miércoles, 14 de septiembre de 2011

La leyenda de Ico: Una princesa maja de la isla de Lanzarote

Durante la conquista de las Islas Canarias, arribó a Lanzarote una embarcación española capitaneada por Martín Ruiz de Avendaño. En un principio, su presencia no fue bien acogida por los isleños que se apresuraron a prepararse para entrar en combate. Sin embargo, los tripulantes dieron muestras de desembarcar en la isla en son de paz, por lo que Zonzamas, soberano de Lanzarote, aceptó las ofrendas que traían consigo los conquistadores, agasajando con diversos regalos y ofreciéndoles que descansaran de la travesía en su propio hogar, en Acatife.

Tras unos días de descanso, en compañía de la familia del rey, éste partió hacia la península. Nueve meses después, la reina Fayna, daba a luz una niña de tez blanca y cabellos rubios: Ico. Pronto los ciudadanos empezaron a rumorear sobre la niña y su fisonomía, tan diferente a la de sus padres. La joven creció sana y robusta, y a la muerte de sus padres, el consejo, los Guaires, proclamaron rey al hermano de ésta, Timanfaya.

Poco tiempo después, retornaron los conquistadores a Lanzarote para apresar esclavos guanches. Tras una dura batalla entre aborígenes y españoles, muchos de ellos fueron esclavizados, entre ellos, el propio Timanfaya. Pronto se debía de elegir un nuevo soberano que, a priori, debía ser Guanarteme, esposo y hermano de Ico. Los Guaires no querían esta situación, ya que eso significaba proclamar reina a Ico, de quién dudaban su auténtica procedencia, ya que no olvidaban a aquél navío con Ruiz Avendaño a bordo…

Finamente, para comprobar si Ico era hija de Zonzamas, decidieron someterla a la prueba del humo. Ésta debía ser encerrada en una cueva acompañada de mujeres plebeyas. Llenarían la cueva de humo y si ella sobrevivía, era signo inequívoco de que por sus venas corría sangre real. La noche anterior a la mortífera prueba, la niñera de Ico, Uga, acudió a sus aposentos con la excusa de animarla pero, en realidad, le aconsejó que dentro de la cueva empapara una esponja con agua y la pusiera en su boca.

Así lo hizo. Cuando los consejeros entraron la cueva, encontraron a Ico viva y a las plebeyas muertas. Ésta fue coronada reina de Lanzarote junto a su esposo Guanarteme. Nunca nadie más volvió a dudar de ella, a pesar de sus rubios cabellos y su piel clara.

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