miércoles, 22 de julio de 2009

Tecnologí­a de los dioses: ¿Cómo moví­an semejantes monolitos?

Analizando las construcciones antiguas nos preguntamos: ¿Fueron realmente primitivas las sociedades que erigieron monumentos como las estatuas de la isla de Pascua, las ciudades de piedra de los Andes y las pirámides de Egipto?

La hazaña técnica que hizo posible la construcción de las estructuras megalíticas europeas resulta admirable; tanto, que se ha querido atribuir repetidamente un origen sobrenatural a esta actividad de nuestros antecesores históricos. Sin embargo, es difícil responder a las cuestiones que suscita el megalitismo; por ejemplo, a la pregunta de René Noorbergen: "¿Será posible que la ciencia antediluviana (o lo que sobrevivía de ella en tiempos de Stonehenge) incluyera un método para vencer la ley de la gravedad?"

Indudablemente, el intento de reconstruir los métodos que usaban los constructores del pasado conlleva muchos riesgos. Existe el peligro de entusiasmarse con una técnica sin hacer verificaciones experimentales rigurosas, o de sacar conclusiones a partir de experimentos en pequeña escala. El explorador noruego Ihor Heyerdahl incurrió en parte en este error cuando intentó reproducir las hazañas de los constructores de estatuas de la isla de Pascua.

La isla de Pascua es un punto remoto en el océano Pacífico, la más oriental de las islas de Polinesia. La isla está cubierta de sus famosas y originales estatuas, con cabezas gigantescas y sin piernas. Se conocen unas 1.000, por lo menos. De ellas, algunas yacen aún en las canteras, de donde no fueron retiradas; otras están estropeadas y mutiladas; pero la mayoría se yerguen sobre la isla rocosa y estéril. Miden entre 4 y 5 metros, y muchas de ellas pesan 20 toneladas. ¿Cómo fueron trasladados estos monstruos pétreos hasta sus actuales emplazamientos?

Heyerdahl se había especializado en demostrar lo "indemostrable": él fue quien, con la expedición de la Kon-Tiki, realizó una travesía del Pacífico desde Perú a Polinesia con medios tecnológicos muy primitivos, y aclaró el posible parentesco entre el arte incaico y el polinesio. Posteriormente (en 1956), en el transcurso de sus trabajos en la isla de Pascua, intentó responder a esta otra pregunta. Organizó a una docena de habitantes de la isla para que trasladaran una estatua y la levantaran. Tardaron 18 días, pero al final lo lograron.

¿Dioses que andaban?

Esta hazaña fue justamente criticada, y se la considera una contribución poco relevante para resolver el enigma de la isla de Pascua. La cabeza que se trasladó era una de las más pequeñas (pesaba menos de 15 toneladas). Fue desplazada sólo unos 100 m. por un terreno liso y arenoso, y con la ayuda de sogas modernas. Esto tiene poco que ver con el viaje de 6,5 km que hizo la mayor de las estatuas de la isla, un gigante de 80 toneladas. Las estatuas tampoco sufrían daños cuando eran levantadas, mientras que el grupo de Heyerdahl estropeó la cabeza de la estatua que transportó.

Pero ni las teorías de los sabios cómodamente sentados en sus poltronas, ni los penosos experimentos llevados a cabo in situ por Heyerdahl y otros, logran desvanecer las dudas que emanan del impresionante paisaje de la isla de Pascua, ni la idea de que esos antiguos dioses (si eso es lo que eran) "anduvieron" hasta sus emplazamientos definitivos por medios que no logramos comprender, y allí quedaron petrificados.

Y hace falta aguzar aún más el ingenio para descubrir la forma en que fueron construidas las ciudades y fortalezas de los Andes. Tiahuanaco se halla a 4.000 m sobre el nivel del mar, una altitud que los visitantes sienten en sus pulmones si no han nacido en aquellas alturas. La ciudad, situada en el territorio actual de Bolivia, no está lejos del lago Titicaca. Nadie sabe con exactitud cuándo fue construida: quizá entre los años 200 y 600 de nuestra era; quizá antes; quizá después. Sus templos son macizos e impresionantes. Los bloques que los componen son enormes (algunos pesan 100 toneladas). Se han encontrado las canteras de donde provienen, y están a distancias que oscilan entre los 100 y los 200 km.

¿Esclavos y hombres libres?

No existe ninguna representación gráfica de los trabajos de construcción de Tiahuanaco. Parte de las piedras, por lo menos, fueron traídas a través del lago, durante la estación en que sus aguas crecen. Pero otras tienen que haber venido por tierra; quizá se construyeron rampas lubricadas con arcilla húmeda para hacer subir las piedras por las cuestas. La ciencia convencional sostiene que si éste no fue el sistema empleado, tuvo que ser otro parecido. Sabemos tan poco de la sociedad que construyó Tiahuanaco, que es posible suponer que grandes cantidades de esclavos u hombres libres pudieron haber tirado de los bloques.

Pero tampoco podemos criticar a la ligera a los teóricos menos convencionales cuando éstos descartan estas conjeturas y en cambio recuerdan las leyendas que los incas contaron a los españoles en el siglo XVI. Esas leyendas afirmaban que Tiahuanaco fue construida por seres barbados de piel blanca, dirigidos por el dios Tiki Viracocha. Thor Heyerdahl bautizó Kon-Tiki a su balsa porque creía que ese mismo pueblo se había hecho a la mar en dirección al oeste, para fundar la sociedad constructora de estatuas de la isla de Pascua. Así quedan vinculadas las habilidades casi mágicas de los pobladores de Pascua con la supertecnología de la que parecen dar fe las ruinas de Tiahuanaco.

Heyerdahl sostiene que los primeros colonizadores usaban balsas, y no cree en la posibilidad de una intervención extragaláctica. Erich von Daniken, en cambio, afirma que los seres de cuatro dedos que aparecen grabados en algunas piedras de Tiahuanaco son retratos de antepasados de cuatro dedos que llegaron desde el espacio. Para terminar con estas especulaciones, seria necesario que algún arqueólogo demostrara que las explicaciones convencionales son factibles organizando el transporte de un bloque de 100 toneladas por un terreno irregular (bosques y ríos incluidos) en una distancia de 160 km.

La única de las siete maravillas del mundo antiguo que sigue en pie, la gran pirámide de Gizeh, a unos kilómetros al sudoeste de El Cairo, ha sido objeto de especulaciones durante siglos. Fue construida en el siglo XXVI a.C. para el faraón Keops. Mide 137 m de altitud sobre el suelo de roca nivelada, y su base cubre un área de 5,2 ha. Se calcula que la pirámide está compuesta por 2.500.000 bloques de piedra arenisca, que pesan unos 6,5 millones de toneladas. Cuando estaba recién construida, la tumba real resplandecía de blancura, ya que estaba forrada de piedra caliza alisada; este recubrimiento fue objeto de pillaje hace mucho tiempo.

¿Cómo se levantó esa estructura? Escritores como René Noorbergen y Erich von Daniken afirman que 2 millones y medio de bloques, con un peso promedio de 2,5 toneladas, no pudieron ser transportados y manipulados por 100.000 hombres (cifra que proporciona el historiador griego Herodoto) durante los 22 años que duró el reinado de Keops. Siguiendo con las estadísticas, Noorbergen llega a la conclusión de que estamos hablando de un proyecto que requirió por lo menos un millón de personas, es decir, un tercio a la mitad de la población estimada de todo Egipto alrededor del año 2700 a.C.

Noorbergen también habla mucho de la cantidad de madera necesaria para construir las barcazas que traían los bloques por el Nilo desde lugares tan lejanos como Asuán (960 km), y para los deslizadores o rodillos con los que eran colocados en su posición. Asegura que "los matemáticos nos dicen que se hubiesen necesitado 26 millones de árboles para fabricar la cantidad necesaria de balsas y rodillos."

Sin embargo, no hay que perder de vista el hecho de que la mayor parte del núcleo de piedra arenisca de la gran pirámide fue extraído de canteras locales, de modo que no fue necesario traerlo desde tan lejos.

Aunque sumamente interesantes, los argumentos de Noorbergen no confirman en absoluto que las pirámides fueran anteriores al diluvio, ni que fueran construidas con una supertecnología actualmente perdida. De hecho, el desarrollo de las técnicas de construcción egipcias puede ser seguido a lo largo de los siglos.

Las hazañas de los antiguos maestros de obras pueden hacernos pensar que disponían de fuerzas enormes, de las que no sabemos nada: los talentos característicos de la raza humana (fuerza de voluntad, inteligencia, destreza y experiencia) no bastan para justificar ciertos hechos, como la existencia de baterías eléctricas de 1.500 años de antigüedad, o el hallazgo de artefactos de metal en lo más profundo de rocas antiguas. No hay duda que la tecnología antigua permanece en gran parte inexplicada.

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