Las representaciones del mal en las diversas tribus indígenas que han y siguen poblando la Tierra son diversas, aunque siempre albergan un punto en común: la clara evidencia del miedo inconsciente a lo desconocido, a lo no predecible. La manifestación más común del demonio lo exhibe como un ser maligno que persigue infringir el mayor dolor posible al pueblo, para que éstos sientan en carne viva la desesperación.
Uno de los tantos “diablos” que campan a sus anchas en nuestra dimensión es Gualicho, que significa en araucano (Chile) “alrededor de la gente”. Este ente demoníaco atormenta los sueños de los pueblos indígenas de la Patagonia, concretamente a los Mapuches y a los Tehuelches. Es la personificación del mal absoluto, y su principal diversión es la de provocar enfermedades y desgracias.
Gualicho gusta de vivir en cuevas para observar atentamente la vida de los habitantes de los lugares que visita. Su carácter es indómito, un espíritu de extraordinaria fortaleza, indestructible, al que le gusta llevar la maldad a los límites o simplemente jugar con los sentimientos para pasar el rato. Por tanto, su forma puede ser engañosa: pasa de la agresividad al falso amor. Ésta última, tiene mucho que ver con el nuevo significado que adquirido el vocablo: actualmente, se relaciona con la magia negra, con las pócimas de amor para “amarrar” (obligar) a una persona a querer a alguien que, a priori, no significaba nada para ella.
Los habitantes de la zona que profesan su miedo, procuran mantener una serie de normas de comportamiento para no enfurecer al demonio. Como por ejemplo pasar por los caminos de forma ordenada y silenciosa, no cantar durante la noche..., entre otras. Por tanto, en esta imaginería popular, se rinde tributo al mal para no padecer sus horrores, un signo inequívoco de la oscuridad cultural en la que conviven estas tribus.
Por otra parte, los Tehuelches llegaron a la conclusión de que Gualicho podría ser una diablesa, ya que sus otras aficiones son asustar a las mujeres y secuestrar niños. Igualmente, cuando algún mal asolaba la región, como enfermedades o accidentes, los hombres montaban en cólera y cogían las armas para acudir prestos a las sendas y lanzar estocadas al aire, intentando herir el demonio. Su idea era alejarlo pero, en general, se prefiere hacer sacrificios de animales, periódicamente, antes que llegar a estos extremos.
Hoy en día, Gualicho sigue presente pero de una forma errónea, confusa. Éste ha pasado de ser el demonio absoluto, a ser la expresión que define la actitud enfermiza de una persona por otra. Sin duda, una pérdida de la cultura indígena, el legado de los ancestros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario