jueves, 1 de septiembre de 2011

El Palacio de Lercaro: Lugar encantado de las Islas Canarias

La Casa Lercaro, también conocida como el Museo de Historia de Tenerife (Islas Canarias), alberga en su interior múltiples misterios que se escapan a la razón humana. Misterios que tienen su origen en las pasiones humanas.

Catalina, primogénita de la familia de comerciantes Lercaro de Génova, se negó a subyugar su existencia a las exigencias de sus padres, que la entregaron en matrimonio a un traficante de esclavos. La joven, atormentada, no conseguía asimilar las obligaciones de una mujer de su época (siglo XVI), y, se convenció a sí misma, de que no merecía el infierno que le esperaba en un matrimonio de conveniencia.

El mismo día de los esponsales, Catalina, enloquecida, huyó del altar para lanzarse por el antiguo pozo del palacio. Su familia, destrozada, tuvo que lidiar, no sólo con el suicidio de la joven, sino con la vergüenza de que su cuerpo no pudiera ser enterrado en Campo Santo. Decidieron darle sepultura en el palacio, pero acabarían huyendo por las terroríficas apariciones que empezaron a sucederse en el lugar -se trasladaron a la Orotava-.

El espectro de Catalina vaga sin rumbo en el Palacio Lercaro. Todos los que se cruzan con ella, comentan que su rostro exhibe desesperación y desasosiego. A pesar del peso de los siglos, su presencia no desaparece.

El que fuera un flamante castillo del siglo XVI acabó siendo un lugar en ruinas y abandonado. A principios de los años noventa, en pleno siglo XX, el Cabildo de Tenerife decidió convertirlo en lo que es hoy: un museo de historia. No obstante, durante las obras de restauración, los obreros y vigilantes comentaron que un extraño ser vagaba por el palacio. Les aterrorizaba la idea de pasar allí la noche.

Una serie de rumores empezaron a extenderse por el municipio. Decían que un vigilante de seguridad y una limpiadora habían visto a Catalina en el palacio. Otros cuentan que en el ambiente se perciben unas extrañas presencias, ruidos, sombras y desconocidos olores. La situación era tan insostenible, que se abrió una investigación para determinar la veracidad de la Leyenda de Catalina.

Se desconoce si realmente existió alguna vez una joven que se suicidó en el pozo del palacio huyendo de su destino. No es seguro que los ruidos y apariciones espectrales sean reales o no, o si todo nace de la superstición popular. Lo único que sí es real es la atmósfera de misterio que habita en el museo, sea o no, la eterna morada de Catalina de Lercaro.

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