Si en Google tecleamos el término “nazis” y a continuación la conjunción “y”, la primera acepción complementaria que nos da por defecto el buscador es “judíos”, lo cual no ha de extrañar si tenemos en cuenta cuán típico de nuestra perversa lógica de bípedos implumes resulta formar sintagmas en los que aparezcan juntos los verdugos y las víctimas.
Ahora, más sorprendente si cabe son el resto de posibilidades que prolongan la cópula: nazis y… “extraterrestres”, “ocultismo”, “ovnis”, etc. Algo huele a misterio y no es precisamente en Dinamarca, mi querido príncipe Hamlet. Sin duda el nazismo sigue dando mucho juego.
En los grupúsculos que cristalizaron alrededor de Hitler estaba lo mejor de cada casa. Cuando conocemos algunas de las biografías de personajes principalísimos de aquella época nos entran ganas de hacer la señal de la cruz (aun a riesgo de que nuestra ruin carne pecadora fenezca de pura combustión herética). De entre el zoológico de caracteres que acompañaron el ascenso del nazismo acaso uno de los perfiles más “simpáticos”, pese a su oscuro final, sea el de Erik Hanussen, el astrólogo de Hitler.
Se llamaba en realidad Harschel Steinschneider (bonito apellido cuya traducción sería algo así como Cortador de Piedra) y había nacido en Viena. Su familia era de innegable origen judío. Hanussen empezó trabajando en espectáculos circenses, más como artista y saltimbanqui que como oscuro descendiente de un Paracelso.
Pero pronto sus intereses se extendieron al campo de la magia y, según dice cierta leyenda urbana, descubrió sus poderes telepáticos y paranormales durante la Primera Guerra Mundial, cuando Hanussen salvó su vida y la de sus compañeros, que vagaban heridos a punto de la deshidratación, al detectar un pozo acuífero. También se cuenta que pudo sufrir alguna crisis mental que lo llevaron a frecuentar a un psiquiatra judío, ante el cual se revelaron por completo sus poderes.
Lo cierto es que no siempre es fácil orientarse en la biografía de este curioso personaje. Parece fuera de toda duda, sin embargo, que en los años siguientes se instaló en Praga, dispuesto a vivir de sus talentos, cada vez más interesado por la telepatía y el mentalismo.
Su fama creció de manera inconmensurable cuando se le abrió juicio por estafador. En realidad, no fue un simple un proceso contra un hombre llamado Erik Hanussen. La parapsicología y las ciencias ocultas se encontraban en la cresta de una ola sin precedentes. Toda Europa, en mayor o menor medida, se hallaba bajo la fascinación de magos, videntes, curanderos o astrólogos. Por eso, el juicio contra Hanussen fue el juicio contra lo paranormal en su conjunto.
Y lo increíble es que ganó lo paranormal. El acusado fue declarado inocente. La sentencia, acaso roja de vergüenza y confusión, tuvo que dejar abierta la posibilidad, tras una sonora demostración, de que Hanussen tenía ciertos poderes mentales, telepáticos e hipnóticos.
En este punto da comienzo la última etapa de Hanussen, caracterizada por el éxito sin precedentes, la vida tal vez disipada y el contacto con los hombres más influyentes de Alemania. En efecto, Hanussen se marcha a Berlín. Allí colabora con otro enigmático y ducho esoterista, Hans Einz Ewer, quien probablemente le presenta a Hitler.
Hanussen deslumbró al Führer (a decir verdad para ganarse a Hitler no hacía falta más que elogiarlo con una profecía mesiánica sobre su figura), quien tal vez se dejó guiar por Hanussen a la hora de perfeccionar su puesta en escena (Hitler era enormemente teatral). Los primeros años de la década de los 30 conocieron el auge de Hanussen. Sus espectáculos atraían a lo más selecto de la sociedad alemana. Además, sus sesiones privadas se decían dominadas por prácticas de magia sexual y ritos cargados de desenfreno erótico.
Como fuera que fuese, Hanussen no murió de viejo. En una sesión de hipnosis predijo ante algunos jerarcas nazis y otras gentes poderosas el incendio del parlamento que iba a suceder unos días más tarde. Poco después, abril de 1933, el cuerpo de Hanussen apareció muerto en un bosque cerca de Berlín. Triste y silencioso final para una vida tan alborotada.
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