En el año 2002 la organización suiza “Maecenas Foundation for Ancient Art” compró un manuscrito antiguo, que databa del Siglo II y que estaba guardado en una caja de seguridad de un Banco de Nueva York. El texto estaba tan deteriorado que parecía a punto de convertirse en polvo. Había sido descubierto por unos campesinos egipcios en el año 1978, sacado del país africano en forma ilegal y luego adquirido por un anticuario que lo conservó hasta venderlo a la fundación suiza.
En el 2004 fue dado a conocer al mundo en una conferencia de prensa y dos años después fue editado y llevado a la pantalla chica en un documental realizado por la National Geographic. Se trataba del Evangelio de Judas, el traidor.
El manuscrito se trata de un códice de 66 páginas, de las cuales un tercio estaban ilegibles. Junto con el Evangelio de Judas, se hallaban otras tres obras: El primer Apocalipsis de Santiago y la Epístola de Felipe, además de un tercer fragmento desconocido, y que fue bautizado como Libro de Alógenes.
El texto que corresponde al Evangelio de Judas está mutilado en varias de sus partes, por lo que hay líneas y palabras que se han perdido y dejan frases inconclusas, historias inacabadas, relatos que deben ser recompuestos.
Pero las palabras aparecen. Y cuentan otra historia de Jesús. Y también de su discípulo Judas. Según este texto, Judas no habría actuado por traición entregando a su maestro, sino que había seguido los dictados del propio Jesús que le pide que obre de esa manera para poder cumplir con el drama divino, para que quede liberado del cuerpo material. “Tú sacrificarás al hombre que me recubre”, le dice Jesús a su discípulo.
Según este evangelio, Judas era el más cercano al maestro, el más avanzado de todos los demás discípulos y el único que podía entender y cumplir con la misión encargada por Jesús.
El Evangelio de Judas se corresponde con las creencias de las escuelas gnósticas de principios de la era cristiana, que aseguraban que la vida, obra y muerte de Jesús debían mantenerse fiel al drama de la creación universal. Este drama postulaba que la materia debía morir para renacer en un nuevo orden más espiritual. Jesús necesitaba la traición para deshacerse de su materia. Y el mandato recayó en Judas, quien cumplió con lo que su maestro le encomendó, como ofrenda de devoción y humildad.
Este evangelio es un consuelo para el espíritu del apóstol, que ha estado por milenios soportando la carga de la traición sin, hasta ahora, ninguna voz que surja a su favor.
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