El 19 de noviembre de 1703, un misterioso prisionero moría en la cárcel parisina de la Bastilla. Este hecho no habría tenido nada de particular, sino fuera por las extraordinarias circunstancias que le rodearon y que le convirtieron en uno de los personajes más célebres de la literatura. Las autoridades de la época se tomaron infinitas molestias para ocultar su auténtica personalidad, e hicieron tan bien su trabajo que aún hoy, casi tres siglos después, solamente nos podemos referir a él por el seudónimo con el que ha pasado a la historia: el hombre de la mascara de hierro. Hay pocos misterios en la historia de los últimos siglos que hayan despertado la imaginación de tantos escritores, historiadores y cineastas como la historia del hombre de la máscara de hierro.
Se ha escrito tanto sobre él y se le han puesto tantos rostros, que la ficción ha rebasado a la historia, olvidando lo más importante, que tras todas esas fantásticas aventuras, existió un hombre real, del que desconocemos su rostro, su nombre y el delito que le llevó a la cárcel, y sólo hay dos cosas seguras, que tuvo enemigos muy poderosos y que su destino fue uno de los más tristes y trágicos de la historia.
Tras el misterioso personaje se ha querido ver a un hermanastro del rey Luis XIV de Francia, fruto de la relación ilícita de la reina Ana y de su primer ministro, el cardenal Mazzarino; a un hijo bastardo del rey Carlos II de Inglaterra y Lucia Walters; al Duque de Montmouth o al Conde Matthioli, entre otros.
Hechos Históricos
Lo que sí se sabe con certeza, puesto que ha sido encontrada la documentación correspondiente, es que tal personaje sin nombre, sólo conocido por el epíteto de La Máscara de Hierro, no fue una leyenda, sino un ser real que arrastró durante al menos los últimos treinta y cuatro años de su vida el suplicio de un encarcelamiento sin esperanza de redención, por motivos que siguen ignorados. Parece que todo comenzó en 1669. El capitán de Saint Mars, que era por entonces gobernador del castillo prisión de Pignerol, en la Saboya francesa, recibía el 19 de Julio de aquel año una carta del ministro de guerra Louvoisen la que le comunicaba, por orden del rey, la próxima llegada desde Dunkerque de un prisionero al que se daba el nombre de Eustache Dauger, con el encargo expreso de que fuera encerrado allí con las máximas medidas de seguridad, de forma que no pudiera transmitir a nadie mensaje alguno ni siquiera noticias de su presencia. Saint Mars sería el responsable de que se mantuviera a toda costa el secreto de su estancia en la fortaleza. Se encargaría de ser el único contacto del prisionero con la realidad exterior, aunque sin tratar de conocer nunca su identidad, y le proporcionaría todo cuanto fuera humanamente necesario para hacer su estancia mas soportable dentro del absoluto rigor de su encierro. Tras una serie de misivas entre el gobernador de la prisión, el ministro y en una ocasión el rey en persona, que le recordaba a Saint Mars su obligación de tener al prisionero a buen recaudo "hasta nuevas órdenes mías, impidiendo que mantenga comunicación con nadie ni de viva voz ni por escrito", las alusiones al prisionero decaen en interés hasta el 10 de marzo de 1674. En eaa fecha, el ministro Louvois escribe una nueva carta anunciando la próxima llegada a la fortaleza de un segundo prisionero, al que esta vez ni siquiera se da nombre y para quien se pide aislamiento absoluto y la conveniencia de proporcionarle un breviario y algunos libros de oraciones. A partir de entonces, la personalidad de ambos prisioneros se identifica, hasta el punto de que, en un determinado momento (1681), uno de ellos deja de ser mencionado, posiblemente por haber fallecido, y ninguna noticia nos aclara si se trata del primero o de segundo. Cualquiera de ellos podría ser La Máscara de Hierro.
ORIGEN DE LA MÁSCARA
El gobernador Saint Mars se convertiría así en guardián y única compañía de aquel extraño recluso, cuya identidad siguió siendo una incógnita total incluso para quien le mantendría bajo su custodia. Lo único que el capitán sabía era su obligación de tenerle siempre cerca e impedir que estableciese cualquier tipo de comunicación con nadie mas que con él. Así cumplió su cometido al pie de la letra y cuando Saint Mars, en 1681, fue trasladado al castillo de Exiles, en la misma Saboya, fue el único pupilo de su anterior destino que llevó consigo, en una silla de manos y cuidando siempre que no estableciera comunicación alguna con quienes le transportaban. Incluso parece que fue entonces cuando algunos se percataron de que el prisionero llevaba puesto un antifaz de terciopelo negro reforzado con una estructura de hierro, que sería el origen de la máscara por la que fue posteriormente conocido. Desde Exiles, Saint Mars fue trasladado en 1687 a la fortaleza de la isla Santa Margarita, en la Costa Azul, también destinada a cárcel. Apenas llegó, mandó construir una fila de seis celdas nuevas, junto al pabellón que le servía de residencia, cuyas ventanas asomaban al farallón que caía a pico sobre el mar. La quinta de estas habitaciones fue adjudicada al prisionero de la Máscara y se supone que la sexta se reservaría para otro encarcelado que tal vez tendría como función la de servirle de criado. Curiosamente, una puerta comunicaba directamente con la celda de la Máscara desde la residencia del gobernador. Al parecer, se le permitía oir misa todos los domingos desde el corredor al que la celda daba acceso, sin duda un privilegio insólito para cualquier prisionero. La estancia en Santa Margarita se prolongó hasta 1698, en que Saint Mars fue nuevamente trasladado, esta vez nada menos que con el cargo de gobernador de la prisión parisina de La Bastilla, la misma que los revolucionarios de 1789 redujeron a escombros. La Máscara, como ya era habitual, fue trasladado con él y en La Bastilla pasó sus últimos años, hasta su muerte y entierro en el cementerio parroquial de San pablo, en 1703. En la nueva prisión, varios funcionarios pudieron verle, siempre con su máscara puesta y fuera del alcance de cualquier curioso. Pero su fama no trascendió hasta aquella primera noticia que publicó Voltaire cincuenta años después de su muerte. Dicen que fue entonces cuando se intentó averiguar quien pudo ser aquel prisionero, tan celosamente mantenido en secreto. Se asegura que hubo un intento de exhumar su cadaver, pero que, cuando abrieron la tumba, se pudo comprobar que había sido profanada y que la cabeza del muerto había sido sustituida por una piedra. Numerosos investigadores se han lanzado desde entonces a la aventura de descubrir la identidad de La Máscara de Hierro. Pero, a pesar de sus valientes intentos, la solución de su misterio sigue en el aire. Pues hubo tantos hechos misteriosos y difícilmente explicables en torno al reinado de Luis XIV que cualquiera de ellos pudo servir y ninguno llegó a plantearse como solución lógica para aquella incógnita de la historia.
Desmantelando las Diferentes Teorías
Ana de Austria nació en Madrid en 1602, hija del rey de España Felipe III. La casaron, cuando sólo contaba 13 años, con Luis XIII de Francia. El monarca francés murió en 1643, dejando a Ana regente de su hijo y heredero, el futuro Luis XIV, que tenía entonces poco más de 4 años. La reina puso al frente del Gobierno al Cardenal Mazzarino, que ya había sido primer ministro de su esposo.
Fue éste un periodo turbulento y peligroso para la monarquía. Estallaron revueltas que obligaron a la Reina a abandonar momentáneamente Paris junto con su hijo. La impopularidad de Ana y de Mazzarino era muy grande y se comenzó a rumorear que mantenían una relación incestuosa, incluso se llegó a decir que habían contraído matrimonio en secreto
Lo cierto es que esta relación, de haberse confirmado, habría sido muy peligrosa para la monarquía, sobre todo en un momento en el que su situación era tan precaria. De haber nacido un hijo de la pareja, el escándalo podría haber significado el final de la dinastía borbónica en Francia.
Hasta aquí la historia del hermanastro parece bastante plausible, pero hay que estudiar los hechos conocidos. El misterioso personaje murió en 1703 y en su partida de defunción se decía que tenía unos 45 años, es decir que la fecha de su nacimiento se remontaría alrededor de 1658, cuando Ana ya contaba 56 años.
Pasamos a estudiar otra teoría. Ya se ha comentado el interés de la Duquesa Elizabeth Charlotte de Orleáns por el prisionero, la cual hizo varios intentos, aprovechándose de su elevada posición, para descubrir la identidad del misterioso personaje. Finalmente llego a la conclusión que debía tratarse de un lord inglés, que había participado en una revuelta contra el rey Guillermo III de Inglaterra, y había sido encarcelado bajo un nombre ficticio. Pero Guillermo III fue coronado rey en 1688, y sabemos que nuestro personaje ya estaba encarcelado, al menos, en 1681.
Ésta no es la única vez en que se asoció al prisionero con un inglés, también se dijo que podría tratarse del Duque de Montmouth, un hijo bastardo del rey Carlos II de Inglaterra y Lucia Walters. Carlos II (1630-1681) vivió varios años en el exilio en Francia, tuvo varios hijos bastardos; pero, al carecer de uno legítimo, a su muerte le sucedió su hermano Jacobo. Pero si era él, ¿por qué ocultarlo en Francia y en las condiciones de seguridad que se hizo?. Además durante esos años Francia e Inglaterra, está última cambió tres veces de monarca en esos años, una veces fueron aliadas y otras encarnizadas enemigas, mientras que la posición del prisionero nunca cambió, cuando en caso de haber sido un pretendiente al trono británico, es fácil pensar que habría sido un as en la mano del rey francés. Además nunca nadie comentó que hubiera observado ningún acento extranjero en el preso.
Por último, recientemente el historiador alemán Dr. Wihelm Broecking, dijo haber descubierto la verdadera personalidad que se escondía tras la famosa máscara, y éste no era otro que el conde Matthioli, secretario particular y ministro del duque de Mantua, Carlos IV.
En el siglo XVII Mantua era un ducado independiente con una importante posición estratégica en el panorama político internacional. La gobernaban sus propios monarcas, que recibían el título de Duques de Mantua.
En 1676 el gobierno francés comenzó unas negociaciones para adquirir la importantísima fortaleza de Casale, situada en el río Po y perteneciente a Mantua, Este territorio habría proporcionado a los franceses el control sobre una zona importantísima en el contexto europeo del momento. Las negociaciones fueron llevadas durante meses por Matthioli que recibió mucho dinero y regalos del propio Luis XIV. Las negociaciones debían llevarse en secreto para evitar injerencias de otros países. Pero todo se fue al traste, al parecer a causa de la traición de Matthioli, que jugó a tres bandas y vendió su secreto a españoles e ingleses.
Al parecer Luis XIV estaba furioso y clamaba venganza, por lo que envió a unos agentes secretos para que secuestraran a Matthioli y le llevaran escondido a territorio francés, donde fue encarcelado en la fortaleza de Pinerolo. Hasta aquí son hechos históricamente documentados.
Lo que el Dr. Broecking ha hecho ha sido una gran labor de investigación histórica. Sabiendo que el misterioso prisionero estuvo encarcelado en Pinerolo en el tiempo en que St. Mars estaba allí destinado, lo primero era averiguar qué reos estaban entonces recluidos, para luego seguirles los pasos a cada uno. Tras una minuciosa investigación de cada personaje, Broecking llegó a la conclusión de que el misterioso encapuchado no podía ser otro que Matthioli. Además Broecking creía encajar todas las piezas: la mascara habría tenido por objeto ocultar la personalidad del preso, que era un personaje extranjero muy importante y había sido secuestrado en su propio país, lo que habría desatado la ira del Duque. Además el nombre de Matthioli se asemeja al de Marichioly, que aparece en su partida de defunción.
Realmente todo parece encajar pero la entrada en Pinerolo de Matthioli fue registrada, su presencia en la cárcel no fue un secreto e incluso tuvo un criado personal, y existen numerosas referencias a él durante su periodo de reclusión en esta prisión. No tiene mucho sentido pensar que al principio, cuando la situación internacional debió ser más tensa, no sólo no se hizo nada por ocultarlo, sino que parece que incluso los franceses alardeaban de ello, para luego tomar medidas tan estrictas que duraron hasta el final de sus días (si todo el mundo ya sabía que estaba allí, por qué tanto empeño en ocultarle). Tampoco coincide la edad, pues en 1703 Matthioli debía haber tenido más de 60 años.
Además la investigación puede tener un error de inicio: si se sabe con toda seguridad que su nombre no fue registrado ni en Santa Margarita ni en la Bastilla, sería lógico pensar que tampoco lo fue en Pinerolo, con lo que los prisioneros habrían sido seis y no cinco, como propugna la teoría Broecking.
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