La historia del cine tenía reservado un puesto de honor para Max Schreck, el primer “no muerto” cinematográfico. Nacido en Berlín (Alemania), se desconoce el día exacto de su nacimiento -en 1879-, pero sí que vivió una infancia misteriosa. Su talento para la interpretación, lo llevó a muy temprana edad a actuar en diferentes teatros alemanes y en varias giras con la compañía teatral de Max Reinhar. Esta experiencia le serviría para su gran debut en el cine, en 1920, con la película muda “Der Richter von Zalamea”, de Ludwig Berger, basada en la obra de teatro de Calderón de la Barca, “El alcalde de Zalamea”.
Sin embargo, 1922 sería su año dorado. Fue escogido para la primera adaptación de la novela de Bram Stoker, “Drácula”, de título “Nosferatu”, dirigida por F.W. Murnau -la adaptación no es fiel porque el estudio de Murnau no consiguió los derechos de autor, así que creó un alter ego, el Conde Orlok-. Pronto nacerían en torno a su figura numerosas leyendas alimentadas por la escasa información respecto a su infancia. La más célebre decía que en realidad éste practicaba el vampirismo, y que en la película pudo saciar su sed de sangre.
Tras adaptar la novela y cambiar nombres de personas y situaciones, Murnau encontró en Max al actor perfecto. Schreck significa “terror” en alemán, por lo que esto añadía todavía más misterio a su figura para la promoción del film. Algunos se aventuraron a decir que el director contrató a un auténtico “no muerto”, y que éste sólo se representaba a sí mismo. Pero la leyenda no acaba aquí.
También se especula que la co-protagonista, en realidad era una drogodependiente que en plena película fue mordida hasta la muerte por Max, en una más que realista actuación (también dicen que desaparecía gente del equipo de rodaje). Otros sólo piensan que Murnau le pagó un extra para que mordiera de verdad a la actriz.
Ya de por sí, la propia película es oscura -no sólo por la ambientación- al haber sido producida por una logia ocultista, Fraternitas Saturni, y el hecho de que la viuda de Bram Stoker demandara la película por infracción de derechos de autor y ganara el juicio. La sentencia ordenó la destrucción de todas las copias pero algunas ya habían sido distribuidas. La película permaneció oculta hasta la muerte de la viuda del novelista irlandés, empezando luego una rápida difusión por todo el mundo.
Igualmente, F.W. Murnau era un genio del séptimo arte, considerado el máximo exponente del expresionismo alemán. Su visión del cine iba más allá de los convencionalismos de su tiempo. Meticuloso, misterioso y obsesivo, tanto él como Max Schreck grabaron sus nombres con sangre en la historia del cine; pues, por si fuera poco, la muerte de Murnau en trágicas circunstancias, contribuye aún más al halo de misterio y leyenda que envolvió siempre al rodaje de “Nosferatu”.
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