miércoles, 16 de abril de 2008

SIRENAS

Seguramente el mar es uno de los lugares donde se han tejido innumerables leyendas y mitos que lindan entre la realidad y la imaginación.
Los navegantes de la Europa medieval enumeraban serpientes gigantes, pulpos capaces de devorar barcos y tripulaciones completas, seres fantásticos, entre los que las SIRENAS, ocuparon un lugar preponderante en el imaginario colectivo de esos días.
Entrando en el siglo XVI, periodo de mayor trafico marítimo entre Europa y América, las bitácoras de abordo dan cuenta de la aparición repentina de bellas mujeres que seducían con su voz a toda la tripulación y tenían la extraña característica de ser mitad pez y mitad humano.Al canto de las sirenas se atribuía tan poderoso hechizo que nadie podía sustraerse a su atracción y era la perdición de los navegantes que destrozaban sus barcos contra las escolleras por seguir su voz. Su imagen vive hoy en cuentos infantiles, películas de la factoría Disney, lienzos de pintores y objetos decorativos que van desde un pisapapeles hasta un alfiler de corbata. Su nombre se ha insertado en el lenguaje corriente para acuñar frases de sentido hecho, como "cuerpo de sirena", para referirse a la mujer de armoniosa figura, o "escuchar cantos de sirena" para aludir a quien oye algo bello aunque de tramposo fundamento.Pero, ¿han existido realmente estos bellos seres acuáticos? Cristóbal Colón creyó ver alguno a lo largo de sus cuatro viajes transatlánticos. Crónicas más antiguas hablan de una sirena que recibió el bautismo y llegó a figurar como santa en algunos almanaques con el nombre de Murgen, capturada en el siglo VI al norte de Gales. Se cuenta de otra en 1403 que vivió en Harlem hasta su muerte y aprendió a hilar, aunque nadie logró entender su habla. Otros, por el contrario, niegan la existencia real de tales criaturas, como el renacentista Andrea Alciato, que habla de ellas en escéptico tono de burla: "Sin piernas, doncellas. Sin hocico, peces".
Pero donde reside la verdad de esta leyenda, existen realmente? o el cansancio de los marinos y la necesidad de contar historias fantásticas a sus camaradas los llevaron a inventar tales relatos?.

LOS SERES DEL MAR (mitología)
Innumerables son los habitantes de las aguas, especies animales y vegetales aún desconocidas, y lo mismo ocurre con seres feéricos y legendarios. Las sirenas son, entre ellos, los más conocidos. Les siguen en popularidad las ondinas y las ninfas. Quizás algunos hayan oído hablar de las mujeres-foca, de las hadas lavanderas o de las náyades.
Para los antiguos griegos, las ninfas eran los espíritus elementales del agua. Ellos dieron nombre a todas las razas de ninfas:
-Oceánidas y Nereidas, para las ninfas marinas, verdaderas antepasadas de las sirenas; -Náyades, Creneas y Pegeas, las ninfas de las fuentes; -Potamides, las ninfas de los ríos; -Limnades, las de los lagos.
Pero claro, el agua está presente en todo lo que nos rodea, y los sabios pronto se dieron cuenta de que habitaban ninfas del agua en muchos otros lugares. Y también hubo que buscar nombres para ellas. Al grupo de las ninfas de las aguas las llamaron Efidríades, y luego nombraron Uranias a las ninfas del cielo y Epigeas las de la tierra. Estas últimas se dividían en:
-Oréades, ninfas de las montañas; -Napeas y Auloníades, ninfas de los valles; -Melíades, ninfas de los prados; -Dríades y Hamadríades, ninfas de los bosques; -Corícides, ninfas de las cuevas.

EL ORIGEN DE LAS SIRENAS
Difícil es dilucidar el verdadero origen de las sirenas. Dejando a un lado a las antiguas sirenas con forma de mujeres-ave, se dice que la primera mujer-pez conocida fue Atargatis, la diosa de la luna, protectora de la fecundidad y el amor. Atargatis, perseguida por Mopsos, se sumergió en el lago Ascalón con su hijo, y se salvó gracias a su cola de pez. Esta leyenda se confunde con la de la diosa siria Derceto, que también se arrojó a las aguas del mismo lago, después de matar a uno de sus sacerdotes y abandonar a la hija de ambos en el desierto. Derceto recibió la cola de pez como símbolo de su pecado, y su hija, criada por las palomas, se convirtió en Semíramis, reina de Babilonia.
También puede encontrarse una semejanza con las sirenas en la diosa Afrodita, hija del semen de Zeus convertido en espuma de mar, que fue diosa del amor y protectora de los marinos. Su espejo ha sido heredado por toda la estirpe de sirenas.
Para buena parte de los sabios griegos, sin embargo, las sirenas tienen por padre a Aqueloo, un río personificado en figura de hombre con cola de pez. En cuanto a la madre, la confusión crece: puede ser la diosa de la memoria, o alguna de sus hijas, las musas. Quizá las sirenas sean hijas de la Elocuencia, de la Danza, de laTragedia o de la Música. Hasta podrían ser hijas de Ceto, la ballena.

OCEANIDAS Y NEREIDAS
El dios Océano y su hermana Tetis tuvieron trescientas hijas, las Oceánidas, que luego se extendieron por todos los mares y los abismos marinos. Una de ellas, Dóride, fué madre de otras cincuenta ninfas de agua, las Nereidas, llamadas así en honor a su padre Nereo, de la raza de los Viejos del Mar, creada también por Océano y Tetis.
Las Nereidas habitan en el Mar Mediterráneo, y cada una de ellas representa una de las formas de este mar. Por ejemplo, Talía es la sirena verde, y Glaucea, la azul. Dinamenea simboliza el vaivén de las olas, y Cimodaré, la calma. Una de las Nereidas, Anfitrite, fue amante de Poseidón y madre de los Tritones. Las Nereidas protegían a los barcos, y no cantaban para atraer a los marinos, sino para complacer a su padre. Los antiguos describieron a las Nereidas con el cuerpo cubierto de escamas y formas de pez. A partir de aquí, el mito de la Sirena fue creciendo por todo el mundo como las ondas en la superficie calma del agua...

SIRENAS EN LA VIDA REAL
Hasta en los mapas del Renacimiento podía leerse la frase “Hic sunt sirenae”(Aquí están las sirenas) escrita en medio de las áreas destinadas a los océanos.
El hombre que surcó el Atlántico, Cristóbal Colón, también asegura que él y sus hombres las vieron, aunque no tan bellas como cuentan las historias. Muchas crónicas de reyes refieren la existencia de sirenas capturadas, y aún cercanos nuestros días navegantes y exploradores relatan encuentros con mujeres marinas, como una que apareció en la Antártida en 1823 u otra en las Bahamas en 1869.
La primera tenía los cabellos verdes, la segunda, azules. Sin ir más lejos, en Liérganes, municipio español, existió un hombre-pez, y circulan rumores de otro ser de estas características en el río Ebro.
Un escrito de 1432, aparecido en Venecia cuenta el siguiente relato:
" El ser capturado esta noche por un grupo de marinos concuerda con las conocidas sirenas, es una mujer de cabellos y ojos negros, sus piernas están cubiertas por duras escamas y terminan en una sola extremidad con forma de cola de pez. No había forma de comunicarse con ella, su rostro mostraba el dolor y la necesidad de volver al agua, intentamos sacar algunas de estas escamas pero sus gritos y los movimientos desesperantes voltearon a los 3 marinos que la sostenían. Esto me conmovió enormemente y decidí regresarla nuevamente al agua."
Este hecho sucedió el 28 de enero de 1432 a bordo del barco veneciano "Nuestro Señor de las tempestades", que navegaba por las costas del sur de África; su capitán (se desconoce su nombre ya que estos barcos formaban parte de una compañía mercantil, en donde los capitanes rotaban de barcos en cada viaje) asentó este relato y dio fe de ser real.

SIRENAS, CANCIONES Y LEYENDAS
"Encantan a los mortales que se les acercan. ¡Pero es bien loco el que se detiene para escuchar sus cantos! Nunca volverá a ver a su mujer ni a sus hijos, pues con sus voces de lirio las sirenas lo encantan, mientras que la ribera vecina está llena de osamentas blanqueadas y de restos humanos de carnes corrompidas..." Este texto escrito hace 2.800 años es probablemente el origen de la más antigua y conocida de las leyendas: las sirenas que atraen a los marinos con sus voces mágicas, y hacen encallar los barcos y ahogarse los tripulantes. Homero lo imaginó así, y así nos lo contó en La Odisea.
Las páginas de muchos otros libros se han nutrido de los seres de las aguas, y las leyendas, como ríos de la memoria de la Humanidad, han permanecido hasta nuestros días. ¿Quién no ha imaginado al rey del mar con su tridente?

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