles caracterizaron la silueta de la ciudad. Pero no sólo su perfil arquitectónico, también la atmósfera de la ciudad se impregnó del carácter castrense, quizá como resultado de su propia estructura social. Inquietas por la desproporción numérica entre ciudadanos libres y desheredados, y la desigualdad social que originaba la hostilidad de los ilotas y el descontento de los periecos, las autoridades espartanas instituyeron un estado de semisitio permanente para evitar cualquier revuelta interna. Así todas las instituciones primitivas y el conjunto de leyes, atribuidas al héroe legendario Licurgo, estuvieron dirigidas a formar a todos y cada uno de los espartanos libres en soldados profesionales.
La férrea disciplina espartana comenzaba ni bien llegaba el niño al mundo: el recién nacido era adoptado por el Estado y desde los siete a los veinte años instruido por el agoge, una severa educación destinada a templar su carácter. Al poco de nacer los niños eran presentados desnudos a una comisión de ancianos de la comunidad para que los examinara. Los débiles o deformes, incluso los cortos de talla no aprobaban el examen y eran arrojados por un barranco desde el pico del monte Taigeto.
Cumplidos los siete años el niño era arrancado del hogar familiar. A partir de entonces y hasta los veinte el chico entraba a formar parte de los cuarteles juveniles donde, a través de una compleja jerarquía de clases de edades y pruebas de iniciación, era formado e instruido en las artes de la guerra. Durante la mayor parte del año los alumnos dormían al raso sobre esteras porque así tendrían que hacerlo también en los campos de batalla. Además de enseñarles a leer, escribir y los rudimentos matemáticos, la formación del joven espartano iba dirigida exclusivamente a convertirle en hoplita: desarrollar su fortaleza y resistencia física, a la par que someterle a duros ejercicios de supervivencia y constantes entrenamientos para ejercitar su destreza con la lanza y espada. El espartano seguía viviendo militarmente en barracas o tiendas sin conocer las comodidades caseras hasta los treinta años. Se lavaba poco, ignoraba la existencia del jabón, debía procurarse la comida y costear sus propias armas.
Aunque a partir de los treinta el joven soldado podía regresar a su casa y tomar esposa, hasta los sesenta vivía en una especie de movilización permanente. Comía en mesas comunales y acudía esporádicamente a ver a su mujer, preferentemente por las noches.
Naturalmente esa severa disciplina entre la casta guerrera, así como su injusta estructura social, sólo podía mantenerse si Esparta sostenía un absoluto aislamiento con el mundo exterior. Favorecidos por la cadena montañosa que circundaba el valle y dificultaba los contactos con otras ciudades helenas, los órganos gubernamentales hicieron todo lo posible por cortar el paso a las ideas progresistas de justicia social para no perder sus privilegios patronales.
Curiosamente el modelo social de Esparta, pueblo para el que las virtudes masculinas como la valentía o la fuerza eran valores absolutos, no puede encajarse en el tradicional sistema patriarcal. Salvo en algunos asuntos de gobierno, la mujer en Esparta estuvo equiparada socialmente al hombre. Esa elevada posición no tuvo ningún otro ejemplo en el resto del mundo griego. Ni siquiera en la democrática Atenas, donde la mujer siempre se mantuvo en segundo plano, a la sombra del varón.
Dicen que pudo ser porque los dorios fue la única tribu de la comunidad helena que trajo consigo a sus propias mujeres para asentarse en las regiones conquistadas. Los demás nunca se atrevieron a viajar con ellas, dejándolas atrás en sus patrias de origen, por lo que, como luego hicieron los romanos con las sabinas, se vieron obligados a raptar a las féminas del lugar, que siempre serían consideradas ciudadanas de segunda.
Por el contrario en Esparta la igualdad de los sexos fue absoluta como lo demuestra el hecho de que sólo los hijos de espartana recibían la titularidad de ciudadanía. Esa equiparación pudo ser fruto de la semimovilización permanente a la que estuvo sometido el varón espartano hasta que cumpliera los sesenta años. Las tareas encomendadas a la mujer de Esparta abarcaban muchos aspectos: se encargaban de gobernar los hogares y administrar las finanzas de la familia, tenían responsabilidad absoluta para educar a sus hijos hasta que cumplieran la edad prescrita para que ingresaran en los cuarteles juveniles y se ocupaban de supervisar el trabajo de sus ilotas. Las niñas espartanas recibían una educación similar a la de los muchachos: además de leer y escribir, aprendían música y danza, y se les incluían el deporte y la gimnasia como disciplina obligatoria. Las competencias deportivas solían ser con frecuencia mixtas y ningún espartano se avergonzó nunca de ser vencido por una mujer en el encuentro. La juventud de Esparta tampoco conocía el pudor porque desde temprana edad los contrincantes contendían desnudos en la palestra.
Las constantes batallas y conflictos internos habían ido desangrando las tropas, reduciendo peligrosamente la población militar que habitaba sus cuarteles. Así, mientras que en el año 490 a. de C. el ejército lacedemonio contaba con 8000 hoplitas, sólo trescientos años después la cifra había disminuido a 700.
Al hablar así de la historia de Esparta podríamos preguntarnos: ¿Fue realmente un pueblo tan violento? Ciertamente Esparta se distinguió por ser una irrefrenable máquina de guerra pero nunca por un carácter sanguinario o cruel. Sucede que los espartanos, tan disciplinados para muchas cosas, nunca se preocuparon por dejar testimonio alguno de sus costumbres y actividades, y las noticias que nos han llegado se deben única y exclusivamente a la afilada pluma de autores e historiadores atenienses.
Hoy podemos afirmar que las tropas espartanas respetaron y observaron siempre las normas que regían las campañas bélicas de la época. Jamás atacaron o asaltaron al enemigo en contra de la voluntad de sus dioses. Como era costumbre, antes de comenzar la lucha, sacrificaban un animal para consultar el deseo divino. Si los signos de la víctima eran de mal agüero, posponían la batalla hasta que éstos les fueran más propicios. Cuenta Tucídides que en la batalla de Platea (479 a. de C.), que enfrentó a Esparta con el ejército persa, ningún hoplita lacedemonio movió un dedo hasta que finalizaron los rituales de sacrificio, a pesar de que las flechas enemigas habían comenzado a causar las primeras bajas en sus filas.
Humilde y desinteresada, Esparta permitió a Atenas llevarse la gloria y los laureles de salvar la Hélade. Preocupada antes porque su régimen militar mantuviera el orden interno del Estado que por dominar los mares, no dispuso de armada, dejando el campo libre para que Atenas acaparara la hegemonía marítima. Unicamente respondió con toda la fuerza de lo que era capaz cuando el mundo griego se vio seriamente amenazado por la invasión del poderoso ejército persa. Fue precisamente en el desfiladero de las Termópilas (480 a. de C.) donde Esparta libró la última pero la más genial de las batallas de su historia. Allí el heroico comportamiento de los 300 hoplitas lacedemonios comandados por su rey Leónidas ha pasado a la historia como ejemplo de lealtad patriótica. Durante dos días el escaso contingente espartano supo mantener en jaque a los temibles arqueros del persa Jerjes, sucumbiendo al fin bajo una densa lluvia de flechas, pero fieles al estribillo que las madres de Esparta cantaban cuando sus hijos iban a la guerra: "Vuelve con el escudo o encima de él."

martes, 13 de noviembre de 2007

La Esfinge de Gizeh

En razón del lamentable estado en que se encuentra la enigmática Esfinge de Gizeh resulta imposible determinar qué representa ni con que fin la levantaron. No hay manera de saber qué clase de rostro es el suyo y si tuvo originalmente en el lomo un par de alas, como otras esfinges de menor tamaño que no han sufrido tan bárbaras mutilaciones. Y son muchos más los misterios que encierra esta estatua monumental, única en el mundo, cuyo nombre ha venido a convertirse en sinónimo de enigma sin solución.
Lo primero que sorprenderá al turista que acuda a admirar la Esfinge será su descomunal tamaño, que ha perdido gran parte de su tamaño original y que está esculpida en la roca viva, esa misma que forma la meseta de Gizeh y que sirve de base a las pirámides cercanas. No dejará de observar que desde la base de la Esfinge hasta la punta superior de su carcomida cabeza tiene la altura de un edificio de cinco pisos y que su longitud desde el extremo de las patas delanteras hasta lo que pudiera ser el comienzo del rabo, es igual a la anchura de un campo de fútbol.
Durante algún tiempo los egiptólogos creyeron erróneamente que fue Thutmoses IV el faraón que ordenó esculpir la Esfinge, todo porque apareció su sello real en la piedra. Pero se vino a descubrir más tarde que todo se remontaba a los tiempos en que, siendo un joven príncipe Thutmoses, fue a cazar al desierto y quedó tan agotado que se echó a dormir a la sombra de la Esfinge, totalmente cubierta por las arenas. Se le apareció en los sueños al cazador el dios Harmakhis y le suplicó quitar la arena que cubría la estatua. Prometía recompensarlo muy pronto. El príncipe obedeció. La recompensa consistió en que murió Thutmoses III y subió al trono su hijo Thutmoses VI. Y como este faraón era un hombre agradecido, rindió homenaje a la Esfinge esculpiendo su nombre en la piedra, para que a partir de entonces se relacionase a ambos.
Otra creencia que se vino por tierra fue la que tenía que ver con el sexo de la Esfinge. ¿Era de hombre o de mujer? No se pudo precisar tal cosa, en razón del mal estado de la cabeza, destrozada por culpa del viento del desierto, cargado de arena afilada como lija. Y también por culpa de los hombres. La historia nos informa que a comienzos del siglo pasado unos soldados turcos, los llamados mamelucos, se divirtieron utilizando la Esfinge como blanco para el tiro de cañón. Tan certera fue su puntería que su jefe, Mehemet Alí, los mandó degollar a todos en el momento de enterarse de la proeza.
Las características de la Esfinge son que carece de senos como otras esfinges de menor tamaño. Nadie puede afirmar que los tuviese alguna vez. Su rostro es irreconocible. Lo único que puede afirmarse es que es chato, de cuello regordete, anchos pómulos, tiene en la parte posterior de la cabeza un tocado faraónico y un cuerpo de leona.
En 1976, una sonda VIKING enviada a Marte, tomó la extraña fotografía de un enigmático rostro, tallado en la superficie de ese planeta. Al tiempo, un anuncio oficial afirmaba que el rostro no podría ser producida por una erosión casual. Duplicando sus mitades, aparecían alternativamente el rostro de un hombre primitivo y el de un felino. ¿Qué relación había entre esta figura y la milenaria esfinge?
La vinculación entre Egipto y el planeta rojo se manifiesta además con la importancia de ese color en la vida egipcia: Originalmente, las pirámides se encontraban pintadas de color rojizo, y el Libro de los muertos hacía alusión a Horus como... el retoño rojo. En sus frisos, solían pintar a los hombres de color rojo y a sus dioses... de VERDE. Color que habitualmente se le adjudica a los seres extraterrestres. Finalmente, la capital de Egipto, EL CAIRO, en idioma árabe significa... MARTE. ¿Fue realmente un éxodo Atlante, el origen de la civilización Egipcia? ¿O ambas culturas tienen un origen común... más allá de nuestra comprensión? El misterio que envuelve a esta enigmática civilización, aún es indescifrable.
La han llamado "El rostro de Marte"... Un investigador de la NASA anunció en las Naciones Unidas que no podía ser una erosión casual en la desértica superficie del planeta. Los ingenieros espaciales comprobaron que se trataba de un objeto simétrico que presentaba formas similares a dos cavidades oculares, una boca y la línea del cabello a ambos lados. Se duplicó una de las dos mitades, y se obtuvo el rostro de un hombre primitivo. Luego, se duplicó la otra mitad, y apareció la imagen de un felino. Este doble rostro relaciona la fotografía de Marte directamente con la milenaria Esfinge de Gizeh, del antiguo Egipto, con rostro humano y cuerpo de león. ¿Sería esa fusión del hombre y el felino, el testimonio de una misma cultura, que diseminó sus monumentos en ambos planetas? La Esfinge de Gizeh es la estatua de piedra más grande del planeta, tallada en una sola pieza sobre un macizo rocoso. Mide 20 metros de alto y 57 de largo, y su rostro, de 4 metros de ancho, mira hacia Occidente.
En la actualidad, los arqueólogos cuestionan la antigüedad que se le adjudica. Se le atribuían 4.500 años, pero hoy, a través de la técnica del identikit, ni siquiera se puede considerar que su rostro sea el de aquel faraón Kefrén que la habría mandado a construir. Hay nuevos descubrimientos que aseguran que el cuerpo de la Esfinge no fue erosionado por la arena y el viento, sino que tiene huellas de erosión producida por el agua. Pero esto resulta inexplicable, porque en el Sahara hace más de nueve mil años que no llueve en cantidad. En cambio, las pirámides cercanas sufrieron la erosión posterior del viento y la arena. Esto demostraría que la Esfinge duplica en antigüedad a las pirámides,remontándose a una época tan remota, que ningún terráqueo podría haberla construido con esa magnitud y escala.
¿Quién la construyó entonces, con su inquietante fusión de hombre y león? ¿La misma civilización que habría dejado en Marte ese rostro de hombre y felino?

lunes, 12 de noviembre de 2007

El misterio de las catedrales

Construidas hace ochocientos años, las catedrales siguen desafiando, imperturbables, el paso del tiempo. Todavía resulta un misterio explicar la causa profunda que movió a pueblos enteros a embarcarse en esa empresa colosal: levantar edificios de proporciones monumentales, que se imponían en las comarcas por encima del resto de las iglesias. Se hizo indispensable reclutar a millares de obreros, pero a diferencia de las grandes obras que las habían precedido, en este caso no se recurrió a mano de obra esclava. La gente que participaba de la construcción lo hacía a voluntad, cantando himnos de alegría y movida por una devoción sin límites. Es cierto que se les concedían indulgencias; no obstante, esto no alcanza a explicar la inmediata participación de cofradías, hermandades y gremios que proliferaban constantemente y se trasladaban sin descanso de una construcción a otra. Fue un acto de fe colectiva que nunca más se repitió en la historia del cristianismo, en el que participaban por igual nobles y plebeyos. El dinero para solventar los elevados costos de construcción se recolectaba por medio de limosnas y donaciones; hasta los canónigos debían ceder la totalidad de lo recaudado, sólo les permitían retener una cifra mínima, exclusivamente para su sustento. Se enviaron penitentes por toda Europa en busca de auxilio, y los reyes y grandes señores realizaron cuantiosos donativos. Sin embargo, el mayor aporte económico fue el que brindaron los caballeros templarios.

Vastas y majestuosas, las catedrales mantienen una invariable regla de construcción: el ábside orientado hacia el sudeste; la fachada, hacia el noroeste; y el crucero, que forma los brazos de la cruz, de nordeste a sudoeste. Cada vez que se ingresa en ellas, parecería que se dejan atrás las tinieblas y se avanza hacia Oriente, el lugar donde nace el sol y el sitio donde está Palestina, la cuna del cristianismo. Como consecuencia de esta disposición, uno de los tres rosetones que adornan las paredes de toda catedral jamás es iluminado por el sol; es el rosetón septentrional, que luce en la fachada izquierda del crucero. El segundo resplandece al sol del mediodía; es el rosetón meridional, que se abre en el extremo derecho del crucero. El último se ilumina bajo los rayos púrpuras del sol poniente; es el gran rosetón, el de la fachada principal, que aventaja a sus hermanos laterales en dimensiones y esplendor. Para los ocultistas, el rosetón representa la acción del fuego alquímico, productor de la piedra filosofal. Los artistas medievales, según dicen, reflejaron en sus rosetones el movimiento de la materia excitada por el fuego elemental. Por regla general, las catedrales son edificios de tres a cinco naves, abovedados en piedra mediante arcos ojivales apuntalados en arbotantes; en la cúspide de la cruz latina se ubica el coro. Su estilo es el gótico, que desplazó sin remedio al románico que se utilizaba hasta ese momento en la construcción y ornamentación de edificios religiosos. Sobre el suelo, exactamente en el punto de intersección de la nave central y el crucero, los constructores de catedrales góticas no olvidaban dibujar un laberinto, cuyo significado nunca estuvo claro. Estos laberintos estampados en la piedra (muchos de ellos desaparecieron, como el de Amiens, que tenía incrustaciones de oro) constituyen para estudiosos como Marcellin Berthelot "una figura cabalística que se encuentra al principio de ciertos manuscritos alquímicos y que forma parte de las tradiciones mágicas atribuidas al rey Salomón".

Es imposible discernir cuál es la más bella de todas las catedrales francesas. La de Chartres, igual que la de París, conmueve con sus vitrales. La de París y Reims emocionan por la majestuosidad de sus fachadas; la de Amiens por lo grandioso de sus naves y por la Rueda de la Fortuna inscripta en su rosetón del frente; la de Bourges por el misterio de su cripta y por sus cinco portales. En la de Reims se conserva intacta una Biblia de piedra; desde los griegos no se había producido algo tan perfecto y original. También asombra allí la losa central de su laberinto. La de Amiens se alza imponente, como si de verdad tuviese conciencia de que se trata de uno de los edificios religiosos más grandes del mundo: sólo la superan en dimensiones San Pedro de Roma, Santa Sofía de Constantinopla y la catedral de Colonia, Alemania.

A semejanza de Notre Dame de París, la catedral de Amiens presenta un notable conjunto de bajorrelieves herméticos. Su pórtico central es casi fiel reproducción, no sólo de los motivos que adornan el pórtico de París, sino también por el orden que siguen. Unica diferencia: en París los personajes sostienen discos; aquí, escudos. En Amiens, el emblema del mercurio es presentado por una mujer; en París, por un hombre. Los demás detalles son asombrosamente idénticos. A estos prodigios, construidos por el hombre en un tiempo de magia y misterio, hay que agregar el resto de las catedrales que se alzan en Europa. Están allí desde principios del siglo XII y seguirán estando por muchos siglos más. Han revelado numerosos secretos; todavía quedan muchísimos sin revelar.