A finales del siglo XIX, el cuerpo sin vida de una mujer fue hallada en el Sena. Había muerto ahogada. Es lo único que se supo a ciencia cierta, dado que jamás fue reclamado por nadie, habiendo sido expuesto durante días en la morgue de la ciudad de París.
Su cuerpo no mostraba signos de violencia, por lo que se sospechó que fue un suicidio. Uno de los trabajadores de la morgue parisina, se quedó tan impresionado de su belleza, que la inmortalizó en una máscara mortuoria hecha sobre su enigmático rostro.
En los años siguientes, una especie de fiebre por la desconocida del Sena, provocó que se hicieran numerosas copias de la máscara. La serenidad que desprendía su cara, su misteriosa sonrisa, hizo que fuera comparada incluso con la mismísima Mona Lisa. Numerosos artistas y escritores de la época la mencionaron en sus obras, convirtiéndose en un icono de la vida bohemia parisina y europea.
La expresión sonriente de su rostro invitó a un sinfín de especulaciones sobre qué pudo haberla originado y mantenido incluso después de muerta. Se llegó a decir que tal vez la máscara no fue hecha sobre un cadáver, sino sobre una joven viva, con la intención de inmortalizar tanta belleza.
La desconocida del Sena, su historia jamás contada y todos sus misterios, han dejado su huella en la historia y en la sociedad. De hecho, en ella se inspiró el prototipo femenino de las películas de la primera mitad del siglo XX. Actrices desde Greta Garbo hasta Brigitte Bardot tuvieron éxito en la gran pantalla por la familiaridad de sus facciones con la desafortunada joven.
A mediados de los años 50 del pasado siglo XX, Pete Sefar, un pionero en medicina de emergencias, descubrió el famoso método de la recuperación cardiopulmonar o RCP, que tantas vidas han salvado y sigue salvando. Para poder enseñar la técnica a sus alumnos, pensó que sería buena idea fabricar un muñeco con el que sus alumnos pudiesen practicar.
Sefar encargó el trabajo a un juguetero noruego, Asmund Laerdal, quien fue el que le puso la cara de la joven del Sena. La llamaron “Resusci Anne”, en su honor. Se dice que Annie ha sido la mujer más besada de la historia. Y con toda razón.
Nadie sabe quién fue, ni lo que hizo en vida, ni lo que sintió, ni que le empujó a acabar con su existencia. Por eso, no deja de ser paradójico que, alguien que fue una total desconocida en vida, acabara siendo una celebridad tras su muerte.
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