Desde la simpleza del degollamiento, hasta el arte bárbaro de la empedrada. Desde la crucifixión hasta el desmembramiento. A decir verdad son tantos los métodos e instrumentos que se han estado utilizando (y se usan todavía) que hacer una reseña de los mismos puede resultar largo, tedioso, y de seguro causaría en el lector gran malestar.
Hoy vamos a ver sólo uno de ellos, uno que por su maliciosa inventiva “vale la pena” recordar. Recordar, pero no volver a utilizar, que, al menos se supone, ya no somos tan bárbaros.
Se trata del llamado “Toro de Falaris”.
Según la historia, que en este caso se reviste de leyenda también, el invento fue pedido por el rey de Agrakas, Falaris, alrededor del año 540 a.C. Según algunas versiones era uno de los tiranos más terribles y crueles de la Historia, que, por ejemplo, solía comer bebes para satisfacción personal, entre otras muchas injustas crueldades.
Pues bien, el “toro” era una efigie de bronce hueca con una escotilla por donde se metían de una a cuatro o cinco personas, según la capacidad del mismo. Una vez que los condenados estaban dentro, se procedía a encender una hoguera debajo del “toro” para que los infortunados se vayan cocinando dentro. Para darle a la ejecución más color, el “toro” poseía unos tubos para que los gritos de los condenados puedan ser escuchados como mugidos del animal. Todo un prodigio del arte de matar.
Se cuenta, por cierto, que el “toro” fue pedido por Falaris a un tal Perillos, a quien se lo hizo probar en su propio cuerpo.
“El Toro de Falaris” fue utilizado especialmente por los romanos para ajusticiar enemigos, más que nada a los cristianos, y también por la Inquisición en la Edad Media. Entre los personajes conocidos encontramos, por ejemplo, a San Eustaquio, muerto en el año 118, en la Roma de Adriano, junto con su esposa y sus hijos.
Ahora bien, también puede ser que la historia tal vez mienta con respecto a Falaris. Hay otras versiones que dicen que el hombre habría sido un gobernante prodigioso, filósofo y un gran literato. Sea como sea, este elemento de tortura sí que existió y se utilizó.
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