martes, 7 de junio de 2011

La Gioconda: El gran cuadro de la misteriosa sonrisa

Una de las obras cúspide de Leonardo Da Vinci es, sin lugar a dudas, La Mona Lisa. Este retrato, realizado con la técnica del “sfumato“ (superponer capas muy finas para dar la sensación de difuminado), expresa una angustiosa duda. A pesar de que se existen estudios sobre el cuadro, todavía se desconoce la intención real del autor a la hora de plasmar el gesto de la protagonista. ¿Por qué resultan tan inquietantes sus labios y mirada?

Se presupone que la protagonista de La Mona Lisa es Lisa Gherardini, la segunda esposa de Francesco Bartolomeo del Giocondo -¿por eso tituló “La Gioconda”?-. Ésta parece la tesis más plausible, ya que se cree que posó para Leonardo cuando tenía 23 años, y que éste la llamaba cariñosamente “donna ingenua”.

El artífice de esta tesis es el historiador italiano Giuseppe Pallanti, quién estudió profusamente la historia familiar de Bartolomeo. No obstante, hay otros que apuntan a que ésta fue una cortesana u otros van más allá: que se trataba del mismísimo Da Vinci. La primera fue demostrada por una universidad alemana de Heidelberg.

Pero ¿cuál es el misterio? Desde luego que su sonrisa. Y ¿de qué se ríe? ¿Realmente se ríe? Las interpretaciones son varias. Una de ellas dice que está embarazada, y que la posición de sus manos delata su felicidad -tuvo cinco hijos con su esposo-.

Además, ¿no se han fijado que si miran sólo sus labios parece que no sonríe, pero que si miras a otra parte sí lo hace? Un ejemplo más de la genialidad de Leonardo (consiguió un efecto visual muy potente). Pero sigamos analizando su estado de ánimo... ¿No parece también que es un gesto malévolo? ¿O que se trata de una joven que intenta seducir al pintor?

Sea lo que fuere lo que pretendía Leonardo Da Vinci, está claro que lo consiguió. Miles de leyendas han nacido a la sombra de este cuadro, que descansa en el Museo del Louvre (París, Francia). Eso sí, con unos sistemas de seguridad muy estrictos.

Quién le iba a decir a la esposa de un mercader que su sonrisa sería la más conocida de toda la historia. El arte no tiene fronteras y juega a su antojo con el tiempo y el espacio. ¿Qué les parece? En el momento en el que la retrataban, ¿estaba contenta o por el contrario disimula su angustia?

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