viernes, 8 de julio de 2011

Lady Ginebra: La reina de Camelot

Al igual que sucede con muchos otros mitos procedentes de otros países, de otros tiempos y de diferentes religiones (por ejemplo la leyenda de Penélope o la de la propia Eva cristiana), la historia de Lady Ginebra, esposa del Rey Arturo, castiga duramente la infidelidad femenina.

Cuenta la leyenda que Ginebra era la hija del rey Leodegrance de Cameliard y que fue el propio rey Arturo quien envió a uno de sus famosos Caballeros de la Mesa Redonda, Lancelot, a buscarla para contraer matrimonio con ella. Durante el viaje de vuelta a Camelot, tanto Ginebra como Lancelot se enamoran pero al llegar a la corte, Ginebra contrae matrimonio con Arturo, aunque el amor entre ella y el caballero jamás desaparecerá.

Aunque se llevará bien con su marido, pronto discrepará con la hermanastra de este: la hechicera Morgana quien le guardará siempre odio a la reina. Será ella quien, junto con otros enemigos del monarca, revelarán la situación de adulterio en la que se encuentra Ginebra lo que hará que sea condenada a muerte y que Lancelot sea expulsado del reino.

Sin embargo Lancelot, al intentar evitar el trágico final de su amada, matará a dos de los hijos de Morgana y su marido Lot de Lothian, lo que acabará derivando en una intensa guerra entre ambos reinos y que supondrá la muerte de todos los Caballeros de la Mesa Redonda.

A pesar de todo, Ginebra nunca morirá en la leyenda sino que se exiliará a la Torre de Londres, lugar donde recibirá la dura noticia de la muerte de su marido: vestida de luto se dirigirá junto a sus damas al convento de Amesbury para tomar los hábitos. Un destino parecido sufrirá Lancelot, convertido en monje ermitaño tras abandonar su condición de caballero.

Tras haberle sido infiel a su marido con Lancelot, la historia unirá inseparablemente este hecho con la caída tanto del hasta entonces próspero reino de Camelot, como del resto de Inglaterra, convirtiendo de este modo a la figura de la reina en todo un símbolo de la fragilidad humana, así como de la inmoralidad y la perversidad.

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